Historias detrás de la historia: "Lobo" Estequín, tres teorías para un horrendo crimen

PROTAGONISTA CLAVE. Marisol Chávez, hija de la víictima, estaba en Buenos Aires cuando ocurrió el homicidio. PROTAGONISTA CLAVE. Marisol Chávez, hija de la víictima, estaba en Buenos Aires cuando ocurrió el homicidio.
Gustavo Rodríguez
Por Gustavo Rodríguez 18 Abril 2020

Mario “Lobo” Estequín, el sereno de la Quinta Agronómica de la UNT, siempre negó haber sido el autor de uno de los crímenes más aberrantes de los últimos años. Asesinó a su suegra, Margarita del Valle “Marga” Pereyra. La descuartizó en el fondo de la casa donde vivía en al menos 10 partes y luego las arrojó en el sur de la ciudad y en un terreno de Lules. La Policía sólo pudo encontrar seis piezas.

Marisol Chávez, hija de la víctima y esposa del acusado, fue la que más datos aportó en la causa. Harta de la relación que llevaba con “El Lobo” decidió huir de Tucumán. Se refugió en la casa de su padre, en Buenos Aires. Estequín no aguantó esa situación y fue a buscarla a mediados de diciembre de 2003. Como no pudo convencer a su mujer de que volviera, intentó llevarse a la fuerza a sus hijos de 1, 3 y 5 años. Los parientes descubrieron el plan y, a los golpes, evitaron que lo concretara. El no docente volvió a su tierra natal. El 26 de diciembre, Pereyra se presentó en la casa de su ex yerno para decirle que no la molestara más. Desde ese día nunca más se supo de ella hasta el 29 de enero, día en el que comenzaron a encontrar partes de su cuerpo.

PROTAGONISTA CLAVE. Marisol Chávez, hija de la víictima, estaba en Buenos Aires cuando ocurrió el homicidio. PROTAGONISTA CLAVE. Marisol Chávez, hija de la víictima, estaba en Buenos Aires cuando ocurrió el homicidio.

La joven, que en ese tiempo tenía 21 años, se transformó en una pieza clave en la investigación. Chávez confirmó, por ejemplo, que “El Lobo” tenía acceso a la morgue de la Facultad de Medicina, pues ayudaba a un amigo con los cuerpos que utilizan los estudiantes que cursaban la materia de Anatomía. “Llegó a vender una pierna y un brazo para comprarme unas zapatillas, es espantoso”, dijo Chávez en una nota publicada por LA GACETA al día siguiente que arribó a la provincia para despedir a su madre.

“Marisol estaba desconsolada. ‘En algún momento pensé que podía matarme a mí; pero nunca pensé que podía vengarse matando a alguien de mi familia. Quiero justicia, no quiero que quede impune. Quiero que vaya preso’”, señaló en la entrevista que fue realizada por Facundo Pereyra, periodista ya fallecido.

“El Negro”, como se lo llamaba cariñosamente en la redacción, había sido cautivado por esta historia. No por lo macabro, sino por las miserias humanas que fue relatando con el correr de los días. Él, en un febrero donde normalmente siempre pasa algo fuerte en la sección Policiales, se encargó de pelear a capa y espada por cada centímetro de espacio. Él, cuando nadie se atrevía a hablar de violencia de género y cuando el término femicidio era desconocido, visibilizó con una espantosa crudeza el testimonio de una víctima. “No puedo decirle la cantidad de cosas que me hacía. Me obligaba a mantener relaciones con él, me pegaba, me amenazaba. Tuve que irme porque ya no lo soportaba”, fueron otras de las frases que eligió para que quedaran asentadas en nuestro diario.

“Marisol afirmó que Estequín le decía: ‘si vos te vas, te mato. Te mato, te corto en pedazos y te meto en el pozo del baño. No te va a encontrar nadie’. A continuación, la mujer dijo: ‘no quiero que ahora se haga pasar por loco. No quiero que lo manden a una clínica. Quiero que vaya a la cárcel, el único lugar donde debe estar un asesino’. Además, Marisol está segura de que el asesino no actuó solo. ‘Tiene un cómplice. Yo le dije a la Policía que investigue un poco más a su familia. Alguien tiene que haberlo ayudado. Inclusive, sé que había contactado a un remisero y que le dijo que tenía que llevar unas bolsas con los restos de un perro muerto. Aparentemente, el remisero se negó’”, se publicó.

Pereyra cerró su entrevista con una serie de frases que erizaron la piel a los lectores más sensibles: “’Este tipo me mató. Estoy muerta en vida. Mi mamá era mi mano derecha, dependía de ella para casi todo, y la mató como a un animal. ¿A quién se le puede ocurrir partir en pedazos un cuerpo?’, preguntó llorando. La joven vio en la Dirección de Investigaciones a su ex marido. ‘Le dije de todo, pero además le pedí que me dijera dónde está el resto del cuerpo. No puedo velar a mi madre. Esto es un espanto. Encima, él se reía y me decía ‘te amo, todavía te amo’. Si la Justicia no hace lo que tiene que hacer, nosotros vamos a encargarnos de este asesino. Pagará por lo que hizo’”.

En un primer momento, Marisol se cruzó cuatro veces con “El Lobo” y siempre buscó la manera para arrimarse burlando la custodia de los policías y castigarlo físicamente. Con golpes de puño, carterazos y hasta arrojándole cosas. Los escándalos que protagonizaba la mujer se habían transformado en un clásico de las coberturas del caso.

