La paz armada

Hacia finales del Siglo IV de nuestra era, el romano Vegecio (hombre de varios nombres y familia acomodada, del que pocos datos se conservan) publicó el compendio de disciplina militar “Epitoma Rei Militaris”. Obra considerada de difícil lectura y de estilo poco cuidado, también ha sido catalogada como el mayor tratado castrense de occidente para su época, con enorme influencia en la Edad Media. Una definición en particular ha trascendido las centurias, ha tenido descomunal vigencia en el siglo XIX y en el siglo XX, y ha sido muy provechosa para la política contemporánea: “Si vis pacem, para bellum”. Es decir, “si quieres paz, prepárate para la guerra”. Este mes, el peronismo tucumano luce inspirado en esa convicción.

El principio de Vegecio tuvo plena vigencia durante el período previo al estallido de la Primera Guerra Mundial, conocido como “La paz armada”. Entre 1890 y 1914, cuando detona la Gran Guerra, las naciones del Viejo Continente no están enfrentadas en conflictos beligerantes; pero todas están preparándose para una conflagración. En este proceso se reconocen tres características: las tensiones y las desconfianzas entre las potencias, la carrera armamentística, y las alianzas que definirán los bandos que finalmente se enfrentarán. Algunos de esos entendimientos, inclusive, eran impensables. Por ejemplo, el de Francia y Rusia (la Entente Cordial) que luego sumó a Gran Bretaña en la victoriosa Triple Entente.

Europa no queda aquí. Pero sí se asiste a “La paz armada” del peronismo de Tucumán.

Tensiones y desconfianzas

Las relaciones entre el gobernador Juan Manzur y el vicegobernador Osvaldo Jaldo están signadas por la rispidez y el recelo desde que ha comenzado el año. Otra vez, el programa “Panorama Tucumano” ha sido esclarecedor respecto de la coyuntura. Ante las cámaras, el presidente de la Legislatura, desde esa función, actuó enteramente como el socio político del mandatario, hasta el punto de que, sucesivamente, lo elogió, lo justificó y lo respaldó.

Pero el mismo Jaldo, ya no desde el cargo sino en calidad de vecino, admitió que cuando en los mismos estudios de LA GACETA Play, el 14 de abril, tronó contra Manzur, lo estaba haciendo como la víctima de un ataque “personal”. “A mí no me cuestionaron por las valijas que se perdieron”, había afirmado aquella vez, en referencia al escándalo de 2015 con los centenares de millones de pesos que salían de la cuenta oficial legislativa, en maletas, desde el banco oficial. En esa oportunidad había aseverado que se montó “una opereta de políticos tucumanos con periodistas porteños”. Como se recordará, además de los cuestionamientos contra los parlamentarios, a Jaldo lo llamaron “sinvergüenza”, “el Julio Cobos de Manzur” y hasta le pidieron que “renuncie”. Después del programa del miércoles, no hay que ser Sócrates para inferir la desconfianza de Jaldo respecto de Manzur: si su destemplada reacción estuvo dirigida contra el gobernador, y fue el resultado de haberse sentido como el blanco de un “ataque personal”, pues entonces el tranqueño está responsabilizando al gobernador por las “hostilidades”.

Del lado de Casa de Gobierno tienen idénticos reparos con respecto al jaldismo. Sin más, el ala dura del manzurismo tiene asumido que, así como el sol sale de día y la luna sale de noche, han sido operadores de la Legislatura los que alentaron las incendiarias posturas de algunos sindicatos de estatales contra el “congelamiento” (así dice el decreto acuerdo) del último tramo de la cláusula gatillo acordado en las paritarias de 2019. Específicamente, sostienen que el sesudo amparo promovido por ATE ante la Justicia tiene, metafóricamente, tinta, papel y huellas dactilares parlamentarias de arriba abajo.

El memorial de agravios que uno adjudica al otro, y viceversa, se promete infinito. Lo cierto es que todo se ciñe a una desconfianza primordial: como el manzurismo buscará una reforma constitucional para habilitar más reelecciones consecutivas para el mandatario provincial, y como el jaldismo procurará evitar la enmienda para que el vicegobernador sea el candidato “natural” a la gobernación, cada parte cree que la otra buscará provocarle el mayor daño político posible a su contraparte.

La carrera armamentista

Si toda la actividad política del manzurismo y del jaldismo en lo que va de mayo pudiese constreñirse en una sola palabra, ese vocablo tucumanísimo sería “poroteo”. Lo que los líderes del PJ han mostrado a lo largo de la semana es que están contando, “poroteando”, los dirigentes y los territorios. Y si bien cada uno guarda (o cree guardar) celosamente los secretos de su arsenal (por eso Jaldo, en “Panorama Tucumano”, ni siquiera quiso admitir la obviedad de que su fiel escudero Darío Monteros, intendente de Banda del Río Salí, es un hombre de su “estructura”), esta semana sí mostraron que cada uno tiene un polvorín.

