Historias detrás de la historia: "Lobo" Estequín, el hombre que mató y descuartizó a su suegra

CRISIS DE NERVIOS. Marisol Chávez, la hija de “Marga”. la gaceta / archivo CRISIS DE NERVIOS. Marisol Chávez, la hija de “Marga”. la gaceta / archivo
Gustavo Rodríguez
Por Gustavo Rodríguez 17 Abril 2020

Margarita del Valle Pereyra era una mujer “como las de antes”, según sus familiares. Le decían “Marga”. Era ama de casa, sostén de una familia que sólo sabía de necesidad y de moverse para buscar el dinero necesario que le permitía subsistir. Se dedicaba a revender plantines de flores y plantas que producía con la plata que le entregaban sus hermanos. El 26 de diciembre de 2003 había decidido ir a visitar a su yerno, Mario Estequín. “El Lobo”, como lo llamaban, era personal no docente de la Universidad Nacional de Tucumán. Además de ordenanza, también se desempeñaba como sereno de la Quinta Agronómica y vivía en una casa de esa unidad académica reservada para alojar quien se encargaba de custodiar esos predios. Quería hablar de frente con él, convencerlo de que dejara en paz a su hija de 22 años, Marisol Chávez, quien había huido a Buenos Aires. Algunos decían que lo había hecho con otro joven conocido como “El Zorro”. Otros decían que había viajado para escapar de los golpes que le propinaba. Esa fue la última vez que se supo de ella.

El 4 de enero, Oscar y Ana Pereyra, hermanos de Margarita, se presentaron en la ex Dirección General de Investigaciones para denunciar su desaparición. Relataron todos los detalles de su vida y que tenía un problema: a veces se excedía en el consumo de alcohol. Fueron una y otra vez a la oficina de Seguridad Personal buscando algún tipo de respuesta que no encontraban. Los investigadores buscaron en los hospitales, enviaron circulares a diferentes comisarías y pidieron ayuda a colegas de otras provincias, pero no tuvieron ningún resultado. El primer mes del año se extinguía lentamente. Había sido largo y agobiante por las altas temperaturas. Cuando todo indicaba que el caso terminaría sepultado en un cajón de un descuidado escritorio, uno de los denunciantes se volvió a presentar y aportó un dato clave: dijo que creía que Estequín había sido la última persona que la vio y que podría saber qué había pasado con ella. Pero al mismo tiempo les advirtieron que era un hombre violento.

El subcomisario Víctor Reinoso y el oficial Gerardo Perdigón se presentaron en la Quinta Agronómica. “Nos presentamos en la casa y le preguntamos si él era Estequín. Nos dijo que sí y cuando le contestamos que éramos Policía se puso blanco, comenzó a tartamudear. Ahí nos dimos cuenta de que algo sabía”, explicó el entonces jefe de Seguridad Personal de la ex Brigada. “No dudamos, y decidimos llevarlo hasta la base para interrogarlo. Cuando lo llevábamos negaba todo, pero al llegar se quebró y contó lo que había hecho con la suegra. Nos comunicamos con el fiscal (Carlos) Albaca, quien nos ordenó confirmar esa versión y, si encontrábamos algo, recién nos autorizaría a que lo aprehendiéramos. Esas palabras se transformaron en un compromiso muy grande”, explicó a LA GACETA.

Compromiso, en esos días, significaba tener algún tipo de prueba. En ese tiempo, los sospechosos de varios crímenes, a fuerza de apremios ilegales, confesaban ser los autores del hecho, pero cuando llegaban a la Justicia, negaban todo y aseguraban que habían declarado así para que se detuvieran los castigos físicos. “Era el viernes 29 de enero por la tarde. Se armó un equipo y fuimos hasta el lugar que ‘El Lobo’ nos había marcado. Era el camino interno de una finca. De un lado había un monte y, del otro, un cañaveral”, explicó Reinoso.

El sistema que utilizó el oficial para encontrar el cuerpo quedó en la historia de la fuerza. Todos los consultados coincidieron en relatar que el oficial hizo la búsqueda cuerpo a tierra, es decir, arrastrándose por el suelo. “Lo hice por una sola razón: al estar parado, el olfato te confundía, pero con la nariz más cerca del suelo, no se percibía el mal olor. Por supuesto que los otros integrantes me miraban raro y no decían nada porque era su jefe. Después de unos minutos encontré el brazo de la mujer. Todos respiramos tranquilos y, cuando le transmitimos la novedad al fiscal, confirmó la aprehensión de Estequín”, señaló Reinoso.

El 30 de enero, ya con la luz del día, a pocos metros, encontraron otros miembros de la mujer. El hallazgo más macabro fue ubicar un pie colgado de la rama de una enorme tipa. ”Un hombre del equipo debió trepar para poder bajarlo”, dijo el investigador retirado.

