La Legislatura, otra vez

El país arde. En las calles cubiertas de azahares se habla de economía, crisis, dólar, Mauricio y Alberto... y del escándalo en la Legislatura.

Cuando la preocupación por la política y por los bolsillos flacos se apodera del colectivo social, los legisladores tucumanos se las ingenian para colarse en la agenda. Parecen empecinados en que se hable de ellos y no precisamente por buenos motivos. Sin que nadie se lo pidiese y por solidaridad con Gonzalo Blasco “al que muchos estaban criticando” (tal como sostuvo en LA GACETA Play), el legislador Luis Brodersen salió a decir que él también pagaría un bono de $5.000 a sus empleados del sector privado si el Presidente llegara al balotaje electoral. El hombre del PRO no tan sólo desconoció que su acción podría colisionar con leyes nacionales, sino que olvidó que reviste la condición de representante del pueblo. Doble irresponsabilidad por parte de quien llegó a la Cámara denunciando manejos poco claros de los presupuestos públicos y con la bandera de la transparencia que pregonaba el macrismo. Esa fue la primera ola de fuegos de artificios que volcó la mirada pública hacia el Poder Legislativo.

Podría haber quedado allí y haberse circunscripto todo a uno de sus integrantes, incluso de la oposición provincial, pero una denuncia que surgió del propio cuerpo echó más leña a la hoguera siempre encendida de la Legislatura. El radical Ariel García pidió sanciones contra su par y revivió viejos fantasmas en la Legislatura, porque inmediatamente Brodersen vinculó la solicitud con una vendetta del oficialismo en su contra: él y el radical Eudoro Aráoz denunciaron el pago discrecional de gastos sociales, y fueron los únicos que se negaron a recibir ese dinero “en negro”. Así, el legislador del PRO volvió a poner sobre la mesa el tema que más daño le hizo a la Legislatura, el del manejo de sus fondos y el de la retribución de los parlamentarios. Para colmo, sumó en la discusión a un hombre clave del oficialismo, a Marcelo Caponio. Sostuvo que si su ofrecimiento de $ 5.000 merece una sanción de hasta destitución del cargo, lo mismo le cabe al apoderado del PJ local, que organiza desde bingos hasta “mercaditos sociales” a cambio de afiliaciones a su partido político. Fuegos artificiales tamaño 4 de julio yanqui.

El accionar del denunciante y del denunciado, además, reabren el debate sobre el clientelismo político y sobre la vara con la que se mide a quienes presuntamente incurren en esas prácticas. Surgen, de mínima, dos preguntas para los propios parlamentarios: ¿por qué se denuncia a unos y no a otros? ¿Por qué se sancionaría a algunos y no a todos?

El problema es para todo el cuerpo, pero principalmente para el vicegobernador, Osvaldo Jaldo, que desde que llegó a esa poltrona mayor se topó con problemas de desprestigio, que fueron desde las “valijas” con presunto dinero de la Cámara, pasando por las denuncias por drogas ilegales y narcotráfico contra parlamentarios y empleados suyos hasta el robo de una camioneta del Parlamento. Ni hablar de los gastos sociales... Jaldo modificó el esquema de entrega de esas ayudas y borró ese término del vocabulario legislativo. También intentó conciliar posturas entre opositores y oficialistas, más allá de la abrumadora mayoría de su espacio político, que siempre impuso. Y ostentó. Ahora, en el epílogo del mandato y en un escenario inédito en cuanto a dónde está centrada la atención pública, un nuevo escándalo acosa al poder que dirige. Justamente en este contexto, ayer, de dos brochazos, buscó dar casi por cerrada la querella: declaró que Brodersen “se retractó” en los medios y agregó que la Cámara no se va a “enfrascar” en un expediente sancionatorio contra un parlamentario ante la crisis que atraviesa el país y que padecen los ciudadanos.

Es que, precisamente, ni García ni Brodersen tienen nada que perder (ambos terminan mandato. Brodersen dijo que no seguirá en política y García cayó en las últimas dos elecciones), pero el vicegobernador está quizás en su mejor momento. Pese a su extensa trayectoria (que desgasta), tiene cuatro años más en el cargo o puede reemplazar a Juan Manzur en la Gobernación si el mandatario ocupa un lugar en un eventual gabinete de Alberto Fernández. En uno u otro caso, también es la “fija” del mundo peronista para que suceda al ex ministro de Salud. Muchos especulan que ya es el momento que sople el huracán que desde hace años amontona votos para que borre los de la capital y la balanza quede a favor del justicialismo. Habrá que ver cómo acomoda su casa Jaldo y, principalmente, su futuro.

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