Una Corte “excusada” de hacer justicia

Una Corte “excusada” de hacer justicia

La memoria institucional se dispone a registrar una novedad: comienza la fase de la Corte dominada por la presencia de los ex fiscales de Estado de los últimos dos gobiernos de la provincia. La llegada de Eleonora Rodríguez Campos configura esa mayoría peculiar made in “Trucumán”. La ex defensora de los actos de la administración pública se encontrará en el máximo tribunal con dos de sus ex jefes en el Poder Ejecutivo: Antonio Daniel Estofán y Daniel Leiva. A ellos se suma el presidente Daniel Posse, quien ocupó diversos cargos durante el Gobierno del hoy senador José Alperovich. Claudia Sbdar queda como una ave rara entre sus pares. Es la única que no trabajó a las órdenes del mandatario que la nombró, sin perjuicio de que, cuando ya era vocal, uno de sus hijos aceptó posiciones diversas en la era “Alperovich”. El fin del ciclo de René Goane deja en principio a Sbdar en soledad en lo que se refiere a “las manos libres” que hacen falta para fallar en conflictos concernientes al Poder Ejecutivo.

Hay quienes ponen este cuadro en términos porcentuales. Sólo el 20% de los vocales de la Corte expresa con nitidez el principio rector de la república: la separación de la política de la justicia. Es cierto que el tiempo, ese “gran sanador”, al decir de un oráculo vernáculo, acomoda los tantos. Los impedimentos de Posse y de Estofán lucen menos intensos en el presente que hace un lustro. Pero contra ese proceso natural de liberación de las amarras originales u originarias conspira la Justicia caracterizada por la lentitud. El volumen de causas de la administración Alperovich todavía es significativo, circunstancia que complica la intervención de Estofán. Ello afecta a Leiva y afectará a Rodríguez Campos, quienes sucesivamente dirigieron las fiscalías encargadas de defender al Estado en esos procesos “viejos” y en los abiertos -y en trámite- del mandato de Juan Manzur. Crecerá el caudal de excusaciones, que ya es copioso. Con esa perspectiva por delante, un príncipe del foro se atrevió a pronosticar la parición de un oxímoron: la Corte “excusada” de hacer justicia.

La imposibilidad de integrar el más alto tribunal doméstico entorpece su funcionamiento y agrega dolores de cabeza a quienes urge resolver un litigio. Lo comprobó por enésima vez Alberto Lebbos cuando advirtió que Leiva y Posse habían fallado a favor del ex funcionario acusado Eduardo Di Lella pese a que el primero mandaba en el equipo de la Provincia que intervino en el juicio oral (por la demanda civil) y el segundo es primo de uno de los defensores. Lebbos brama que ambos vocales se inhibieron luego de liberar al imputado.

La existencia de tantos obstáculos para fallar distorsiona la razón de ser de la Corte, que es la máxima instancia local de interpretación de la Constitución y, por lo tanto, debe sentar criterios que favorezcan la seguridad jurídica. La presencia reforzada de ex fiscales de Estado traslada aquella tarea esencial a otros ámbitos, que tienen sus propias cuitas. Hoy más que nunca la responsabilidad de resolver los pleitos en lo contencioso administrativo recaerá sobre los magistrados de ese fuero, que han de reemplazar a los vocales de la Corte que no pueden juzgar porque tomaron partido por la Provincia. Atención, entonces, a los movimientos de piezas en la Cámara en lo Contencioso Administrativo. Allí soplan vientos impetuosos. La percepción es que esos aires revueltos propiciarían la jubilación de la vieja guardia que tantos límites puso al oficialismo -incluida la nulidad de unos comicios- y su sustitución por componentes más amigables -que a su vez generan más inhibiciones-. Juan Ricardo Acosta, ex subinterventor del Subsidio de Salud y juez de la Sala I, sería el adelantado mayor en una corriente que comprende la instalación de los juzgados de primera instancia.

El estrés del fuero en lo contencioso administrativo se proyecta sobre las restantes áreas del Poder Judicial a partir del ingreso de Rodríguez Campos. Esta vocal reúne la condición de ex fiscala de Estado con la calidad de sobrina de Edmundo Jiménez, el ministro público fiscal que participa en todas las causas que llegan a la Corte. Ese parentesco inaugura un capítulo nuevo en el manual de incompatibilidades. La incorporación de familias enteras al Poder Judicial rompió el techo de la cúpula y entró a instituciones que deberían ser contrapuestas. Rodríguez Campos anticipó el viernes que analizará la situación “caso por caso” y se apartará si corresponde. De pasada matizó que ella iba a integrar la sala en lo contencioso administrativo y laboral donde el jefe de los fiscales sólo emite un dictamen no vinculante (mero consejo). El problema es cómo se verá que la sobrina adopte la recomendación del tío aunque jurídicamente sea lo correcto. El ciudadano perjudicado por la decisión tendría motivos para creer que fue a los Tribunales en busca de un arbitraje independiente y terminó juzgado por una “célula básica”. Algunos postulan que la única forma de evitar esa conclusión propia de un califato es que Rodríguez Campos se baje de los procesos donde aparece Jiménez, conjetura que convertiría su magistratura en la nada misma.

El escollo del parentesco produce mayores interrogantes en los casos penales donde el Ministerio Público Fiscal lleva adelante la acusación, es decir, imputa delitos. Se trata de la actividad judicial más sensible y delicada, y la que requiere de la mayor asepsia e imparcialidad porque dirime la libertad y el honor de los ciudadanos, además del patrimonio. La actuación de Rodríguez Campos en los procesos penales podría llevar al sistema a un lugar inexistente en el orden jurídico porque Jiménez no sólo mantiene los recursos de casación ante la Corte, sino que también está habilitado para establecer el orden de reemplazo de los fiscales propiamente dichos; designar a dedo a los cuasifiscales denominados auxiliares, y controlar la disciplina e impartir instrucciones a todos. Que rubrique o no una actuación específica deviene irrelevante porque dispone de las palancas de operación del conjunto. El apellido Jiménez supera así la inquietud ética o por las formas. Rodríguez Campos sabe que en ese punto se juega su carrera: por algo en su primera entrevista como vocal electa hizo hincapié en la palabra “prejuicio”.

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