Las Carreras tendrá agua potable gracias a un equipo de científicos

Las Carreras tendrá agua potable gracias a un equipo de científicos

Docentes y alumnos de la Facultad de Bioquímica trabajan para que la comunidad logre gestionar responsablemente el medio ambiente.

EN ACCIÓN. Susana Vera recoge muestras en el río Los Alisos; Marcela Medina lee y registra los datos. El río provee de agua a la comunidad de Las Carreras, pero aún no es potable y su provisión depende de las lluvias. EN ACCIÓN. Susana Vera recoge muestras en el río Los Alisos; Marcela Medina lee y registra los datos. El río provee de agua a la comunidad de Las Carreras, pero aún no es potable y su provisión depende de las lluvias.

La trafic parte de cerca de la Facultad de Bioquímica, que es la sede institucional. Pero lo importante es el destino, la otra sede. A bordo van Cristina Torres (profesora de Química), Marcela Medina (de Biología), María Pérez (especialista en abordaje comunitario), Susana Vera (“casi” biotecnóloga) y “Juanita” Morán, que fue titular de Química Inorgánica en la facu, y hoy es, de algún modo, el alma mater de este gran equipo. “Juanita” ya está jubilada, pero no puede con el genio...

El entusiasmo es contagioso y no es para menos: estas cinco mujeres (sólo una “muestra” de un equipo muy grande, multidisciplinario y transversal) están viendo cómo se cumple uno de sus tantos proyectos. Se trata de la provisión de agua potable a la comunidad de Las Carreras, a 13 kilómetros de Tafí, en la comuna de El Mollar.

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Lo primero que aclaran es que este sueño no sería posible sin apoyo externo. “Con financiamiento de la fundación española PROBITAS hemos mejorado la infraestructura para potabilizar el agua y estamos muy cerca de inaugurar la red”, cuenta Cristina.   

Pero tienen claro que sin gestión responsable (y comunitaria), ese tesoro estará en riesgo. Por eso las otras patas del proyecto están relacionadas con la educación ambiental, y allí son invalorables la labor de la Fundación Educación y Calidad de Vida (que preside “Juanita”), y el financiamiento de la Secretaría de Políticas Universitarias y la embajada de Estados Unidos.

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Investigadoras en acción

A pocas decenas de metros de la escuela (que funciona como sede de todo el proyecto) está la toma de agua y allí empieza la tarea. Susana recoge muestras de agua para control de calidad, supervisada por Marcela, y el resto se turna para ayudar con las anotaciones, cargar el equipamiento y supervisar, orgulloso, las obras que se realizaron a fines del año pasado: mejora de la captación y la derivación del agua del río Los Alisos (ahora se separa el agua de riego de la que se usa para consumo), y construcción del primer filtro y de las instalaciones para potabilización, además de las mejoras de la red de distribución. Dato importante: toda la mano de obra fue de la zona.

“Se usaron mangueras resistentes pero flexibles; eso permite no mover ni romper grandes piedras, e intervenir en el paisaje lo menos posible”, explica Marcela y, mientras Susana sigue recogiendo muestras, destaca la participación de otros dos personajes fundamentales: los ingenieros José Casanova, de la Dirección de Recursos Hídricos de Tafí del Valle, y Miguel Ángel Díaz, de la Dirección de Recursos Hídricos de la Provincia, y profesor en la Facultad de Ciencias Exactas de la UNT, que condujeron los trabajos de construcción.

“El siguiente paso está siendo la colocación de tanques domiciliarios de agua; y en muchos casos hace falta construir bases, porque los techos de las viviendas no resistirían el peso”, aclara “Juanita”. “Los ingenieros están trabajando con colegas de otras disciplinas para automatizar el proceso de cloración en función del caudal de agua, que no es constante”, añade Susana.

El agüita limpia

En un rincón del jardín de la Escuela 22 de Las Carreras, en el que la primavera empieza a notarse, Tania, Jaqui, Dulce, Griselda, Alan, Sebastián, Santiago, Ulises, Pablo y Román cantan. “Cinco siglos resistiendo, manteniendo siempre la esencia”, dice la letra. El profesor Mariano López toca la guitarra y canta con ellos. Están en cuarto grado y preparan la fiesta en homenaje a la Pachamama antes de que se les escape agosto.

Entre prueba y prueba de su canción hablan de las necesidades de la comunidad y celebran la llegada de las profes de la ciudad, cuyo trabajo les permitirá tener agüita limpia. “Ya aprendimos que, aunque se vea transparente, puede tener bichitos, o cosas que nos hacen mal”, dice una vocecita. “Y además, tenemos que cuidarla, no dejar abiertas las canillas...”, agrega otra.

“Cuando hablamos de la Pachamama (la esencia de la canción) siempre nos referimos a los cuatro elementos, y en esta zona el agua es fundamental -explica Mariano-. En invierno hay poca; en verano, con las tormentas, viene muy sucia. Por eso este proyecto es tan importante”. Tanto lo es -añade- que otras comunidades se han enterado y también quieren formar parte.

“Sería genial que se lograra replicar el modelo”, se permite soñar la siempre entusiasta profe “Cris”.

Enseñando a gestionar

La segunda etapa del día tiene sede en la escuela, igual que el proyecto. Es que el modelo de la transversalidad necesita la implicación de todo el mundo. Y entonces aparecen en su esplendor las docentes que viven en las investigadoras. Desde el año pasado el equipo ha venido trabajando con los alumnos, por ahora, los de los últimos años del primario (cosa que tiene celosos a los de cuarto, que entre canto y canto se encargan de dejarlo claro), con los docentes y con la comunidad. Esta vez, les toca de nuevo a los maestros.

María y “Juanita” disparan el debate con algunas aclaraciones teóricas y se larga el taller. Los profes locales ponen en práctica lo del aprendizaje transversal: piensan, en grupos heterogéneos, como trabajar el tema del agua desde las matemáticas, la educación física, la lengua, el arte, la tecnología... El debate se hizo apasionante.

“Salieron ideas geniales; la experiencia fue mucho más rica de lo que esperábamos”, cuenta feliz Cristina -cuando del taller sólo queda la merienda-, y se prepara para incluir la próxima vez al personal de apoyo: “toda la comunidad escolar será el modelo para la comunidad ampliada. Cuando Nilsa (‘soy la que limpia las migas’, se había presentado ella muy divertida) usa racionalmente el agua para limpiar, enseña sin palabras”, destaca.

Al despedirse anuncia que, en breve, funcionarios de la embajada de EE.UU. vendrán a conocerlos y a ver las obras. ¡No se imaginan la cantidad de ideas que tienen los maestros para mostrarles a los visitantes!

El impacto inmediato
108
familias se verán beneficiadas por este trabajo 
instituciones públicas, también: la Escuela 22, el CAPS y la capilla
20
estudiantes y  14 docentes trabajan con la escuela y la comunidad

> El impacto inmediato

108 familias se verán beneficiadas por este trabajo 
3    instituciones públicas, también: la Escuela 22, el CAPS y la capilla
20  estudiantes y  14 docentes trabajan con la escuela y la comunidad


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