Cartas de lectores

Quiénes pagan los impuestos

El sistema tributario argentino es inequitativo, combina impuestos nacionales y provinciales que muchas veces se superponen. Todos los impuestos afectan en cascada los precios en la comercialización, haciendo que, al final, estos impuestos sean pagados todos por el consumidor final, usted o yo. Por ejemplo, los autos hoy pagan más impuestos que hace cuatro años. El 54,6% del precio promedio de un auto fabricado en Argentina son los impuestos, y en algunos modelos importados esa carga llega hasta el 60%. Todo indica que el presidente Macri, el primer mandatario con experiencia en la industria automotriz, terminará su actual período con una mayor carga impositiva sobre los autos (léase rodados en general) que cuando asumió. Mantuvo impuestos que había prometido eliminar, agregó otros nuevos y aumentó la carga impositiva sobre los precios de los autos, buscando y justificando su accionar en el contexto internacional. Con autos importados, el Gobierno se queda con el 14% más, lo que agrava la falta de competitividad de la industria argentina que, además, debe importar autopartes para la fabricación de autos nacionales. Hay mucho más sobre lo que ocurre, pero, supongamos que usted va a comprar un auto por lo que debería pagar por ejemplo $ 800.000. De esto, el 54,6% serían $ 406.800; es la carga impositiva que el industrial le suma al precio final y el que los paga siempre es el consumidor final. Reitero, los paga usted que es el consumidor final. ¿No le parece que es cinismo, una indecencia, una falta de escrúpulos decir que los impuestos los paga el industrial? Además, cuando usted hace la compra, debe pagar el traslado o acarreo del vehículo, más la patente provincial (¡impuesto que queda en la provincia!). Por tanto, el precio del automóvil sin impuestos sería de $ 393.800, donde además, estarían acumuladas las ganancias de los industriales y los vendedores. Dicen los industriales que “entre lo que nos dieron y nos sacaron, salimos perdiendo”. ¡Pero si nunca pagaron impuestos! No. La única realidad es que el comprador, el consumidor final, es el único que paga todos los impuestos que gravan a un automotor. Al cinismo lo comparten el Gobierno y los industriales. Pero piense usted que esta es la verdad para todos los rubros de consumo, muebles, ropa, comidas, industria de la construcción, comercios, etcétera (hasta se quedan con el IVA, puesto que muchos no dan tickets ni facturas conforme a derecho). Pero siempre leemos que en este país todos pierden, todos. ¿Leyó alguna vez que la industria azucarera, el transporte urbano, entre otras muchas, den ganancias? Bueno, estamos en Argentina.

Federico Vázquez

Ingreso a la Escuela Normal

Conseguir asiento en una institución privada es una tarea ardua. Conseguirlo en una escuela pública es extenuante, sacrificado e incierto. Conseguir asiento en la Escuela Normal es una misión imposible. En este momento, el ingreso por mesa de entradas para un niño al jardín de tres años tiene más de 1.000 inscriptos. Esta situación pone en la mirilla de la reflexión el vacío y la ausencia de establecimientos educativos y la desesperación de los padres por encontrar educación de calidad, que no implique castigar más el empobrecido presupuesto familiar. ¿Seguirá siendo tan complejo algo tan simple como conseguir una institución educativa para un hijo? ¿Cuántos gobiernos más deben pasar para que termine el deambular desesperado de familias, que ven en la educación el futuro ese que el presente no les está garantizando?

