Templo y convento de San Francisco

Templo y convento de San Francisco

Desde hace 233 años, los frailes de Asís tienen, frente a la plaza Independencia, una sede hoy en riesgo de derrumbe

EN EL SIGLO XIX. Su más antiguo aspecto, registrado en una fotografía que Ángel Paganelli tomó hacia 1865 EN EL SIGLO XIX. Su más antiguo aspecto, registrado en una fotografía que Ángel Paganelli tomó hacia 1865

El templo y convento de San Francisco es un icono de nuestra ciudad. Es difícil pensar el centro de San Miguel de Tucumán sin su imponente presencia. Lamentablemente, según se ha difundido estas últimas semanas, las grietas del venerable edificio ponen en grave peligro su estabilidad. Resulta urgente salvarlo. Propósito de las líneas que siguen, es echar una rápida mirada a su historia. Es un tema en el cual abunda el libro “Templos católicos de Tucumán”, editado por LA GACETA hace pocos meses.

La Orden de San Francisco, llegada a la región del Tucumán en 1566, edificó en el primer asiento de nuestra ciudad, en Ibatín, su iglesia y convento, a gran costo. Trasladada San Miguel de Tucumán a su ubicación actual en 1685, se adjudicó a los franciscanos un solar en las actuales calles Crisóstomo Álvarez al 500, esquina 9 de julio. Allí levantaron su nuevo edificio.

EN EL SIGLO XIX. Su más antiguo aspecto, registrado en una fotografía que Ángel Paganelli tomó hacia 1865. EN EL SIGLO XIX. Su más antiguo aspecto, registrado en una fotografía que Ángel Paganelli tomó hacia 1865.

Hace 233 años

Muchas décadas más tarde, en 1767, al ser expulsados los Padres Jesuitas, los franciscanos pidieron que se les adjudicara el templo que aquellos dejaban, y que primero había sido entregado a los dominicos, en la intersección de las actuales 25 de Mayo y San Martín. La solicitud se aceptó y en 1785 tomaron posesión del templo que fue de la Compañía de Jesús. Allí se asentarían hasta le fecha. Es decir que los franciscanos están en ese punto de la ciudad desde hace nada menos que 233 años.

Continuaron con la escuela primaria que habían fundado en los tiempos de Ibatín, y que por muchos años fue la única existente entre nosotros. El inmueble que recibían era sólido (había reemplazado el adobe por piedra, cal y ladrillo) pero igual necesitaba arreglos. Ya el fiscal Luis de Aguilar había advertido que “caminaba a su destrucción, hasta que no se hagan las reparaciones de goteras y otras que preserven su ruina”.

El Congreso de 1816

Consta que en 1777, por el incendio del Cabildo vecino (ubicado en el solar de la actual Casa de Gobierno), los capitulares se instalaron en San Francisco, y se habilitó el sótano para cárcel pública. Tenía por entonces una fachada muy simple, de una sola torre junto al acceso. Hacia el norte, se desplegaban dos patios con naranjos y una huerta con frutales.

A fines de ese siglo XVIII, por el pésimo estado de la Iglesia Matriz, el Cabildo resolvió que se realizarían en ese templo las funciones religiosas. Por esa razón fue que, al reunirse en Tucumán el Congreso de las Provincias Unidas que declaró la Independencia, tuvo lugar allí la solemne función de apertura, el 24 de marzo de 1816.

Además, varios de los congresales se alojaron en sus celdas, y el convento prestó sillas para los diputados, escaños para la barra y una mesa que aún se conserva. También estuvo, presidiendo la sala de sesiones, un antiguo crucifijo llamado desde entonces “Cristo de los congresales”.

BELLAS REJAS. En 1891, doña Trinidad Berrios donó los encajes de hierro que aseguran y decoran la fachada.- BELLAS REJAS. En 1891, doña Trinidad Berrios donó los encajes de hierro que aseguran y decoran la fachada.-

Obras en el frente

Corría la década de 1840, cuando se realizaron importantes trabajos en el frente del templo (sin tocar la torre) y en la portería, así como en las celdas, aparte de agregarle un local para la escuela primaria. Probablemente el autor de tales arreglos fue el ingeniero francés Pedro Dalgare Etcheverry, autor de la nueva Iglesia Matriz (hoy Catedral) y de la ampliación del Cabildo, al que aumentó su arquería y le añadió una torre con reloj.

Fue promediar los años 1870, cuando los frailes resolvieron encarar una obra de grandes alcances en el añoso edificio, para “el amejoramiento y mayor capacidad de nuestra iglesia”, según expresaba el guardián Fray Juan B. Reynoso, al solicitar que se los eximiera del impuesto de alcabala sobre los terrenos que venderían para costear las ambiciosas obras que planeaban.

Grandes trabajos

Empezaron a ejecutarse en 1881. Tras demoler el frente y la pieza contigua que miraba al Cabildo, se levantaron la nueva fachada de tres pisos y el campanario. Hacia 1884, ya tenía el frente que posee hoy, sin revocar. Más tarde, fue demolida la única nave existente, y se construyeron las tres que posee actualmente. El empresario Mariano Güell se encargó del trabajo, al alto costo de 110.000 pesos moneda nacional.

La nueva nave central, yuxtapuesta a la fachada, se inauguró el 17 de setiembre de 1887, con una solemne y muy concurrida ceremonia.

En la década siguiente, quedaron terminadas las restantes naves y la cúpula. A esta última la proyectó el padre Luis Giorgi, y fue recubierta con azulejos “Pas de Calais”. En 1891, se agregaron a la fachada principal las magníficas rejas de hierro, donadas por doña Trinidad Berrios. A la derecha del templo, sobre 25 de Mayo, en 1902 se levantó el nuevo claustro del convento, proyectado por el arquitecto Pedro Vozza. El magnífico trabajo en ladrillo de su fachada, llama la atención hasta hoy.

EL CLAUSTRO. La sugestiva galería con columnas, obra del arquitecto Pedro Vozza EL CLAUSTRO. La sugestiva galería con columnas, obra del arquitecto Pedro Vozza

Monumento nacional

El interior del templo fue decorado con pinturas de Aristene Papi, en 1925. A la derecha del crucero, se edificó en 1941-43 la Capilla del Santísimo, obra del arquitecto Luis Terán Etchecopar, con pinturas murales de Pipo Bercetti. Y en 1967 el templo -no así el convento, lamentablemente- fue declarado monumento histórico, por decreto del Poder Ejecutivo Nacional del 1 de julio de ese año.

En San Francisco está enterrado, al pie del altar mayor, el célebre obispo José Agustín Molina (1773-1838), prosecretario del Congreso de la Independencia. Metros más allá, están los restos de Fray Juan Felipe Reto, el famoso sacerdote mercedario fallecido en 1845. También yacen bajo su pavimento los huesos de grandes benefactores de los franciscanos, como los hermanos Juan Crisóstomo y Juan Manuel Méndez, Luis M. Esteves, Josefa Nougués de Padilla. Asimismo, están allí inhumados ilustres religiosos de la orden como Fray Miguel García y Fray Olegario Correa.

Soberbio patrimonio

Hay que agregar que, en abril de 1980, se descubrieron construcciones de la época de los jesuitas, en la propiedad lindera con el convento. Hubo varios proyectos oficiales para ahondar esas excavaciones y poner en valor los vestigios, pero finalmente no se hizo nada. ¿Existirán todavía?

El templo posee un riquísimo patrimonio de imágenes y de mobiliario. Celia Terán ha estudiado en detalle la antigua imagen de San Miguel, que corona el altar mayor; los bellísimos Cristos; el “San José de los Molina”; la casulla y la piedra ara que pertenecieron a San Francisco Solano; los soberbios retablos; las imágenes de la Inmaculada Concepción y de la Virgen Dolorosa, para citar sólo algunas piezas. En el libro “Templos católicos”, las analiza minuciosamente. El arquitecto Carlos Ricardo Viola estudia también, en esa obra y con gran detalle, la “arquitectura de vibrante culminación” que caracteriza a San Francisco.

Real urgencia

En suma, este monumento histórico nacional debe salir, con urgencia, de la situación de serio riesgo en que se encuentra. Su estructura no resistiría un temblor. El Gobierno de la Nación, bajo cuya jurisdicción está, no puede demorar la adopción de medidas que permitan su reparación integral, sin dilaciones. Es su deber y es preciso gestionar, con la máxima insistencia, su inmediato cumplimiento.

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