No todo lo que reluce con la palabra light es saludable

No todo lo que reluce con la palabra light es saludable

Dos estudios muestran la baja calidad de nuestra alimentación. Las indicaciones dietéticas deben ser individualizadas. Frenar la epidemia de obesidad requiere decisiones políticas. Industria y marketing.

CUIDADO CON EL MARKETING. Detrás de palabras como light, diet o “bajo en...” pueden esconderse falsas promesas de salubridad. CUIDADO CON EL MARKETING. Detrás de palabras como light, diet o “bajo en...” pueden esconderse falsas promesas de salubridad.

Desde las gelatinas a las hamburguesas, pasando por el dulce de leche, las mermeladas y hasta la crema. Las palabras light y diet se han adueñado de miles de productos y crean la falsa idea de que eso los hace saludables. Esto, en un mundo donde la obesidad tiene calibre de pandemia y no hace más que crecer.

• Primer dato: el estudio ABCDieta, del Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación (CEPEA), presentado hace dos días en Buenos Aires en el II Congreso de Nutrición y Alimentación, mostró que -sin diferencias de nivel socioeconómico- uno de cada tres niños y seis de cada 10 adultos argentinos siguen una dieta de baja calidad. El relevamiento se hizo en CABA, y en ciudades de la Provincia de Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza, La Plata, Neuquén, Tucumán, Salta y Misiones.

“Se observó que en los primeros tres años de vida, aunque sin llegar a valores ideales, la calidad de la dieta es la más alta; a partir de allí decae dramáticamente a menos de la mitad del estándar saludable. Esto evidencia que el cuidado de los primeros años se relaja cuando el niño se integra a los hábitos del resto de la familia”, explica Sergio Britos, nutricionista, director de CEPEA y autor principal del estudio. Es grave, y la CEPEA propone cinco líneas de políticas públicas prioritarias (ver “Políticas...”).

• Segundo dato: pongamos la lupa en el mapa y miremos nuestra provincia como lo hicieron Florencia Cesani Rossi, antropóloga, docente de la Universidad Nacional de La Plata e investigadora de Conicet, y Laura Cordero, tucumana becaria posdoctoral del Conicet en el Instituto Superior de Estudios Sociales. En estudios recientes mostraron que el 34% de los escolares de 8 a 12 años de ámbito urbanos de Tucumán sufre exceso de peso; el 17% de ellos, obesidad. Además, observan incrementos significativos de tejido adiposo, que deja a esos chicos más expuestos a afecciones crónicas y enfermedades como asma; problemas óseos y articulares, diabetes tipo 2 y riesgo de enfermedad cardíaca.

“No es todo -agrega Cordero-; en esos niños también se detectó localización adiposa centralizada, factor importante para predecir aumento de triglicéridos, de colesterol ‘malo’, de presión arterial... Enfermedades típicas de adultos empiezan a aparecer en poblaciones infantiles”.

“Con este panorama urge atender los lineamientos de alimentación saludable en el hogar, pero muchas veces hay grandes contradicciones entre lo que dicen la publicidad, el sentido común, los profesionales de salud y los medios de comunicación sobre qué entender por ‘alimentación saludable, y se crea mucha confusión’”, añade.

• Tercer dato: esa “confusión”, además de poder hacer mucho daño, no es inocente; en la enorme mayoría de los casos, es estrategia de marketing. Pensalo: los pasillos de los supermercados suman miles de metros cúbicos de mercadería fabricada por alguien, y ese “alguien” (las empresas) quiere que compres su producto, así que entre envoltorios con color verde, fotos de vegetales y palabras tratará de convencerte. Es entonces cuando aparecen carteles: diet, light, bajo en sodio, descremado... ¿qué significan en realidad?

“Esta confusión que promueve la industria alimentaria es grave, porque al pensar que son saludables mucha gente los consume más y más frecuentemente que alimentos típicamente poco saludables, cuando en realidad son iguales -resalta Cordero-. Hay muchos mitos por derribar”.

Sólo algunos: el pan tostado es más saludable que sin tostar; las galletas de agua son mejores que el pan francés, y el lactal, mejor que el francés. O el azúcar morena tiene menos calorías que el azúcar refinado, y el azúcar light es mejor que el común o el edulcorante. Que no cenar adelgaza... Incluso, que los fideos secos “con vegetales” son mejores que los tradicionales. “Son lo mismo, con colorantes. Pero dicen que son mejores, y los cobran más caros”, advierte Cordero, y añade: “a muchos de estos mitos los promueve la industria alimentaria, pero en otros casos se trata de indicaciones dietéticas no individualizadas”. Entonces, vamos por partes.

¿Qué significa light?

Según el Código Alimentario, en Argentina, la etiqueta light debería aparecer en un producto (mermelada, crema de leche, yogur, galletas) cuando tiene menos calorías, carbohidratos, azúcares, grasas, colesterol o sodio que la versión tradicional del mismo alimento. Decir que unas galletas son light en grasas implica que tienen hasta un 25% menos de grasa que el original, pero no por eso dejan de tener grasas; y muchas veces bajar las grasas implica agregar azúcares…

“Salimos del fuego y caemos en la brasa”, remarca gráficamente Cordero.

“Si no se consumen grasas, el cuerpo tiene dificultad para absorber vitaminas liposolubles (A, D, E y K), que son fundamentales. Además, un 20% del colesterol alimentario, mayoritariamente grasa animal, se captura en el intestino y por la sangre se pone en contacto con la piel; allí, con los rayos solares, genera vitamina D, fundamental tanto en la infancia, para crecer, como en la vejez, para combatir la osteoporosis”, advierte Mariela Córdoba, especialista en Nutrición del Centro de Salud Ramón Carrillo, de Yerba Buena. “Además, el déficit de vitamina D se asocia con síndrome metabólico, que incluye hipertensión arterial, y alteración de lípidos y de glucosa”, agrega.

Primera conclusión: no demonizar las grasas y preguntarse: ¿hay razón para elegir light?

Excesos y defectos

Según el estudio de CEPEA, son cuatro los eventos alimentarios significativos que ocurren luego de la infancia temprana: se pierde la protección de la lactancia materna; se reduce el consumo de lácteos y de frutas; se acelera el consumo de azúcar (gaseosas, jugos y galletitas dulces) y comidas como pizzas y sándwiches ganan protagonismo. Destaca además que entre los nutrientes críticos es clave el azúcar, cuya consumo en todos los grupos es alto. Pero, ¿hace falta aclarar que tampoco es el demonio?

“El azúcar dañino es el que se utiliza para fabricar caramelos y golosinas; se llama jarabe de maíz de alta fructosa (JAF) y a diferencia de la glucosa, no se regula mediante la insulina; eso causa más riesgo de que aumente en sangre”, explica Córdoba . Y alerta: el JAF no está sólo en los caramelos, se encuentra en todo tipo de alimentos procesados y en bebidas. Y debería figurar en los etiquetados, que son obligatorios.

Córdoba recuerda, además, que son fundamentales los azúcares que aportan frutas y verduras. “Y según la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo sólo un 6% de la población consume las cinco porciones de frutas y verdura que se consideran necesarias por día”, agrega.

Atender a los mensajes

“En el campo de la nutrición abruman los discursos contradictorios, causados entre otros motivos por interpretaciones erróneas de resultados de investigaciones. Y se genera una dañina demonización alimentaria -afirma Córdoba-. A veces son las grasas, luego los hidratos; puede tocarle a la leche o a las carnes. Pero demonizar acorrala al consumidor y no mejora el perfil de ingesta”.

“Las personas tienen diferentes requerimientos, y estos generan las necesidades nutricionales”, advierte Cordero, y destaca que no pude comer lo mismo un celíaco que alguien con los triglicéridos elevados, por dar sólo un ejemplo. “Por eso importa -advierte- retomar los conceptos de variedad y moderación, y asegurar los nutrientes clave en cada etapa. Con la progresiva incorporación de las mujeres al trabajo, la industria alimentaria ha ganado espacio en un ámbito de especial importancia, adueñándose de un saber ancestral de las familias: cocinar y dar de comer a sus seres queridos”.

“En ese marco, todos debemos estar atentos a la oferta de la industria alimentaria, que propone sobrada e innecesariamente azúcar, sal y grasas dañinas -subraya-. Y eso está llevando a las cifras de sobrepeso y obesidad que estamos observando”.

> Alimentos dietéticos
Necesidades especiales: nada sirve para todo.

 El Artículo 1.339 del Código Alimentario Argentino establece: “se entienden por ‘Alimentos dietéticos’ o ‘Alimentos para regímenes especiales’ los alimentos envasados preparados especialmente... por su composición y/o por sus modificaciones físicas, químicas, biológicas o de otra índole, resultantes de su proceso de fabricación o de la adición, sustracción o sustitución de determinadas sustancias componentes. Están destinados a satisfacer necesidades particulares de nutrición y alimentación de determinados grupos poblacionales”. Entre los miembros de esos grupos podemos nombrar a lactantes, celíacos, hipertensos, diabéticos, personas con colesterol alto, etc.

> Políticas públicas necesarias
- Educación alimentaria en los primeros años de vida y en las escuelas. En particular promover la educación del gusto y del manejo de las emociones al comer.
- Estándares serios y técnicos en alimentación escolar, en especial en relación con desayunos y comidas escolares.
- Perfiles nutricionales y etiquetado frontal en alimentos, debidamente validados, para que el consumidor pueda mejorar la calidad de su dieta.
- Resignificar la dieta de los primeros años de vida, al menos hasta finalizada la escolaridad.
- Definir canastas saludables de alimentos en reemplazo de la canasta básica, como referencia para la adopción de medidas regulatorias y de seguridad alimentaria.
Fuente: Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación.

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