La idea de un tucumano permite enseñar neurocirugía en 3D

La idea de un tucumano permite enseñar neurocirugía en 3D

Dos neurocirujanos, un porteño reparador de microscopios y un programador lograron un dispositivo que permite minimizar costos.

CON ANTEOJOS ESPECIALES PARA VER IMÁGENES 3D. Campero muestra a colegas la versión 3 D de un procedimiento quirúrgico y -asegura- no sólo aprenden los demás; incluso el cirujano puede revisar su práctica y mejorarla. CON ANTEOJOS ESPECIALES PARA VER IMÁGENES 3D. Campero muestra a colegas la versión 3 D de un procedimiento quirúrgico y -asegura- no sólo aprenden los demás; incluso el cirujano puede revisar su práctica y mejorarla. LA GACETA / INÉS QUINTEROS ORIO

Se dice que uno de los muchos valores de los científicos argentinos es que, a su saber disciplinar, suman la capacidad creativa de “atar con alambre” lo disponible y hacer muy bien su trabajo.  El nerurocirujano tucumano Álvaro Campero es un ejemplo de ello, y la revista “World Neurosurgery”, una de las tres más importantes del mundo en ese ámbito, acaba de publicar lo que, con el apoyo de otros dos argentinos, Campero logró construir: un sistema de video microquirúrgico 3D de bajo costo, que además -cuenta orgulloso- “es 100% made in Argentina”.

Campero es jefe del Servicio de Neurocirugía del hospital Padilla, pero otra de sus pasiones es formar colegas. “En el quirófano trabajamos con microscopio quirúrgico, que le da al cirujano una imagen estereoscópica ampliada con alta calidad e iluminación”, dice Campero... Y hay que arrancar con las explicaciones: la visión estereoscópica es la habilidad físico-psicológica que tenemos de “construir” imágenes tridimensionales a partir de sólo dos ojos: en cada retina se forma una imagen, y son ligeramente distintas, por la diferente posición de los ojos, lo que genera efecto de relieve. El microscopio reproduce esa situación, y agregándole una cámara es posible filmar las cirugías y usarlas como herramienta pedagógica. “Los videos son muy útiles  en el entrenamiento neuroquirúrgico -asevera-. Y lograr imágenes 3D tiene una gran ventaja: ofrece de modo realista las relaciones espaciales y la profundidad de las estructuras que muestra el microscopio”. “Pero los sistemas disponibles son muy caros: hacen falta un microscopio de la más alta gama y el equipo para lograr la imagen 3D; este solo cuesta 100.000 dólares”, añade.  

“Medio loco”

Campero no estaba dispuesto a renunciar a la calidad, y junto con su colega Juan José Agüero, le dio vueltas y más vueltas a la cosa, seguro de que había una solución.

En una de esas vueltas se le ocurrió hablar con José Carlos Sáez, un ingeniero de Buenos Aires especialista en arreglar microscopios.

APRENDER MEJOR. El “invento” ya tiene “hermanos” en otros países. APRENDER MEJOR. El “invento” ya tiene “hermanos” en otros países.

“Había que estar medio loco, y conseguí que José se prendiera”, cuenta Campero, y agrega: “le expliqué lo que buscaba: un microscopio quirúrgico que pudiera grabar lo que ve cada ojo del cirujano por separado y luego lo integrara. José lo construyó con dos adaptadores de video, dos cámaras, unos soportes de otros microscopios y un cable HDMI”.

Pequeño desfase

Cuando  Agüero terminó de construir el prototipo y lo probaron, apareció el único obstáculo con que se encontraron: había una mínima diferencia en los tiempos  de grabación que no permitía ensamblar las imágenes.

“Me recomendaron que hablara con ‘Buda’ (que es el apodo de Benjamín Arnedo), verdaderamente, un capo”, dice Campero. Cuenta que se encontraron en un bar de Yerba Buena, le explicó y Buda le preguntó ¿“tenés un rato ahora”?

“Abrió la computadora y en 15 minutos me dijo ‘ya está. Te hice un plug in que va a coordinar las imágenes sin problemas”, sigue relatando, con una suerte de incredulidad que todavía le dura.

Y mientras cuenta, explica y aclara, mira su invento; es tan manuable que cabe en una especie de tupper grande, lo que le permite llevarlo y traerlo como necesite, y ese no es un dato menor: la formación de pares lo lleva por el país y por el mundo (España, Estados Unidos y Panamá); todas las veces su idea vuelta realidad lo acompaña, protegida en su estuche negro. “No sólo es mucho más barato (sólo cuesta 3.000 dólares), sino que se adapta a cualquier microscopio”, destaca y cuenta, orgulloso, que ya varios amigos/colegas han hecho construir el propio: al menos uno en México y otro en España.

“No, no lo patentamos; no era la idea. Lo que queremos es facilitar las cosas, y lo estamos logrando”, cuenta Campero, mientras se prepara, en lo inmediato, para una cirugía. Y para cerrar el año de formación, a dictar dos cursos nuevos: uno en Buenos Aires y otro en Mar del Plata.

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