Terror en España: "me siento un soldado al que mandan a salvar al mundo pero sin armas"

Terror en España: "me siento un soldado al que mandan a salvar al mundo pero sin armas"

El sistema de salud español colpasó y el personal sanitario vive el día a día de contención al covid-19 entre muertes y grandes presiones emocionales.

UN LUCHA CONSTANTE. Es la que encara a diario el sistema de salud español.FOTO TOMADA DEL INSTAGRAN DE MERITXELL CASCÁN UN LUCHA CONSTANTE. Es la que encara a diario el sistema de salud español.FOTO TOMADA DEL INSTAGRAN DE MERITXELL CASCÁN
02 Abril 2020

Cuando atraviesa la puerta del Hospital Clínic de Barcelona para iniciar su guardia en la primera línea de batalla contra el coronavirus, la enfermera de urgencia Meritxell Cascán está obligada a dejar su miedo atrás.

Con 22 años de experiencia, "Xell" -al igual que la mayoría de sus compañeros médicos y enfermeros- no se había enfrentado jamás a una catástrofe sanitaria de la magnitud de la actual pandemia, que en pocas semanas colapsó los grandes hospitales de las zonas más afectadas de España, donde ya más de 10.000 personas perdieron la vida por el virus.

"En las urgencias del Hospital Clínic estamos acostumbrados a la tensión, a estar en alerta, pero nada se compara con esta situación extraordinaria, que nos desbordó a nivel emocional", afirmó la enfermera catalana en conversación telefónica con Télam, tras tomarse un respiro y poner en orden sus sentimientos en su blog "diariodeunaenfermeraenbcn".

Su experiencia más radical antes de la crisis del coronavirus fue hace cuatro años en el campo de refugiados de Idomeni, en la frontera de Grecia con Macedonia, cuando tuvo que asistir una avalancha de heridos, entre ellos mujeres con riesgo de aborto y niños que no podían respirar, a los que el Ejército atacó con gases y balas de goma.

Curtida por aquella vivencia algo lejana de un "campo de batalla" en las fronteras de Europa, Xell se adentra cada día en una trinchera invisible en su propio hogar, acechado por un virus que está mostrando una gran virulencia.

"El coronavirus no para de matar, y aunque normalmente ataca a gente mayor, en urgencias vemos jóvenes con los pulmones destrozados", dijo la enfermera de 42 años.

España es el segundo país con más víctimas mortales por coronavirus del mundo, detrás de Italia; y al igual que su socio europeo, está afrontando una crisis sanitaria sin precedentes.

De acuerdo con las autoridades del Ministerio de Sanidad, España sumó más de 800 muertos diarios en los últimos cuatro días -hoy un récord de 950- y la cifra de contagios puede seguir creciendo, tras superar esta semana los 110.000 enfermos.

Más de 12.000 infectados son parte del personal sanitario, y prácticamente no hay hospital cuya "primera línea" de atención no se haya visto golpeada por el coronavirus, que "llegó como un tsunami", dice Gisela Petiti, una médica dermatóloga que tuvo que abandonar su consultorio para convertirse en "internista" en el marco de la pandemia.

Aunque es reconocido por su calidad, el sistema sanitario español no estaba preparado para afrontar esta crisis.

A medida que se acumulan las bajas en las urgencias, médicos como Gisela o Marta, una gastroenteróloga de 35 años que pidió usar este nombre ficticio, tuvieron que hacerse cargo de pacientes de Covid-19 internados en hospitales públicos, tomando el relevo de compañeros enfermos y asumiendo decisiones muy difíciles.

"Nos pidieron que clasifiquemos el paciente de acuerdo al perfil terapéutico, entre 1 y 5, y los que están entre 3 y 5 no son tributarios de ingreso a terapia intensiva, así que tenemos que seleccionar. Es lo más duro que me pidieron en la vida", explicó Gisela, conmovida.

Marta, por su parte, relató que está trabajando "turnos de 12 horas y en un ambiente muy hostil", con pacientes que "no sabe manejar", de ahí que siente que está "muy por encima de sus posibilidades físicas y mentales".

"Voy a trabajar con miedo. Tengo dos miedos: uno es no estar a la altura y equivocarme en un tratamiento con pacientes a los que no estoy acostumbrada; y también me da miedo tener demasiada empatía", afirmó esta experta en prevención de cáncer de colon.

"Estamos prácticamente en shock. A nivel emocional es muy fuerte porque los pacientes están muy solos. Tenemos familias enteras, padres e hijos ingresados a la vez, unos van bien y otros mal. Y también llamamos cada día a familiares de los internados, y hay veces que tenemos que dar noticias malas por teléfono", añadió Marta con la voz quebrada.

Esto también es lo que más angustia a Xell, quien convocó a sus compañeros a participar de un grupo de apoyo con la ayuda de una psicóloga especializada en catástrofes, que los guía en uno de los momentos más difíciles de su vida profesional.

La mayoría de los médicos y enfermeros siguen sin contar con la protección adecuada para atender a los pacientes con Covid-19, a pesar de que las autoridades hacen esfuerzos por conseguir el material, que escasea a nivel mundial.

"Es muy difícil no contagiarte, porque vestirse y desvestirse ya es un riesgo; y además reciclamos material constantemente", dice Marta.

"Los cambios de protocolo, la falta de protección crean inseguridad", admite por su parte Xell, que se siente "como un soldado al que mandan a salvar al mundo pero sin armas".

Aunque cada día miles de españoles salen a sus balcones a aplaudir al personal sanitario para agradecerles su labor, los sentimientos de estos profesionales son contradictorios, ya que llevan años sufriendo recortes y reclamando que se los valorice por su trabajo. "Que ahora nos traten de héroes lo veo como una doble moral", reflexionó Marta, pese a agradecer los aplausos.

Ante el avance de la pandemia, el Gobierno español declaró estado de alarma el pasado 14 de marzo y un confinamiento casi total de la población, que el lunes se endureció a toda actividad no esencial.

"Llegamos tarde y mal", lamentó Gisela, quien cada día hace esfuerzos para no llorar cuando interna a un paciente y regresa al día siguiente al hospital y sigue sentado en una silla, esperando cama.

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