Si “para muestra basta un botón” (un refrán al que también se atribuye origen castrense, en la figura del mariscal prusiano Paul von Hinderburg, uno de los protagonistas de la Primera Guerra Mundial), el martes pasado debería sobrar como ejemplo.

Jaldo recibió durante la mañana al ex intendente de Tafí Viejo, Javier Pucharras, en nombre de analizar “la situación actual del coronavirus y sus repercusiones económicas en la provincia y en esa ciudad”, según puntualizó el anfitrión. En rigor, puede que se reunieran para ello, pero lo que en verdad importaba a los efectos políticos era “mostrar” que se reunieron. La foto es el mensaje. Si el mapa de la provincia fuera el tablero de un juego de Táctica y Estrategia para la Guerra del peronismo, Jaldo, con esa imagen, ha acercado fichas a las fronteras mismas de la intendencia taficeña. Con ello, a la vez, evidenció que Javier Noguera (quien el año pasado consiguió la reelección enfrentándose contra Pucharras), es uno de los más gravitantes -y reservados- intendentes del manzurismo.

El manzurismo, durante la siesta de ese mismo día, también exhibió una postal de su armería. Se trató de la foto de la audiencia en Casa de Gobierno con el intendente de Trancas, Roberto Moreno, para anunciar la primera etapa de la red cloacal para esa ciudad, en la cual reside, y no por casualidad, el vicegobernador. Huelga decirlo, Jaldo no estaba. Léase: en el TEG comarcano, Manzur acercó fichas a una frontera del jaldismo.

Y eso que estamos en cuarentena, con tres años y medio de gobierno por delante…

Las alianzas

Después de no haber mantenido un solo diálogo político durante el primero mandato, Manzur y Germán Alfaro se encontraron esta semana por tercera vez en 40 días. Y si la primera vez fue institucional y la segunda fue un gesto de acercamiento en la pandemia, en esta nueva reunión fueron más allá. Si bien no están juntos en lo político, el gobernador y el intendente de la capital ya están trabajando juntos en el terreno de la gestión de la cosa pública.

El detalle no es menor. Manzur y Alfaro se encuentran en una fase de “descubrimiento”. Y tal cosa sólo es posible porque, en el primer mes del descongelamiento de las relaciones, ninguno le ha pedido nada al otro. Es más, ha sido todo lo contrario. Precisamente el martes, el jefe municipal recorrió, junto con el mandatario provincial, el acondicionamiento del complejo Ledesma, reconvertido en centro de alojamiento para tucumanos repatriados en la pandemia. La obra fue realizada con fondos municipales y el intendente se la ofreció al gobernador. Y este correspondió el gesto. El miércoles se destrabaron los fondos nacionales por gestión de la Casa de Gobierno y la obra de remodelación de la plaza Independencia, encarada en 2019 por la intendencia, se reanudará. Es decir, ese entendimiento, esa “Entente cordial”, ya está dando frutos. Y a la vez, está sembrando posibilidades: la reinauguración de ese solar es una obra que en sí misma amerita la invitación de figuras nacionales para el corte de cinta. Y un acto compartido de esas características puede llegar a decir mucho más que los discursos.

De paso, hay guerras que estallaron por menos…

Cuánto más estrecharán los lazos es un asunto que depende de los intereses personales y de las circunstancias políticas del gobernador y del intendente. Por caso, para desconcierto de unos y desesperación de otros, ambos siguen celebrando largas reuniones a solas, sin testigos ni filtraciones. Y hay serios indicios de que no hablan del clima. Por caso, el intendente acaba de pautar una línea preclara en su Gabinete: pidió a sus colaboradores que sólo hablen públicamente de asuntos vinculados con la gestión. Léase, de política sólo hablará él. Es decir, el único vocero del alfarismo es Alfaro. Y todo cuanto afirmen los miembros de su equipo correrá por cuenta de ellos. Así como también las consecuencias.

Eso sí: todas estas tensiones, desconfianzas, escaladas y alianzas corresponden al peronismo (al que están dentro del PJ y al que se encuentra fuera de ese partido), lo cual revela la parálisis de la oposición provincial; o en el mejor de los casos su decisión de transitar horas de escasa trascendencia. Con un agravante dado por el hecho de que la política es un universo de posibilidades: ¿y si el camino de los “compañeros”, finalmente, no es el de la guerra? ¿Y si acomodan las cargas y termina habiendo lugar para todos en una impensada Triple Entente?

Es una hipótesis que difícilmente prospere porque hay mucha confianza derrotada y porque se han dicho muchas cosas. Pero hasta ahora, ninguno ha quebrado lanzas con nadie. Puesto del revés: alcanzar un acuerdo aún no es imposible. Porque si algo viene mostrando hasta aquí el peronismo tucumano, con todos sus excesos y derrapes, es que su “unidad de medida” para pensar la política es “el poder”. En la oposición, en cambio, todo pareciera pensarse en función de “una banca”. Y comparadas con las poltronas de la gobernación, de la vicegobernación y de la intendencia de un distrito de 700.000 habitantes, esas siempre son “banquitas”.

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