La magia de la maratón, en primera persona

La magia de la maratón, en primera persona

Por Germán Cudmini, 45 años, contador, papá y esposo; 15 maratones corridas.

29 Septiembre 2018

Cruzar la línea de llegada de un maratón te cambia para siempre. Pero no se trata de las horas que uno tarda en correr esos 42.195 kilómetros, distancia única del maratón. El verdadero desafío consiste en enfrentar el entrenamiento que te llevará a pararte en la línea de largada.

Cualquiera sea el plan, la constancia, la disciplina y el esfuerzo son la base del entrenamiento. La cabeza tiene otro gran peso en el desempeño. Tu mente puede ser tu mejor aliada o la que te haga pasar los peores momentos. En una carrera conviven distintas sensaciones: ansiedad, euforia, incertidumbre, agotamiento (a veces extremo), alivio y felicidad. Son horas intensas. Y al final, al cruzar el arco de llegada, todo se transforma en una sensación linda y adictiva.

Si correr un maratón es una experiencia maravillosa, hacerlo por las calles de las ciudades más lindas del mundo, rodeado de 50.000 corredores y millones de espectadores a lo largo del recorrido, sin dudas se convierte en algo único. Encontrarte de pronto corriendo por las calles del Central Park, en Nueva York; cruzando las puertas de Brandenburgo, en Berlín; bajo el Arco del Triunfo, en París; bordeando el Palacio de Buckinghan, en Londres, o el lago Michigan, en Chicago, termina pareciendo una escena surrealista.

Correr un maratón en una de estas ciudades es una manera diferente de conocerla: 42 kilómetros es más que el casco histórico o turístico. Necesariamente, el circuito te llevará a rincones que de otra manera pasarían inadvertidos.

En noviembre de 2011 corrí junto a mi esposa, María Inés Mejail, nuestra primera gran maratón, y quizás la más emblemática de todas: Nueva York. El gustito nos invadió. Y apenas pasadas unas semanas ya nos encontrábamos planificando la próxima (trampa en la que caen casi todos los maratonistas).

En septiembre de 2012 corrimos Berlín, la maratón mas plana del mundo, ideal para buscar buenas marcas. Ya un poco más experimentados, fuimos conscientes de los que nos esperaba. Y la verdad es que se corre diferente: menos temerosos y más estrategas.

Al año siguiente nos anotamos en el sorteo de Chicago. Salí sorteado yo, pero no mi esposa. En ese momento, no le interesó mucho. Hasta creo que se sintió aliviada de no tener que entrenar los siguientes seis meses. Hoy, siendo su única gran carrera pendiente, quiere morirse. En octubre de 2013,  pude correr la maravillosa maratón de Chicago.

Obviamente, a esa altura ya nos habíamos planteado la fantasía de completar el circuito de las Six Majors, como se les llama a las seis principales maratones del planeta. Intentamos inscribirnos en Londres y en Boston para el 2014. Pero en ningún caso logramos conseguirlo. Ante la imposibilidad de correr otra major, nos dimos el mejor gusto y corrimos, en abril de 2014, la maratón de París (no incluida en el circuito Major pero, sin dudas, la maratón mas pintorezca del mundo).

En abril de 2016, finalmente, logramos correr el ondulado circuito de Boston. Cincidimos con otro tucumano, Augusto Dechazal. Después de varios intentos pudimos inscribirnos en Londres. Recuerdo que era un díaa de sol brillante, con 12 grados temperatura. Cruzamos la línea de llegada a 200 metros del palacio de Backingan, en abril de 2017.

Para completar el circuito sólo nos quedaba Tokio, como a la mayoría de los muchos locos que persiguen las six major. Y no es casualidad. El viaje de casi 40 horas, el jet lag (también conocido como síndrome del cambio rápido de zona horaria), la cantidad de inscriptos  y las pocas chances de salir sorteado, entre otros factores, hacen que esta maratón sea siempre dejada para el último. Corrimos en febrero pasado junto a otros dos tucumanos, José Dumit y Pablo Rodríguez. Estar parado por largar la maratón, rodeado de 35.000 japoneses, algunos pocos miles de otros países y 53 argentinos es una situación por demás extraña. Y fantástica. Un maratón se impregna de la cultura de un lugar. En este caso, el respeto, la limpieza y el orden hacen de esta maratón única y digna de imitar. Verdaderamente, estos runner japoneses merecen todo mi respeto.

Terminar mi sexta majors no fue una llegada más. Realmente, no se qué habrá sentido el keniata que salió primero. Pero intuyo que no tenía ni la mitad de felicidad que yo.

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