Diez minutos después del horario anunciado (las 18.30) se encendieron las pantallas laterales. Escándalo, gritos, fiebre de las nenas que habían entrado dos horas antes al estadio. Falsa alarma. El sol ya se escondía detrás de las tribunas de La Ciudadela pero la luna no aparecía, ni en el cielo ni en el escenario. Difícil lidiar con la ansiedad de 16.000 gargantas listas para rodar sobre los patines de Karol Sevilla, la adolescente mexicana que se ha instalado entre los niños como la nueva Violetta.
Algunas mamás, perdidas entre los números de asientos de la platea, parecían más entusiasmadas que las nenas. Muchas rezongaban porque no encontraban las localidades y porque los acomodadores no agilizaban la entrada. A 10 minutos de comenzar el show, todavía había una cola interminable para ocupar las butacas. La presión de una “patota” rosada desde atrás del campo se hacía sentir.
Y pasó lo que no tenía que pasar: a las 19 en punto apareció el elenco en el escenario. Corridas en la fila, papás enojados con la organización, más corridas y siempre el temor de una estampida, ante el ojo atento de Defensa Civil. Nadie encontraba sus ubicaciones. “Parate acá, donde sea”, se escuchaba entre los padres. La locura no era para menos: el espectáculo comenzó con “Alas”, la canción más popular de la tira que emite Disney Channel.
La canción “Siempre juntos”, acompañada de una enérgica coreografía con saltos, gritos y brazos que se sacudían fue la segunda parte de un comienzo arrollador. Lo que siguió fue una sorpresa: Luna cantó “Prófugos”, de Soda Stéreo. Sólo los papás que la vivieron en los 80 se dieron cuenta de que Karol estaba haciendo playback... La delataban las pantallas laterales, con unos inesquivables primeros planos.
Cuando terminó la tercera canción, Ramiro, uno de los personajes, imploró que sentaran a los chicos en las sillas para que los de atrás pudieran ver. Le hicieron caso y volvió la calma a la platea, que bramaba por culpa de tanta incomodidad. “Pagué $800 y tengo que verlo con mi nena en brazos”, se quejó Alba Huyena, con Juliana a cuestas.
El sueño de Luna
Antes de la quinta canción, “Invisibles”, se comenzó a desarmar el ovillo que marca la línea argumental del espectáculo: Luna cuenta que ha tenido un sueño, y a él hace referencia en cada uno de los diálogos que separan las 25 canciones del concierto y que llevan la ficción de la tele al escenario. Cuando sonaba “Invisibles”, la pequeña Ximena Kutter (7) no tuvo reparos en sacar su cancionero de “Soy Luna” para seguir la letra de la canción; su papá, Patricio, sí la sabía, pero la cantaba con timidez. Si hay algo que logra Luna es pegarles las canciones a los chicos tanto como a los grandes, que aunque no lo digan también disfrutan del show.
Ámbar es la antagonista de Luna y la más vanidosa de la novela. La rubia platinada tuvo su segmento, y apenas podían escucharse los aplausos restringidos por la bronca de los chicos. Después de su canción “Mírame a mí” comenzaron los cuadros románticos del show, algunos con besos que estuvieron a punto de ser y otros que finalmente fueron. Los chicos enloquecen. Y las mamás también.
La luna y el beso
En la mitad del concierto, a una hora y 13 canciones de haber comenzado, recién aparecen los patines en el escenario. Algo curioso y no esperado por los fans. Curioso, porque los patines son el arma superpoderosa de Luna, “la chica delivery” que hacía repartos sobre ruedas y que ha encontrado la felicidad y la amistad en una escuela de patinaje; no esperado, porque miles de chicos -entre ellos Constanza Luján (11), que llegó desde Santa Ana a ver el show- entró al mundo del patinaje para seguir a su ídola juvenil. Esa sería la primera de apenas dos salidas en patines, en las que se destacaron más los bailarines que Karol.
