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BLOQUE FINAL. Las candidatas en segundo término respondieron las inquietudes de los lectores. LA GACETA/FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO BLOQUE FINAL. Las candidatas en segundo término respondieron las inquietudes de los lectores. LA GACETA/FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO

Tal vez las candidatas a diputada nacional hayan sido más corteses y civilizadas que los postulantes que participaron en debates previos de LA GACETA Play. Destacar eso como un avance es plantear la entidad de la pobreza: hay que festejar que, aunque hubo ataques, Alejandra Arreguez, Lidia Ascárate, Mabel Carrizo y Nadima Pecci no hayan caído -permanente y únicamente- en la tentación de la iracundia. Fuera de ese acierto de urbanidad, las exposiciones corroboraron el triunfo del eslogan, la pasión por el reduccionismo y la incapacidad para analizar los temas de importancia capital para la Nación con la responsabilidad que aquellos demandan.

La liviandad no es un atributo del discurso de Arreguez ni de Ascárate ni de Carrizo ni de Pecci: es la cualidad que mejor define a la dirigencia en general. Los políticos parecen haber renunciado a plantear las dificultades que entrañan los problemas que tienen que enfrentar y a ser creativos. El mesianismo y el pensamiento mágico se multiplican como los panes y los peces, y liman las diferencias. No parece tan distinta la Arreguez que se alza contra el capitalismo de la Pecci que se ata a las dos vidas cuando las propuestas que ambas enarbolan carecen de base científica. Del mismo modo, la falta de planes concretos desdibuja el abismo que supuestamente separa al “macri-bullrichmo” de Ascárate del kirchnerismo de Carrizo.

Quizá a las candidatas les parezca que no vale la pena hilvanar un mensaje realista e informado sobre el narcotráfico; el régimen penal juvenil; el aborto; la negociación con los acreedores extranjeros; la reforma política; el ambiente y la industria sucroalcoholera. Aquel déficit abonado por motivaciones electoralísimas anticipa limitaciones preocupantes para ofrecer soluciones serias y proveer al bien común. Si la actuación de ayer se escruta con los ojos de la quinceañera Ana Jándula, que en una entrevista publicada en la edición del miércoles lamentó que “los políticos siempre hablen de lo mismo”, entonces el debate de ayer no tuvo ganadora: el certamen quedó infelizmente desierto.

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