Tres teorías

Con el correr de las semanas fueron analizándose los posibles móviles del crimen. La fiscala Teresita Marnero, que investigó el caso, se inclinó desde el inicio de la investigación por una: la pelea de Estequín con su mujer fue la que habría desencadenado el brutal homicidio. “El Lobo” habría responsabilizado a su suegra por la decisión de Chávez de abandonarlo y por eso habría decidido a matarla. Según los policías, el acusado engañó a Pereyra y logró que ella fuera a verlo a su casa. Una vez allí la golpeó, la tiró sobre su cama y después la habría matado de un fuerte golpe en la cabeza, una versión que nunca llegó a confirmarse, ya que no se pudo determinar las causas de su muerte porque no se hizo autopsia. Tampoco fue necesario realizar estudios de ADN porque cada una de las partes del cuerpo encontradas fueron identificadas por sus familiares. En la pierna, por ejemplo, estaban tatuados los nombres de los hijos.

RASTRILLAJE. La Policía encontró seis partes del cuerpo de Margarita del Valle Pereyra en diferentes lugares. RASTRILLAJE. La Policía encontró seis partes del cuerpo de Margarita del Valle Pereyra en diferentes lugares.

Los vecinos confirmaron en sede judicial que el acusado había sufrido mucho por la separación. Que se pasaba gran parte del día llorando por la partida de su mujer. Una prueba considerada clave por la fiscalía fue la leyenda que encontraron en una de las habitaciones de la casa donde vivía. “Mary te amo”, habían escrito usando sangre humana como tinta.

“Esa fue la teoría que manejó la Fiscalía. Fue una hipótesis que nunca se terminó de comprobar. En la casa de Estequín no se encontró la sangre que debería haberse encontrado si que realmente fue descuartizada allí. Sólo hubo una gota que coincidía genéticamente con la de la mujer. Las demás muestras eran de los hijos, y en cuanto al famoso cartel, se confirmó que lo había hecho mi defendido con su propia sangre”, explicó Mario Leiva Haro, defensor de “El Lobo”.

Hubo otras dos teorías de tinte sentimental. La primera indicaba que Estequín acusó a su suegra, en primer lugar, de haber ayudado a su esposa a mantener una relación sentimental con un tercero, y después de haberla alentado a que huyera de Tucumán con ese misterioso hombre, que era menor que él y al que llamaban “El Zorro”.

La otra, más polémica aun, es que “El Lobo” podría haber mantenido una relación sentimental con Pereyra y que ella le contó a su hija lo que estaba pasando, por lo que Marisol decidió abandonarlo. “La primera fue una versión que siempre se manejó, pero no se tuvo en cuenta. La segunda fue una teoría que se planteó luego de que un amigo declarara que Estequín, cuando se habían pasado una tarde entera tomando bebidas, le contó esa situación”, indicó Leiva Haro.

La tercera fue planteada por la misma defensa. Involucró a Juan José Chávez, hijo de la víctima que habría tenido problemas de adicción y que habría agredido en varias oportunidades a la mujer. “Nunca nos escucharon y ni siquiera tuvieron en cuenta que hubo personas que la vieron salir de la casa de Estequín y varios de sus parientes reconocieron que de allí se iría a ver a ese joven”, contó el defensor del acusado.

Pero más allá de todas las hipótesis, la fiscala Marnero, después de analizar cada una de las pruebas que había recolectado a lo largo de la investigación, lo imputó del delito de homicidio agravado por alevosía. Tomó esta decisión al sospechar que “El Lobo” comenzó a seccionar el cuerpo de la víctima cuando aún estaba con vida.

“Siempre me quedó una espina que nunca pude sacármela: ¿Estequín realmente actuó solo? Buscamos varias alternativas porque estábamos seguros de que una sola persona no podía haberlo hecho, que necesitó ayuda de alguien para, por lo menos, arrojar los restos del cuerpo. Lamentablemente no encontramos indicios para profundizar la pista. Además, el silencio del acusado también complicó todo”, relató el comisario retirado Víctor Reinoso, que estuvo al frente de la investigación cuando se desempeñaba como jefe de la división de Seguridad Personal.

Personalidad

Los testimonios recogidos por LA GACETA dan cuenta de que el imputado era un hombre de dos caras. Su pareja, de manera desgarradora, contó su perfil violento y agresivo. Ramón López, que fue vecino de Estequín, afirmó que era un hombre que tomaba “muchísimo” alcohol. Aunque él no presenció ni escuchó peleas entre el “Lobo” y su esposa, Marisol, admitió que sabía que la pareja no se llevaba bien.

“Me cambié de casa porque no quería estar cerca de él”, le dijo López a LA GACETA en esos tiempos. El hombre afirmó que en la noche del 16 de enero escuchó un disparo en la casa de Estequín, pero que no quiso averiguar lo que pasaba. “Lo mejor era mantenerse alejado de él”, dijo.

Don Carlos, que trabajó en sus últimos años de servicio junto a “El Lobo” en la Quinta Agronómica. también habló sobre su perfil. “Era un hombre reservado, callado y de carácter tosco. Jamás tuvimos problemas con él porque no participaba mucho de reuniones o de bromas. Cuando nos enteramos del hecho, no podíamos creer. Sí fue tema de conversación. Pero cuando se reintegró a sus funciones, el clima en el trabajo era tenso. Él nunca dijo ni una palabra, ni nosotros le preguntábamos nada”, explicó el jubilado.

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