Suspenso, emoción, intriga. El cierre de la Superliga tuvo todo lo necesario para un final de película. Boca se consagró campeón porque pudo resolver su partido en La Bombonera al conseguir un triunfo agónico y sufrido, pero inolvidable.
Se impuso por 1 a 0 sobre Gimnasia y Esgrima La Plata con un gol de su ídolo, Carlos Tevez. River chocó contra la solidez, el orden, la paciencia y la inteligencia de Atlético, que rescató un punto de local y dejó al equipo de Marcelo Gallardo con las manos vacías.
Un final impensado hasta hace 15 días porque el "Millonario" no mostraba fisuras en su funcionamiento, derrotaba a sus rivales y se encaminaba hacia una consagración deseada especialmente por el entrenador, quien nunca pudo ganar un torneo largo desde que llegó al club para protagonizar uno de los ciclos más exitoso de la historia del club.
La cara de Gallardo tras el empate contra Defensa y Justicia, cuando le pidió a sus hinchas que "confiaran en el equipo", fue un anticipo de lo que sucedió anoche. River sintió la presión de tener que ganar en Tucumán. Atlético, con el oficio de Ricardo Zielinski -otra vez "verdugo" del conjunto de la Banda Roja, al que hace algunos años mandó al descenso con Belgrano y ahora le arrebató el título con el el "Decano"- hizo lo necesario para terminar siendo el actor principal de esta película.
El Monumental festejó como en las noches gloriosas. Pero no fue el de Nuñez. Fue el "José Fierro". El empate ante River tuvo un sabor especial.
No tanto porque con ese resultado permitió la consagración de Boca. Por la felicidad propia de un equipo que en los últimos años fue protagonista de grandes citas nacionales e internacionales. Atlético está vivo.
Más allá que ya acumula 10 partidos sin ganar en el torneo local. Eso hoy no importa. Le hizo frente a un rival que, según la opinión de muchos, es el mejor de la Argentina, pero no puede salir campeón.
Gallardo declaró una semana atrás que les gustaba este tipo de definiciones. Tal vez se confió. Tal vez se olvidó que el rival era Atlético. Y lo pagó caro.
River tuvo la pelota y atacó siempre. Pero no pudo lastimar a un rival que sabe lo que hace. Al que hay que respetar. Más allá de las rachas. Por eso se festejó en Tucumán, tanto como en La Bombonera.