Alberdi y San Martín

Alberdi y San Martín

El tucumano lo conoció en París, en 1843.

EL LIBERTADOR EN LA VEJEZ. Detrás, camina su hija Mercedes, en este óleo de Edelmiro Lascano Ceballos EL LIBERTADOR EN LA VEJEZ. Detrás, camina su hija Mercedes, en este óleo de Edelmiro Lascano Ceballos

Se cumplieron ayer 241 años del nacimiento del general José de San Martín. El doctor Juan Bautista Alberdi lo conoció en París el 1 de setiembre de 1843, en la casa de su amigo Manuel José de Guerrico. Cuando ingresó a la sala, el tucumano se levantó de un salto. Entró, narra, “con su sombrero en la mano, con la modestia y el apocamiento de un hombre como”. Alberdi “lo esperaba más alto, y no es sino un poco más alto que los hombre de mediana estatura. Yo lo creía un indio, como tantas veces me lo habían pintado; y no es más que un hombre del color moreno de los temperamentos biliosos. Yo le suponía grueso, y sin embargo de que lo está más que cuando hacía la guerra en América, me ha parecido más bien delgado; yo creía que su aspecto y porte debían tener algo de grave y solemne; pero le hallé vivo y fácil en sus ademanes, y su marcha, aunque grave, desnuda de todo viso de afectación”. Su metal de voz era “notablemente grueso y varonil”. Hablaba “sin la menor afectación”. Le habían dicho que estaba enfermo, pero lo sorprendió “verle más joven y más ágil que todos cuantos generales he conocido de la guerra de nuestra independencia, sin excluir al general Alvear, el más joven de todos”. Su cabeza era “bonita y bien proporcionada”, con todo su pelo, casi totalmente blanco ya. No usaba patilla ni bigote. “Sus grandes cejas negras suben hacia el medio de la frente, cada vez que se abren sus ojos, llenos aún del fondo de la juventud”. La nariz “es larga y aguileña; la boca pequeña y ricamente dentada, es graciosa cuando sonríe; la barba es aguda”.

Cuando se paró para despedirse, cuenta Alberdi que “cerré con mis dos manos la derecha del gran hombre que había hecho vibrar la espada libertadora de Chile y el Perú”.

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