Más de 200 chicos mostraron que la matemática puede ser un placer

Más de 200 chicos mostraron que la matemática puede ser un placer

Tucumán fue sede de las Olimpíadas Atacalar, que reunió alumnos chilenos y argentinos. Resolver problemas de todo tipo, también los de la vida.

EL MEJOR APRENDIZAJE. No es la “casita robada”; juegan haciendo cálculos aritméticos a toda velocidad. la gaceta / fotos de Analía Jaramillo EL MEJOR APRENDIZAJE. No es la “casita robada”; juegan haciendo cálculos aritméticos a toda velocidad. la gaceta / fotos de Analía Jaramillo

Podía parecer que se estaba armando una gran fiesta -de 15, digamos- en el Sheraton: cientos de adolescentes, música (el volumen al borde de lo insoportable, pero ellos parecían no darse cuenta), conversaciones cruzadas, luces de colores, risas... Pero no.

Estaban sentados en grupos sobre el piso alfombrado y casi nadie vestía “de gala” (después se entendió: los que sí lo estaban eran funcionarios o periodistas); en cambio llevaban gorras con visera que decían “Atacalar 2018 - Tucumán”, y en la espalda de las remeras podía leerse La Rioja, Copiapó, Tucumán... Y ninguno, pero ninguno, tenía cara de nerd.

Eran los más de 200 chicos de entre 9 y 18 años que participaron de la instancia final de la Olimpíada Internacional de Matemáticas Atacalar, organizada por el organismo de integración subnacional transfronteriza. Ese organismo está compuesto por las provincias argentinas de La Rioja, Catamarca, Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba y Santa Fe; y la región chilena de Atacama.

Tucumán (que se integró al proyecto olímpico el año pasado) fue la sede de la vigésima edición de la competencia. El miércoles, en esa casi fiesta, se inauguró el encuentro, con los participantes relajados y compartiendo. El jueves se hicieron las pruebas en tres niveles.

Cruzando la cordillera

“Estamos aquí porque ganamos las olimpíadas provinciales -dijo con voz todavía pequeña (como ella) Julieta, mientras orgullosa sostenía la bandera chilena entre sus manos. Joaquín, Luis (“custodio” del escudo de Copiapó, su ciudad) y -especialmente- Sofía fueron más locuaces y, en nombre de un grupo de casi 60 chicos, contaron de qué se trata esto que los movilizó tantos kilómetros: “es una competencia de resolver problemas... y hay muchas formas”; “claro, pero entre todos después tratamos de buscar la mejor, y tenemos que explicar cómo hicimos para lograr la solución”; “y eso también ayuda a pensar cómo solucionar otros tipos de problemas...”

“Hoy no estoy nerviosa -reconoció Sofía-, estoy disfrutando mucho. Cuando nos den los problemas veré si tengo que ponerme nerviosa... ¡pero seguiré disfrutando!”

VECINOS. Orgullosos miembros de la delegación de Copiapó, Chile.  VECINOS. Orgullosos miembros de la delegación de Copiapó, Chile.

Vecinos en competencia

Nataniel, Máximo, Nazira, Agostina y otros veintipico chicos más vinieron, bandera de su provincia en mano, desde Santiago del Estero. Y, además de cantar loas a las medialunas locales y al musical “Tina, el rumor de una nación”, contaron su relación con las matemáticas con la mayor naturalidad: “son como un juego”; “me encantan desde muy chico”; “es divertido resolver problemas; hay muchas manera diferentes de hacerlo”, son algunas de las frases que los representan.

Y lo que quizás ellos no llegan a percibir lo tienen claro sus entrenadoras: “no sólo aprenden a generar sus propias estrategias, sino que además entusiasman a otros chicos, al principio más reacios y con más rechazo a las matemáticas -explicó Bibiana Iñíguez, coordinadora del grupo-. Suelen ser un gran apoyo para las maestras en las aulas”.

También de Santiago del Estero, pero mayores, Martina, Agustín, Tobías y Ramiro pudieron bromear sobre las “rencillas” entre las dos provincias vecinas, pero reconocieron que han hecho buenos amigos. No son novatos en esto de jugar con matemáticas, y -confesaron- les encanta. “Hay compañeros nuestros que las sufren, pero estoy seguro de que algo pasó cuando empezaron a aprenderlas. O no les explicaron bien, o ante la dificultad no encontraron las fuerzas o los estímulos para seguir buscando -reflexionó Ramiro- y es una pena. Porque tenemos claro que entrenarnos con las matemáticas nos lleva más allá: nos ayuda a pensar la vida; a argumentar en lugar de usar la fuerza. No sé si servirá para combatir cosas como el bullying, pero convencer es siempre mejor que imponer”.

Mientras tanto, a pocos pasos, un grupo de tucumanos observaba absorto y casi en silencio (señal de que se puede estar concentrado en medio del alboroto) cinco naipes de baraja española colocados boca arriba; cuatro juntos, uno al costado. Estaban jugando “Cripto”, informó Florencia, la única que se permitió salirse de la consigna para dar explicaciones.

“Es así: tenemos que encontrar relaciones entre los naipes del centro, por medio de las cuatro operaciones fundamentales -suma, resta, multiplicación y división, aclara por las dudas-, para obtener el valor del que está al costado”, dijo sin levantar la vista del centro del grupo, donde todo ocurría. O quizás, en sentido estricto, nada... ni los párpados se movían. Hasta que alguien dijo: “ya está”, y propuso una combinación; y llegó otra, y otra... Imposible -indeseable, más bien- tratar de que agregaran algo más. Claramente, estaban “en lo suyo”. ¡Pero dijeron tanto!

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios