Dos leones en la sabana tucumana

Dos leones en la sabana tucumana

La sinopsis de Netflix diría algo más o menos así. Dos políticos que no tenían nada en común consolidan un equipo sólido. Crecen juntos, cumplen objetivos y derrotan enemigos compartidos, incluido a su ex jefe y mentor. Así pasan los años. Hasta que comienza una puja por el poder y afloran las tensiones. Sin embargo, una situación crítica vuelve a unirlos. Ahora, como dos leones en la sabana, conviven entre gruñidos y tarascones, pero atados por el supremo desafío de la supervivencia. Pero, ¿podrán retornar a los tiempos de paz y de armonía plena?

Efectos colaterales

La gestión del gobernador Juan Manzur atraviesa su situación más complicada desde lo financiero. Tras la reelección junto al vicegobernador, Osvaldo Jaldo, el jefe del Ejecutivo tucumano tomó la más impopular de las medidas desde su arribo a la Casa de Gobierno y suspendió por decreto acuerdo la “cláusula gatillo”, una de sus armas predilectas a lo largo de la campaña electoral. Más de 120.000 empleados estatales se habían visto beneficiados por este sistema, que permitió un ajuste en los salarios públicos durante 2018 y 2019 al ritmo de la empinada inflación macrista. El efecto colateral de este régimen fue que, tras dos ejercicios, la planilla salarial se duplicó en términos nominales, hasta llegar a representar el 70% del Presupuesto General de la Provincia. El hecho de tener un signo político concordante con la Casa Rosada sirvió sin dudas para que Tucumán pudiera recibir un anticipo de recursos coparticipables por $ 1.000 millones para afrontar los haberes de diciembre. Pero el auxilio de Alberto Fernández a Manzur equivale al adelanto de sueldo que podría obtener un trabajador de su empresa: luego será descontado de su ingreso mensual en cuotas y, en este caso, con el posible pago de una carga por interés. Desde lo financiero, era una salida menos traumática que la toma de más deuda privada, como los $ 3.000 millones prestados sobre el cierre de 2019 por el Banco Macro. Sin embargo, no significa una solución, sino un alivio transitorio.

Al margen de lo técnico, todas las medidas dispuestas por Manzur para paliar el impacto de la crisis económica en el Estado provincial contienen un dato político: fueron dispuestas por el jefe del Ejecutivo y diseñadas con la colaboración de funcionarios y dirigentes de su confianza, como el ministro de Economía, Eduardo Garvich, la ministra de Gobierno, Carolina Vargas Aignasse, y el vicepresidente primero de la Legislatura, Gerónimo Vargas Aignasse. Es más, el decreto acuerdo que incluye las disposiciones de solidaridad -es decir, de ajuste-, como la suspensión de la “cláusula gatillo” y el congelamiento de los haberes de los funcionarios jerárquicos del Ejecutivo, no requiere del tratamiento legislativo para tener plena vigencia, como sí ocurre con los decretos de necesidad y urgencia. La decisión, en definitiva, fue tomada por Manzur.

Antes de las fiestas

Jaldo, que se reintegraría de su licencia la semana próxima, había interrumpido sus primeras horas de vacaciones para indicarle al presidente subrogante de la Legislatura, Regino Amado, que anunciara el congelamiento de las dietas de los legisladores durante 180 días, en línea con el Congreso. El hombre fuerte de Trancas estará sentado en el estrado del recinto el 28 de este mes, cuando la medida sea ratificada, en sesión extraordinaria, por el cuerpo colegiado. Así, al menos en los gestos institucionales, el Poder Legislativo y el Ejecutivo van en sintonía. No sucede lo mismo en cuanto a los gestos políticos, y Famaillá fue testigo de ello, dos veces, antes de las fiestas de Año Nuevo.

Manzur y Jaldo encabezaron sendas reuniones en la Capital de la Empanada. La primera tuvo por protagonista al vicegobernador. Fue en la casa del intendente local, José Orellana, y de la legisladora Sandra Mendoza, donde despidieron 2019 en un ámbito más íntimo. Estuvieron invitados, además, el intendente bandeño Darío Monteros y su esposa, la diputada Gladys Medina; el jefe municipal de Alderetes, Aldo Salomón y su esposa, la legisladora Graciela Gutiérrez; y el intendente de Simoca, Marcelo Herrera. El segundo encuentro, encabezado por Manzur, tuvo lugar en un parador de Famaillá, también con los Orellana como anfitriones. Además de Jaldo, esta vez, participaron legisladores y dirigentes. Hubo brindis, saludos y discursos. Coinciden los testigos en que el tranqueño valoró los resultados electorales. Pero advirtió sobre la inconveniencia de instalar temas que estén fuera de las preocupaciones ciudadanas, y que pudieran generar desavenencias. Si sus palabras hubiese tenido un subtítulo debajo, algún traductor hubiera escrito: “no vengan con la reforma de la Constitución, que a nadie le sirve hablar de reelecciones indefinidas”. Algunos de los presentes se sintieron particularmente observados por el presidente de la Legislatura. A continuación, según coinciden los relatos, habló el gobernador. No lo hizo con la contundencia que lo haría más adelante, en un festejo convocado por el diputado nacional y dirigente bancario Carlos Cisneros. Pero en el restaurante famaillense, micrófono en mano, Manzur habría señalado que los sueños no pueden tener límites. Los buenos entendedores -Jaldo es uno de ellos- no necesitan subtítulos ni traductores.

Por supuesto, el anuncio de la suspensión de la “cláusula gatillo” y el constante impacto de la crisis económica en el ánimo social alejan cualquier posibilidad de reforma constitucional. Además, para avanzar con una reforma se necesitan 33 votos de los 49. Pero con 17 legisladores se evitan los dos tercios requeridos para el llamado a una Constituyente. En definitiva, las tensiones por ocupar la casilla del medio seguirán latentes. Pero los leones tienen otra prioridad. Los recursos escasean en la sabana tucumana. Y hay que asegurar la supervivencia de la especie. Quizás, cuando pase el verano, las lluvias traigan alivio. Será otro capítulo. Próximamente, en Netflix.

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