Cuenta regresiva
24 Septiembre 2017

BUENOS AIRES.- A partir de la presentación del proyecto de ley de Presupuesto 2018, comenzó para el gobierno la cuenta regresiva en su relación con los inversores tanto locales como internacionales. El mundo económico aguarda de la Administración Macri las reformas prometidas y el encarrilamiento del gasto público a niveles similares a los que tenía la Argentina al comienzo de la era democrática a mediados de los ‘80.

La expectativa es enorme y esa enormidad es directamente proporcional al grado de decepción que tendrán los hombres de negocios si el gobierno de Cambiemos no lleva adelante las profundas reformas económicas que requieren los inversores.

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El presupuesto 2018 no da signos de contar ni con baja del gasto público, ni con reformas laborales ni mucho menos tributaria. Por el contrario, el gasto estatal aumenta, los costos laborales también y el gobierno está pensando en al menos dos nuevos impuestos: uno para revaluar activos frente a la inflación y el polémico tributo a la renta financiera.

La Argentina necesita capitales para poder desarrollarse y para ello necesita inversiones. Esas inversiones son la contracara del ahorro interno y externo. Si el gobierno comete el infantil error de gravar la renta financiera, arrojará a la hoguera todas las posibilidades de obtener inversiones y la suerte de Cambiemos estará jugada. “Si dentro de un año, el gobierno no llevó adelante las reformas prometidas en el plano impositivo, laboral, previsional y administrativo, se acabarán las facilidades para la Argentina y todo será mucho más difícil”, expresó un analista internacional de un banco inversor.

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Desde que asumió Macri hasta ahora, lo único que hizo fue financiar los vencimientos de deuda y el desequilibrio fiscal con nuevo endeudamiento, a tasas bajísimas producto de un contexto internacional favorable y del uso del tiempo que el mercado le otorgó.

Pero las condiciones internacionales están cambiando y los inversores han emplazado a la Casa Rosada a concretar las reformas estructurales y poner al país nuevamente como protagonista de la economía mundial.

La Argentina es uno de los principales jugadores en el mercado de alimentos a nivel global.

Su economía podría lograr niveles de competitividad nunca antes visto y podría jugar en las grandes ligas como el tan ansiado ingreso a la OCDE o la obtención de la categoría “investment grade” en el mercado financiero internacional.

Todo dependerá si el gobierno concreta las reformas estructurales. A pesar de la promesa de excluir a la Argentina de la categoría de “Mercado de Frontera” y llevarla a “Mercado Emergente”, el país continúa calificado en el penúltimo peldaño del escalafón crediticio.

Es que sus ratio de deuda/exportaciones y liquidez/reservas muestran un alto grado de vulnerabilidad de la economía argentina, para las agencias crediticias, lo cual torna imposible cambiar la categoría.

De la misma manera, el ambiente internacional está empezando a cambiar. La presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, anunció que va a frenar sus compras de activos tóxicos y disminuir paulatinamente sus ayudas de liquidez.

Al mismo tiempo, no descartó una nueva suba de tasas antes de fin de año.

En igual sentido, el presidente del Banco Central de Europa, Mario Draghi, también limitó la compra de bonos de bancos en problemas, lo que revela que los dos gigantes financieros del planeta comenzarán a endurecer su política monetaria. Una mala señal para la Argentina que “aun camina por la cornisa” y que depende del endeudamiento externo.

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