Graciela Jatib

El nombre de Monteros

Durante quince años del siglo pasado (1907-1922), el director fundador de nuestra Escuela Normal y olvidado maestro, don José María Monzón (1863-1924) con formación escolar y docente en la histórica Escuela Normal de Paraná, egresado como profesor de Historia y Geografía en 1886, enseñaba que el origen del nombre Monteros se remontaba a los habitantes, que luego de la fundación de Tucumán, en Ibatín, se instalaron en los montes cercanos. El apelativo que se les endilgó fue el de “montero”, en la época, adjetivo usado para señalar a quienes “viven o se crían en el monte”. Es decir, tuvo un origen similar al nombre Montero en España cuando apareció en el siglo XII o XIII. Es importante señalar que la experiencia de Monzón ya había producido una cosecha importante sobre temas históricos como “El cuadro de Pavón” (1900), “La antropofagia en América” (1903) o “La ciencia cosmográfica del descubrimiento de América” (1908), además de publicaciones en revistas y periódicos del Litoral. Como vemos, el maestro no era ningún improvisado. Con el afán de reconstruir los dichos de Monzón, que no se publicaron, ni conociendo cuál fue el sustento de sus afirmaciones, haremos una personal interpretación de los mismos. En nuestra tierra, con seguridad, los españoles y criollos que tenían nombre y apellido conservaron los mismos, no así los aborígenes, que en su condición de servidores de los anteriores, estos ya les habían endosado un nombre “cristiano” como Juan, Francisco, Diego, Alonso, entre los más comunes, si nos atenemos a los censos de naturales de la época. Un documento colonial del Siglo XVII de nuestro Archivo Histórico nos entrega la siguiente noticia: “Venta de tres solares en la ciudad de San Miguel de Tucumán, hecha por Juan de Escobar a favor de Alonso Monteros (indio). Testigos: Alonso Martín, Diego de Espinosa y Gaspar Rodríguez. Escribano: Francisco Romano. San Miguel de Tucumán, Octubre 13/1610”. Este anuncio merece una breve aclaración: el testigo Diego de Espinosa, según documentos de la época, era un indio yanacona versado en la lengua tonocoté, al servicio del capitán Don Juan de Espinosa desde muchacho, que durante muchos años oficiara de pregonero en la ciudad, y por lo tanto sabía leer y escribir el idioma oficial y vivía en ella. En este título aparece el apellido Monteros y es lícito preguntarse ¿de dónde se origina este nombre, si no había español en la región que lo llevara? Conocemos la respuesta, y se plantea un nuevo interrogante, pues en el documento de venta quién compra se llama Alonso Monteros (indio); por ello se inquiere ¿dónde vivía la mayoría de los aborígenes en esos años? La respuesta es, sin duda, en el monte; por lo tanto, es verosímil que este apellido Monteros provenga del adjetivo montero: “el que vive o se cría en el monte”. Con el correr del tiempo, los naturales de esta zona, que se dedicaron con éxito a la construcción de carretas y al transporte de mercancías, que habían sido adjetivados “montero”, se hicieron conocidos por el apellido Monteros con lo que sus heredades pasaron a ser el “pago de los Monteros”, “comarca de los Monteros”, “estancia de los Monteros” y finalmente “población de los Monteros”, en sucesivos avances de socialización. Como toda suposición, para tener asidero debe contar con una referencia creíble; en este caso, la persona llamada Monteros era aborigen y posiblemente vivía en el monte. De todas formas, es una hipótesis verosímil no una certeza. Existe otra hipótesis sobre el nombre de Monteros que analizaremos oportunamente.

Arturo Dionisio Zelaya

Conicet

El comentario de Alberto Fernández sobre el Conicet es de puro oportunismo político. De esto puedo hablar porque conozco ya que soy hombre de larga trayectoria en este organismo al que estuve vinculado desde 1965, ocupando todas las posiciones de la carrera e inclusive la de director y de presidente. He vivido tiempos buenos y malos con mayor y menor presupuesto, pero el Conicet ha crecido a lo largo de tiempo, y con las diferentes gestiones. Es un organismo más y distinto de lo que llamamos el sistema científico, que ha sobrevivido a pesar de sus altibajos presupuestarios. Alguna vez para proyectos, otra para personal y becarios, otra para equipos y otra para edificios. Nunca todo junto. Destaco que la gestión hecha por el kirchnerismo fue entre mala y pésima. Llamo la atención a los desprevenidos e ignorantes de cómo fue y es la historia del Conicet, para que no entren en el juego político circunstancial y oportunista de Fernández.

Florencio Aceñolaza

Árbol en riesgo

Tras cinco años de reclamos en el sector Espacios Verdes de la Municipalidad, donde pasaron muchos funcionarios durante ese tiempo, y habiendo llegado hasta la secretaría privada del Intendente, hago público mi reclamo. Se refiere, puntualmente, a darle tratamiento y solución a un árbol viejo, cuya copa está prácticamente dentro de mi casa. El árbol se encuentra en la plaza Juan Manuel de Rosas, colindante con la parte trasera de mi domicilio, y si se cayera, mi casa pasaría a formar parte de la plaza. En tal caso, ¿quién se haría responsable de solucionar este tema con inmediatez? Y por sobre todo, teniendo en cuenta la “gran” inseguridad a la que estamos sometidos diariamente en este barrio, mi casa quedaría expuesta sin ninguna protección.

Nora Chinellato

Pasaje Roberto Koch 270

San Miguel de Tucumán

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