Todo es historia: la gloria y el ocaso a toda velocidad

Todo es historia: la gloria y el ocaso a toda velocidad

El autódromo, que supo ser referencia nacional, hoy está sumido en el olvido total.

EN BOXES. “Cachín” Díaz y su Dodge, seguido por una multitud. EN BOXES. “Cachín” Díaz y su Dodge, seguido por una multitud.

Apenas se tipea “Traverso y Bessone” en el buscador de Google, o en el de YouTube, aparecen imágenes de una lucha, y de un lugar, que las nuevas generaciones no podrían entender ni reconocer. Véanlas. Son de diciembre de 1992. El lugar que descorrió su telón aquella vez, para la hoy considerada “mítica” carrera que definió al campeonato del TC2000 entre el “Flaco” y “Tito”, no fue otro que el autódromo “Nasif Estéfano” del parque 9 de Julio.

¿Es cierto que esa fue una de las pistas más pintorescas y respetadas del país? Sí. El arcón de los recuerdos trae cientos de momentos, circunstancias, pilotos, autos. Pasaron por allí estrellas de nuestro automovilismo y del motociclismo. Hay pantallazos de Luis Rubén Di Palma y Ángel Monguzzi luchando en la Fórmula 1 Mecánica Nacional en 1972. Existen crónicas que cuentan cómo Esteban Fernandino, el “Nene García Veiga, “Paco” Mayorga, y muchos más, aceleraron sus autos del TN en 1976. Los nombres y apellidos afloran como un manantial. En los 80 el “Nasif” fue zona de Rally Codasur, con estrellas como Carlos Reutemann y el alemán Walter Röhrl. Guillermo Maldonado, Silvio Oltra, “Cocho” López, René Zanatta vinieron con el TC2000. En 1992, en ese lugar se gritó a viva voz el gol olímpico del “Bomba” Scimé a Brown en Isidro Casanova el 25 de julio, que le dio a San Martín un ascenso a Primera; pasó eso porque, en ese momento, ante un autódromo atiborrado de público, estaba terminando la fecha del Rally Mundial que se hizo en Tucumán y que tuvo como ganador al francés Didier Auriol.

MONOMARCA. La gran categoría regional, en sus mejores tiempos. MONOMARCA. La gran categoría regional, en sus mejores tiempos.

En años posteriores pasaron fechas del TC2000, del TN, del Rally Argentino y Mundial, de la Copa de Damas. La Monomarca Dodge, la F-4 Tucumana, el APTC 850, el motociclismo pistero, hicieron de este trazado su casa. El “Nasif” vio ganar en 1999 a Marcelo Chediac en la Clase 3 del TN, en la misma jornada en la que se dio un “bombazo” Lucas Mohamed con un Fiat Palio de la C-2. Vio la tragedia de Osvaldo Solis en noviembre de 1988. También cobijó al primer Roberto Sánchez, antes de que se proyectara al país.“Lelo” Alonso, Rubén Cayetano Salim, “Pirincho” Parra, “Boni” Blasco, Raúl Matarrese, Pablo Bazzano, Francisco Roselló, los Rotondo, Mario Berral, Reynold´s, “Cachín” Díaz, los Humbert, “Poroto” Bravo, aceleraron autos o se consagraron campeones en él. “Tin Noguera”, Camilo Ferroni, “Lalo” Petre, “Lalo” Solís, “Ruly” Becker fueron algunos de los que hicieron bramar las motos.

¿Por qué esta gloria de 2.720 metros para su trazado más largo quedó en el olvido, abandonado y hasta casi exonerado del parque? Hay que entender que nunca su presencia resultó cómoda para los gobernantes de turno. Pero ello no justifica su destino cargado de problemas.

MANIOBRA AL LÍMITE. Desde los 70, la pista recibió categorías nacionales. MANIOBRA AL LÍMITE. Desde los 70, la pista recibió categorías nacionales.

Antes de resumir la historia del autódromo hay que decir que durante años y hasta finales de los 60 los pisteros aceleraban sus máquinas en el parque. En 1966 comenzó la construcción de la pista. Fue el año en que se conmemoraban los 150 años de la declaración de la Independencia, el de la caída del gobierno de Arturo Illia por el golpe militar que llevó al gobierno a Juan Carlos Onganía, el mismo que ordenó en agosto el cierre de ocho ingenios azucareros.

El autódromo fue inaugurado finalmente el 19 de julio de 1970. Tucumán era gobernada por el interventor militar Jorge Augusto Daniel Nanclares. El primer festival de carreras fue ganado por Emilio Bertolini (en F1 Mecánica Nacional), “Pirincho” Parra y Carlos Acotto (Turismo Zonal anexo J, categorías B y A). El autódromo se presentó con boxes hechos de mampostería y se cerraban con persianas metálicas. Una crónica de la época describía algunos detalles más: “tiene un dibujo muy agradable, ni muy veloz ni muy lento con 14 metros de ancho, con muchos guardrails, instalaciones sanitarias, una tribuna que bordea la recta principal que tiene capacidad para 6.000 personas. El recorrido es apreciablemente breve”.

El primer nombre que recibió el autódromo fue “Domingo Basail”. Fue en homenaje a un soldado de la independencia, nacido en Tucumán en 1790. Siendo adolescente se incorporó al Ejército del Norte, y Manuel Belgrano lo designó primer abanderado, por sus cualidades y meritoria conducta. Falleció en Río Chico en 1859, y en 1945, con grandes ceremonias, llevaron sus restos a Buenos Aires, para sepultarlos junto a los de uno de los padres fundadores de nuestra patria.

Al día siguiente de la trágica muerte de Nasif Estéfano, 21 de octubre de 1973, se presentó un proyecto de ordenanza para poner el nombre del piloto al autódromo. En 1976, el gobierno militar encabezado por Antonio Bussi lo hizo cerrar y hasta armó un plan para llevarlo a El Cadillal. No sería el único cierre, hubo otros en 1988 y en 1992. Y finalmente llegó 2005, año del adiós hasta ahora definitivo.

Ricardo Neme, piloto Dakar, hizo sus primeras carreras en el “Nasif” y lo recuerda con cariño: “era hermoso, su dibujo muy entretenido, no daba respiro. Y aunque el asfalto era abrasivo, se disfrutaba muchísimo”.

¿Por qué lo clausuraron? El municipio capitalino dijo que fue una cuestión ambiental, ya que la contaminación de las competencias motoras afecta la flora y la fauna. También se esgrimieron cuestiones de seguridad, tanto para espectadores como para los competidores, por las condiciones generales de la pista. A esa altura, el autódromo ya era casi un fantasma. El pillaje sobre sus instalaciones, el desinterés oficial por invertir en él, lo habían llevado a convertirse en un paria.

En los últimos años lo usó el ciclismo, pero dejó de hacerlo en 2012. Por algún tiempo, allí hubo picadas legales e ilegales. Finalmente, le pusieron a la pista lomos de burro y barricadas. Un despropósito total.

Sebastián Chincarini, hijo de “Yiyo”, un preparador clásico, resumió el sentimiento de los fanáticos “fierreros” tucumanos: “qué tristeza que da ver ese pasado tan glorioso para el automovilismo zonal. Esto no hace más que reflejar la incapacidad dirigencial que tuvo la provincia en este deporte”.

Hoy, convertido en una estampa cruel de un Tucumán que no queremos, el “Nasif Estéfano” es un autódromo muerto en pie. Algo que, sin embargo, no le quita ni un ápice a su pasado de gloria. Y a las batallas de la velocidad que se libraron en él.

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