Asperger: cómo viven las mujeres atrapadas en el espectro autista

Asperger: cómo viven las mujeres atrapadas en el espectro autista

Según las estadísticas, por cada mujer con Síndrome de Asperger (el tipo de autismo que tiene Greta, la niña que habló en la cumbre mundial sobre clima), hay cuatro varones.¿La razón? Ellas se adaptan mejor a la realidad y no tienen diagnóstico.

¿Cuántas Greta andarán caminando por la calle sin saberlo? Iris Fernández posiblemente sea una de ellas. Todavía no lo sabe. Pero su hija le sirve como espejo. “Mí infancia fue difícil ... no sabía interpretar mis propias emociones ... por momentos estaba feliz y de pronto me venía una tristeza inoportuna que no entendía a qué se debía. A veces tenía miedo a cosas que no temería la mayoría de la gente, como la risa de los payasos. O el flash de la cámara de fotos, o la luz de la velita de la torta”, cuenta la joven de 30 años, mamá de Sol de 12 años, y Luisana, de cinco. 

Ella se sabía distinta, pero no tenía cómo expresarlo. “A la hora de jugar no entendía las reglas y al final no jugaba con nadie, me quedaba sola ...” Cuando Iris tuvo a su primera hija, descubrió con asombro que muchas de sus conductas le hacían acordar a ella. “Una vez mi hermana me contó que vio en una serie televisiva una niña con síndrome de Asperger y que se parecía mucho a Sol. Comencé a averiguar. Me encontré con mucha gente en situación similar hasta que llegué a un médico psiquiatra infantil que me dio el diagnóstico que yo ya presentía: síndrome de Asperger”.

Era el mismo trastorno de Greta Thunberg, la niña sueca que habló sobre el cambio climático en la Conferencia de Naciones Unidas. “El Síndrome de Asperger es una condición del neurodesarrollo que afecta en la forma en que se procesa la información sensorial y el modo de relacionarse. Estas personas pueden tener dificultad en la comunicación con los demás por su excesiva franqueza o por la forma de usar el lenguaje no-verbal, como muchos vieron en Greta”, explica el psicólogo Diego Tarkowski, director ejecutivo del Centro Educativo Terapéutico San Martín de Porres. Generalmente sorprenden a los demás porque suelen tener intereses muy intensos (y llegan a ser verdaderos expertos en esas cuestiones) pero restringidos, es decir, que se interesan sólo por algunas cosas. Esto es válido para el colegio, para la vida, para todo.

Tarkowski enumera las señales de alerta: falta de empatía (de ponerse en el lugar del otro), lenguaje enciclopédico (uso de palabras que no se corresponden con la edad), prosodia robótica (tono de voz monocorde o extraño), mirada analítica o distante, comportamientos o rituales repetitivos y torpeza motora, entre otros. “Esto provoca aislamiento social en el niño”, dice. La depresión y la ansiedad también están presentes. Pero no hay dos personas con autismo iguales. Los síntomas son muy variados y casi nunca se dan todos al mismo tiempo. Hay muchos grises, por eso hablamos del Espectro Autista”, dice.

Según la Organización Mundial de la Salud un niño por cada 160 estaría dentro de este espectro. Por eso se necesita la mirada atenta de los padres, equipos multidisciplinarios y profesionales capacitados, desde médicos hasta maestros, pasando por psicólogos y todo el personal que trabaja con chicos.

Si se conociera más sobre este trastorno quizás Iris no se hubiera compadecido de Greta: “la vi tan preocupada, conteniéndose las lágrimas, nerviosa, juzgada por sus gestos... mientras los gobernantes hacen cosas atroces”, reflexiona. El presidente Trump fue uno de los que se burlaron de ella. Iris, que todavía no tiene su diagnóstico de Asperger, admira a Greta por su lucha por el ambiente. “Me gustaría que en América Latina también se escucharan las voces de los pueblos originarios defendiendo sus luchas, que no se adueñen de sus tierras y que termine la deforestación y la contaminación ambiental en este país”, dice, tan vehemente como la sueca, esta otra Greta que camina por la calle al margen de la estadística.

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