Teodoro Marín, un guitarrista con vocación esotérica

Teodoro Marín, un guitarrista con vocación esotérica

El músico fue uno de los destacados maestros e intérpretes de las seis cuerdas que enseñó y actuó en la provincia entre los años 30 y 50

CON SUS DISCÍPULAS. Teodoro Marín posa con Fanny Medina y Alma García, antes de un recital que brindaron en el hall del Correo. CON SUS DISCÍPULAS. Teodoro Marín posa con Fanny Medina y Alma García, antes de un recital que brindaron en el hall del Correo.

Una delicada ternura se mece en seis cuerdas. La inocencia del alma se abraza a la brisa de la tarde. Su donaire respira en la danza. Ese valsecito está desnudando con sutileza la sonrisa de Emma y respira en la guitarra de Teodoro Marín, ese profesor que dejó una huella en el Tucumán de otros tiempos. Y aunque este maestro se fue de la vida en 1963, hay quienes aún lo recuerdan. Por ahora, dos de sus composiciones lo rescatan del olvido.

“Tenía de alumnos a Alma García, Marta Mendicute, Fanny Medina, también iba yo y Eduardo Falú; enseñaba en su casa en la Balcarce 187. Él tenía formación, clásica, pero también tocaba folclore, con Falú tocábamos los tres la zamba ‘Yo quiero saber por qué’, del tucumano Juan Andrés Pérez, ‘Una lágrima’… tenía una hermosa guitarra… Enseñaba solo en forma particular. El famoso Agustín Barrios lo fue a visitar de pasada; contaba que este tenía unas uñas largas porque tocaba con cuerdas de acero... Estudié con Marín hasta cuando me tocó el servicio militar, en el año 46. Era tipo gringo, medio coloradito, de regular estatura; cuando venía Falú nos reuníamos en el club Banco Nación con Ariño, el Hurón Viaña, y yo le llevaba la guitarra a Marín -era una Núñez- para que tocara”, recuerdan los 93 años del guitarrista tucumano Federico Nieva, uno de los mejores intérpretes de Yupanqui.

A Barrios, le decían “El Paganini de la guitarra”. La nota necrológica publicada en LA GACETA al momento de su muerte, señalaba que Tucumán le debía mucho a “este artista silencioso, al pedagogo infatigable”. Lo definía como “un enamorado de la guitarra que supo trasmitir a sus alumnos su noble pasión”.

El poeta, plástico y abogado Leonardo Iramain fue alumno del Colorao Marín en los años 1953 y 1954. “Era un excelente profesor, decía la gente en esa época que era lo mejor que había como profesor de guitarra; uno de sus alumnos era el Negro Celis, otro era Eduardo Falú que iba una vez por semana, yo llegué a tocar algunas mazurcas. Era muy exigente, si el alumno faltaba medio injustificadamente, le decía que no le iba dar más clases. Era amigo de Ernst von Dohnanyi; recuerdo que una vez ambos vinieron a visitarlo a mi viejo. Amaba la música clásica, y su versión del Himno Nacional Argentino era fabulosa. Había otro guitarrista, Luis Martín Ventura, que andaba en motocicleta. Muchos decían que Marín era superior como profesor, aunque no sé si como guitarrista”, evoca.

100 guitarras

Nacido en 1900 en esta provincia, Marín ofreció numerosos recitales como solista y con sus alumnos dio recitales de conjunto “desde el simple y recogido dúo hasta el concierto para 100 guitarras que Tucumán aún recuerda como uno de los acontecimientos artísticos memorables”, indica el obituario publicado en este diario.

El concertista Pablo González Jazey llegó a Marín investigando a los guitarristas tucumanos, cuando editó el álbum de partituras y CD “Guitarra Tucumana”. “Gracias a Federico Nieva supe que en los años 50 existieron en Tucumán dos escuelas guitarrísticas antagónicas, la de Ventura y la de don Teodoro. Marín fue anfitrión de grandes guitarristas de la época: Agustín Barrios, Eduardo Falú, Sila Godoy y María Luisa Anido, entre otros. Cuando le pregunté a Falú sobre Marín me confirmó haberlo conocido y lo recordó como un muy buen guitarrista y una persona encantadora. Fue el guitarrista Luis Martínez Ibazeta quien me facilitó copias de dos obras de Marín, el vals ‘Emma’, que interpreté en ‘Guitarra Tucumana’, y una romanza. ‘A mi distinguida alumna señorita Emma Martínez Padilla, afectuosamente’, dice la dedicatoria de ‘Emma’. Ambas obras me parecieron muy lindas. Cuando contacté a su familia preguntando por otras obras, me dijeron que lamentablemente, toda su música se había perdido en una mudanza. Guardo esperanzas de que no se hayan destruido y que, algún día, aparezcan”, contó el mentor del grupo Rosa Incaica.

El maestro que desempeñó cargos de importancia en la administración del Correo Argentino, era también cultor del esoterismo. “Hacía reuniones de espiritismo y había en su casa una mesita con letras; hablaba con el espíritu y este iba dictando las letras, armando las palabras y uno de ellos escribió: ‘yo te vengaré’, refiriéndose a una de las asistentes (se ríe). Creo que era viudo y se había vuelto a casar”, recuerda Nieva.

Quizás un aroma a vals impregna todavía algunas noches de verano en la Balcarce al 100, donde este heredero del arte de Sor, Tárrega y Aguado sembró los ecos de su guitarra.

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