Como si hubiese estado cronometrado, en el último tema -antes del saludo final y del bis- la luna tucumana, la del cielo, comenzó a aparecer por detrás del escenario. Luna no se debe haber enterado. Quizás porque estaba de espaldas o porque justo en ese momento finalizaba el concierto con el esperado beso con Matteo.
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Faltaron patines -aparecieron apenas durante dos canciones- pero sobraron emociones, en especial entre las fans que cumplieron su sueño. Sí, Luna estuvo aquí
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EMPUJONES Y CORRIDAS. El show comenzó con “Alas”, el tema más popular, y todavía había una larga fila de gente esperando por sus localidades.
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los precios de la pasión.- Las gorras con visera, con tachas y strass, negras y púrpura, costaban $ 150, lo mismo que los sombreros tipo funyi de paillettes. Vinchas a $ 30, remeras a $ 150, collares a $ 50; mugs (jarros de loza) a $ 50, igual precio que los largavistas. Bolsos chicos, a $ 100. Globos metalizados a $ 50 o a $ 80, inflados con helio.
los precios de la pasión II.- Lo más caro eran las cajas conteniendo un par de patines y un casco, a $ 1.800. Bolsos grandes, impermeables, a $ 200, y chalecos inflados, a $ 300. Las muñecas tipo Barbie costaban $ 100. Y el choripán, a la salida, a $ 40.
merchandising de todos lados.- Alrededor del estadio florecieron los puestos de venta de todo tipo de productos. Llamaba la atención la tonada de los vendedores. Los locales, obvio, vestían la camiseta de San Martín y estaban preocupados por la afluencia de gran cantidad de colegas salteños, cordobeses, porteños, muchos peruanos y hasta uruguayos que ofrecían los productos.
listas para la acción.- Mía Doldán (8) y Abril Acosta, de Alberdi, fueron de las primeras en llegar, pero tenían la última fila. No tuvieron drama en pararse sobre los asientos para en mirar el show. Estaban solas y sin ningún tipo de temor. “Nuestras mamás nos esperan afuera porque no consiguieron más boletos. Les preguntamos qué hacíamos si nos aburríamos y nos dijeron que no salgamos hasta el final”, reveló Abril. Mía, tenía la respuesta justa: “estás loca, qué nos vamos a aburrir”, le retrucó a su amiga.
Diez minutos después del horario anunciado (las 18.30) se encendieron las pantallas laterales. Escándalo, gritos, fiebre de las nenas que habían entrado dos horas antes al estadio. Falsa alarma. El sol ya se escondía detrás de las tribunas de La Ciudadela pero la luna no aparecía, ni en el cielo ni en el escenario. Difícil lidiar con la ansiedad de 16.000 gargantas listas para rodar sobre los patines de Karol Sevilla, la adolescente mexicana que se ha instalado entre los niños como la nueva Violetta.
Algunas mamás, perdidas entre los números de asientos de la platea, parecían más entusiasmadas que las nenas. Muchas rezongaban porque no encontraban las localidades y porque los acomodadores no agilizaban la entrada. A 10 minutos de comenzar el show, todavía había una cola interminable para ocupar las butacas. La presión de una “patota” rosada desde atrás del campo se hacía sentir.

Y pasó lo que no tenía que pasar: a las 19 en punto apareció el elenco en el escenario. Corridas en la fila, papás enojados con la organización, más corridas y siempre el temor de una estampida, ante el ojo atento de Defensa Civil. Nadie encontraba sus ubicaciones. “Parate acá, donde sea”, se escuchaba entre los padres. La locura no era para menos: el espectáculo comenzó con “Alas”, la canción más popular de la tira que emite Disney Channel.
La canción “Siempre juntos”, acompañada de una enérgica coreografía con saltos, gritos y brazos que se sacudían fue la segunda parte de un comienzo arrollador. Lo que siguió fue una sorpresa: Luna cantó “Prófugos”, de Soda Stéreo. Sólo los papás que la vivieron en los 80 se dieron cuenta de que Karol estaba haciendo playback... La delataban las pantallas laterales, con unos inesquivables primeros planos.
