Fino y delicado escritor

Fino y delicado escritor

Juan María Gutiérrez según Juan B. Terán.

JUAN MARÍA GUTIÉRREZ. En este daguerrotipo de los años 1840posa al centro, flanqueado por Benjamín Gorostiaga y Delfín  Huergo. JUAN MARÍA GUTIÉRREZ. En este daguerrotipo de los años 1840posa al centro, flanqueado por Benjamín Gorostiaga y Delfín Huergo.

Juan María Gutiérrez (1809-1878) fue uno de los próceres argentinos por los cuales el fundador de la Universidad, doctor Juan B. Terán (1880-1938), tenía especial simpatía. En 1928 confeccionó un estudio preliminar para el tomo titulado “Críticas y narraciones”, que compilaba varios escritos de esa representativa figura de la Generación del 37.

Decía Terán que era Gutiérrez “un escritor fino porque era un alma delicada”. No era su cuerda “el tono tribunicio o elegíaco”. Aunque romántico, escribía “en tono menor”, con “periodo limpio” y “movimiento natural, sereno”. Pensaba que su severidad y su buen gusto podían ser todavía ejemplo “para nuestra joven literatura, tan afanosa de originalidad verbal”. El haberse dedicado Gutiérrez a la crítica, revelaba “lo evolucionado de su cultura”, su madurez, su ojo adiestrado y su experiencia. Y la literatura francesa que frecuentó, daba a sus páginas “una ironía, una gracia gálica, ligeras y amables”.

Publicidad

Esas y otras nobles calidades, unidas a los testimonios de quienes lo conocieron, dibujaban, decía Terán, la figura de “un escritor que, si no nos abruma por su grandeza, lamentamos profundamente no haber conocido, y habríamos deseado que fuera nuestro maestro y nuestro amigo. Era un delicioso conversador, insinuante, lleno de viveza, generoso en sus juicios, curioso de todas las ideas, hidalgo perfecto en la amistad”. Fue, asimismo “educador ejemplar”: un “maestro sin cátedra, un propagandista de conocimientos y de escritos”.

Terán cerraba su texto con un recuerdo personal. Contaba que había vuelto a leer, “las pobres ediciones escolares y populares” que Gutiérrez organizó y divulgó. Y, decía, “me siento deudor de gratitud a su memoria, porque entraron en buena parte en mis ávidas lecturas de adolescente, en el silencio provinciano de la vieja biblioteca de mi padre, que fueron, con mi maestro de latín, las únicas guías de mi iniciación literaria”.  

Publicidad
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios