Se dejó crecer el pelo un año entero para donarlo a nenas con cáncer

Se dejó crecer el pelo un año entero para donarlo a nenas con cáncer

Luisina tiene ocho años y decidió dar una parte de sí para ayudar a otras niñas enfermas. Una historia de solidaridad que emociona

PURA SONRISA Luisina posa con su cabello que le llega a los hombros. Hace unos días se lo cortó para donarlo. LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO. PURA SONRISA Luisina posa con su cabello que le llega a los hombros. Hace unos días se lo cortó para donarlo. LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO.
19 Agosto 2018


> NIÑOS QUE INSPIRAN

Luisina Silvestri tiene ocho años. Es pequeña, pero a la vez es gigante. Recuerda a la perfección esa tarde que caminaba por el centro junto a su mamá, Gimena, y de repente vio a una nena totalmente pelada, que llevaba un gorro.

- ¿Qué le pasa a ella, mamá?, preguntó.

- Tiene una enfermedad por la que se le cae el pelo.

- ¿Y por qué no se pone una peluca?

- Debe ser que no tiene o no puede comprarla.

A la pequeña, de ojos vivaces y cara finita, se le ocurrió que debía haber alguna manera para que ella le pudiera dar un poco de su lacio y largo pelo. Así que días después, se lo planteó a su mamá. “Me dejó helada. Pero ella estaba tan convencida que me puse a averiguar. Me recomendaron que lo llevara a la ONG “Ricitos de Oro”, adonde hacen pelucas para las niñas en tratamiento oncológico”, relata Gimena.

El tema era que a Luisina todavía no le alcanzaba el largo del cabello para donar. Tuvo que dejarlo crecer durante varios meses. Casi todas las semanas se lo medía y por cada centímetro que crecía, ella hacía una fiesta. Cuando ya lo tuvo debajo de la cintura, le dijo a su mamá que debían ir cuanto antes a la peluquería.

“Tenía un pelo hermoso, suave”, recuerda la mamá. Y confiesa que cuando la tijera cortó el primer mechón a ella se le piantó un lagrimón. “Pero Luisina estaba tan feliz; no paró de sonreír ni un minuto”, detalla sobre aquella tarde del pasado 3 de agosto.

Generosa y solidaria

Luce contenta su pelo arriba de los hombros, mientras se deja peinar por su hermanita Alfonsina, de cuatro años. El papá, Federico, la observa y sus ojos se empañan. “Siempre fue muy generosa y solidaria… pero no imaginé que siendo tan chica quiera dar una parte de ella a alguien que la necesita”, dice emocionado.

Luisina, que es tímida, cuenta que le fascina cantar y practicar patín. Después de recibir un diploma por su gesto de amor y solidaridad, confiesa que le gustaría conocer algún día a la nena que ahora lleva una peluca hecha con su cabellera. Mientras tanto se conforma con saber que seguramente le ha devuelto una sonrisa a alguien que no la está pasando bien.

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