Aberrante teoría

Todo estaba bien encaminado para el esclarecimiento del monstruoso crimen, pero hubo un insólito entorpecimiento. El caso había comenzado a ser investigado por Albaca, que era el fiscal de feria, y al reanudarse las actividades en Tribunales, el expediente pasó a manos de la fiscala Teresita Marnero. Lo que debió ser un mero trámite de rutina (llevar la causa de una oficina a otra) terminó demorándose al menos cuatro días. Y esa fue la razón por la que los investigadores recién pudieron allanar la casa del sospechoso el 3 de febrero.

Al ingresar a la vivienda, los pesquisas se dieron con un horrendo mensaje: “Mary te amo”, estaba escrito en la pared con sangre. También encontraron un hacha pequeña con la que se suponía que había descuartizado el cuerpo de la suegra. Pese a que el sospechoso siempre decidió ampararse en sus derechos constitucionales para no declarar, la fiscala Marnero ya había elaborado una teoría sobre cómo se había producido el brutal homicidio.

Reinoso comentó los detalles de la investigación que realizó esos años. “La hipótesis que siempre manejamos fue que la asesinó ese mismo día. Es muy probable que la haya invitado a almorzar, le diera bebidas alcohólicas y, en un descuido, la mató de un golpe en la cabeza”, explicó. Al solicitar la prisión preventiva, la fiscala Marnero contó otros escabrosos detalles. El acusado seccionó su cuerpo de “Marga” utilizando un hacha de mano en una mesa rústica que tenía en el patio con suelo de tierra. Según su hipótesis, el acusado, aprovechándose de una torrencial tormenta, realizó esa horrible faena al aire libre y por esa razón no se encontró sangre humana en el lugar, ya que el agua la terminó escurriendo.

La investigadora también había elaborado una teoría sobre cómo pudo haber hecho para descuartizar el cuerpo de Pereyra. Varios compañeros de trabajo confirmaron en sede judicial que Estequín, además de realizar tareas de vigilancia, colaboraba con los no docentes que trabajaban en la morgue con los cuerpos que eran utilizados por los estudiantes de la cátedra de Anatomía de la Facultad de Medicina. En otras palabras, el sospechoso sabía cómo seccionar un cuerpo, o al menos tenía conocimientos básicos.

CRISIS DE NERVIOS. Marisol Chávez, la hija de “Marga”. la gaceta / archivo CRISIS DE NERVIOS. Marisol Chávez, la hija de “Marga”. la gaceta / archivo

Reinoso cree que “El Lobo” seccionó al menos en 10 partes el cuerpo de su suegra. “En base a los testimonios que recogimos esos días, al tórax, con otras partes, lo cargó en un carrito como los que usan los jardineros para llevar herramientas y lo tiró en el canal sur, y nunca se lo pudo encontrar. Secuestramos el carrito y los peritos confirmaron que tenía sangre y cabellos de la víctima. Después, puso los otros miembros en bolsas de consorcio primero y después en un bolso de tela negra de importantes dimensiones. Se subió a un ómnibus de El Provincial y viajó a Lules, donde los arrojó”, detalló.

Dos caras

Durante semanas el caso fue el tema de conversación en cada rincón de la provincia y generador de un gran interrogante: ¿puede haber una persona capaz de cometer un homicidio de estas características? El móvil nunca quedó en claro. En la etapa de instrucción se analizaron al menos tres posibilidades, pero todas, después de transitar por diferentes caminos, llegaban al mismo lugar: fue el cruento desenlace por una cuestión familiar que explotó a los días que su pareja lo abandonó y viajó a Buenos Aires.

En una nota publicada por LA GACETA en esos días, el licenciado en psicología Manuel Martínez Novillo señaló: “Este caso puede caratularse como una psicosis paranoica. El sujeto tuvo un ataque de celos de tipo psicótico hacia la suegra, al hacerla responsable de la ruptura de su pareja. Él manifiesta delirio persecutorio; se imagina que otros -en este caso, su suegra- influyen sobre otras personas cercanas para ponerse en su contra”.

LA VÍCTIMA. Margarita del Valle Pereyra tenía 50 años. LA VÍCTIMA. Margarita del Valle Pereyra tenía 50 años.

“Habrían sido celos histéricos si el sujeto hubiera llorado, se hubiera desmayado o enfermado, pero en este caso el rompimiento de una relación desencadenó lo que Lacan llama ‘el pasaje al acto’, típico de la psicosis. Se rompe la estructura que lo mantiene equilibrado”, agregó.

Además, el caso tuvo dos aristas increíbles. A los meses de haberse cometido el crimen, una productora de Buenos Aires se contactó con Mario Leiva Haro, defensor del acusado, para llevar su vida a la pantalla chica. Pero el acuerdo no avanzó porque no hubo un acuerdo económico y el proyecto se desvaneció antes de que tomara forma.

En febrero de 2006, cuando “El Lobo” ya se encontraba procesado y su abogado comenzaba a realizar los trámites para lograr su libertad porque ya habían pasado dos años sin ser enjuiciado, una protesta de personas en la puerta de tribunales alteró el orden de la zona. Eran los familiares de la víctima exigiendo que les entregaran las partes halladas de su cuerpo para poder sepultarla, trámite que la Justicia se había olvidado de realizar.

Mañana, segunda  entrega

Los investigadores manejaron tres hipótesis del crimen.

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