Cuando terminó la tercera canción, Ramiro, uno de los personajes, imploró que sentaran a los chicos en las sillas para que los de atrás pudieran ver. Le hicieron caso y volvió la calma a la platea, que bramaba por culpa de tanta incomodidad. “Pagué $800 y tengo que verlo con mi nena en brazos”, se quejó Alba Huyena, con Juliana a cuestas.
El sueño de Luna
Antes de la quinta canción, “Invisibles”, se comenzó a desarmar el ovillo que marca la línea argumental del espectáculo: Luna cuenta que ha tenido un sueño, y a él hace referencia en cada uno de los diálogos que separan las 25 canciones del concierto y que llevan la ficción de la tele al escenario. Cuando sonaba “Invisibles”, la pequeña Ximena Kutter (7) no tuvo reparos en sacar su cancionero de “Soy Luna” para seguir la letra de la canción; su papá, Patricio, sí la sabía, pero la cantaba con timidez. Si hay algo que logra Luna es pegarles las canciones a los chicos tanto como a los grandes, que aunque no lo digan también disfrutan del show.
Ámbar es la antagonista de Luna y la más vanidosa de la novela. La rubia platinada tuvo su segmento, y apenas podían escucharse los aplausos restringidos por la bronca de los chicos. Después de su canción “Mírame a mí” comenzaron los cuadros románticos del show, algunos con besos que estuvieron a punto de ser y otros que finalmente fueron. Los chicos enloquecen. Y las mamás también.
La luna y el beso
En la mitad del concierto, a una hora y 13 canciones de haber comenzado, recién aparecen los patines en el escenario. Algo curioso y no esperado por los fans. Curioso, porque los patines son el arma superpoderosa de Luna, “la chica delivery” que hacía repartos sobre ruedas y que ha encontrado la felicidad y la amistad en una escuela de patinaje; no esperado, porque miles de chicos -entre ellos Constanza Luján (11), que llegó desde Santa Ana a ver el show- entró al mundo del patinaje para seguir a su ídola juvenil. Esa sería la primera de apenas dos salidas en patines, en las que se destacaron más los bailarines que Karol.
Como si hubiese estado cronometrado, en el último tema -antes del saludo final y del bis- la luna tucumana, la del cielo, comenzó a aparecer por detrás del escenario. Luna no se debe haber enterado. Quizás porque estaba de espaldas o porque justo en ese momento finalizaba el concierto con el esperado beso con Matteo.
Los precios de la pasión.- Las gorras con visera, con tachas y strass, negras y púrpura, costaban $ 150, lo mismo que los sombreros tipo funyi de paillettes. Vinchas a $ 30, remeras a $ 150, collares a $ 50; mugs (jarros de loza) a $ 50, igual precio que los largavistas. Bolsos chicos, a $ 100. Globos metalizados a $ 50 o a $ 80, inflados con helio.
Los precios de la pasión II.- Lo más caro eran las cajas conteniendo un par de patines y un casco, a $ 1.800. Bolsos grandes, impermeables, a $ 200, y chalecos inflados, a $ 300. Las muñecas tipo Barbie costaban $ 100. Y el choripán, a la salida, a $ 40.
Merchandising de todos lados.- Alrededor del estadio florecieron los puestos de venta de todo tipo de productos. Llamaba la atención la tonada de los vendedores. Los locales, obvio, vestían la camiseta de San Martín y estaban preocupados por la afluencia de gran cantidad de colegas salteños, cordobeses, porteños, muchos peruanos y hasta uruguayos que ofrecían los productos.
Listas para la acción.- Mía Doldán (8) y Abril Acosta, de Alberdi, fueron de las primeras en llegar, pero tenían la última fila. No tuvieron drama en pararse sobre los asientos para en mirar el show. Estaban solas y sin ningún tipo de temor. “Nuestras mamás nos esperan afuera porque no consiguieron más boletos. Les preguntamos qué hacíamos si nos aburríamos y nos dijeron que no salgamos hasta el final”, reveló Abril. Mía, tenía la respuesta justa: “estás loca, qué nos vamos a aburrir”, le retrucó a su amiga.