Mentiras en las redes: las claves del fenómeno

Mentiras en las redes: las claves del fenómeno

¿Qué consecuencias generan los rumores y las falsas informaciones que circulan a través de las redes sociales? ¿Cuáles son sus causas? ¿Es posible neutralizar el daño? Los análisis proporcionan algunas respuestas.

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05 Noviembre 2016
¿Qué consecuencias generan los rumores y las falsas informaciones que circulan a través de las redes sociales? ¿Cuáles son sus causas? ¿Es posible neutralizar el daño? Los análisis proporcionan algunas respuestas.
› la mirada desde el periodismo
============01 TIT Análisis  1 COL (10863565)============
Cómplices del rumor
============07Q FIR Análisis (10863562)============
Federico Van Mameren
La Gaceta
============02 TEX con Capitular (10863564)============
El rumor es una mala palabra. Es una voz sin dueño. Carga malas intenciones. El rumor tiene complejo de inferioridad. Sabe que nunca llegará a ser verdad. Si lo fuera no se escondería en el anonimato.
El rumor es un hambriento voraz. Se alimenta de hombres y mujeres mezquinos que se solazan con la maledicencia y la mentira. El rumor no tiene la decencia de la verdad. Por eso se comenta a los gritos. Conversa con cómplices e ignorantes que disfrutan del mal ajeno. En los últimos tiempos se ha iniciado un romance con Whatsapp que promete volverse un amor eterno. Se burla -y se aprovecha- de la confianza del amigo que le cuenta algo a otro y con sólo apretar “enviar” transmite el virus maligno.
La prensa tienen la obligación de escuchar todas las voces y a partir de allí comienza a trabajar. Por eso convierte al rumor en materia de estudio, es la primera fuente de cualquier noticia. Salvo los pasquines amarillos, la prensa no se deja seducir por el rumor que pasa a ser la harina para amasar el pan. Con sólo encontrar el autor o con citar la fuente, el rumor desaparece como el agua de las manos. No soporta dos preguntas y si lo hace pasa a ser noticia y, por lo tanto, adquiere criterio de verdad. En este siglo en el que todos somos periodistas detrás del celular, habría que hacer algunas preguntas antes de “reenviar” y evitaríamos crispar los nervios de los amigos y de toda la sociedad. 
la mirada del periodismo
============01 TIT Análisis  1 COL (10863659)============
Cuestión de distancias
============07Q FIR Análisis (10863656)============
Álvaro José Aurane
la gaceta
============02 TEX con Capitular (10863658)============
Vivimos en una sociedad de la indignación, define el filósofo surcoreano Byung-Chul Han en “En el enjambre” (2013). Allí, el ensayista subraya que la mediatización digital detruye las distancias físicas entre las personas; y también erosiona las distancias mentales. Entonces, que algo llegue al teléfono enviado por un contacto es suficiente prueba de verdad. Ver es creer. Lo que se recibe privadamente merece ser compartido, sin escalas (sin detenerse a pensar si tiene algún viso de verdad), públicamente. Alimentar paranoias por Whatsapp demora “un toque”. Esta falta de distancias -explica él- conduce a que lo público y lo privado se mezclen. Y fenece el respeto. “Respeto -explica Byung-Chul Han- significa mirar hacia atrás. Es un mirar de nuevo”. Es una mirada distanciada, un re-spectare. “Hoy, esa actitud deja paso a una mirada sin distancias, típica del espectáculo”: el mero spectare. Una sociedad sin respeto conduce a la sociedad del escándalo. Y en la histeria de la indignación no hay comunicación, ni diálogo, ni discurso. La sociedad de la indignación “no constituye ningún ‘nosotros’ estable que muestre una estructura del cuidado conjunto de la sociedad. La preocupación (...) en gran medida, es una preocupación por sí mismo”.
Entonces somos un enjambre digital de individuos aislados. Todos zumbando con un teléfono.
la mirada desde la semiótica
============01 TIT Análisis  1 COL (10863515)============
Desconfianza
============07Q FIR Análisis (10863512)============
Diego Toscano
Docente e Investigador - Fac. de Filosofía y Letras (UNT)
============02 TEX con Capitular (10863514)============
La credibilidad que se les otorga a los mensajes que circulan a través de las redes sociales es directamente proporcional a la poca confianza de la que gozan las instituciones del Estado, como la Policía. La mayoría de esos textos, imágenes o videos aluden a la seguridad, aunque no sean únicamente referidas a ella. Dada la percepción sobre la inseguridad que existe con respecto a delitos que van desde la trata de personas hasta el secuestro de niños es que la gente prefiere aceptarlos. Sin embargo, si son analizados con detenimiento, se observa que los mensajes contienen datos evidentemente falsos: por ejemplo, la foto del túnel inundado claramente no era de esta provincia; o los teléfonos que aparecen no corresponden a Tucumán; o se habla de la Policía Nacional, cuando en Argentina esa institución no existe.
De todas formas, en las redes circula con cierta facilidad información que es retransmitida de forma irreflexiva; se comparte “por las dudas”. La gente ni siquiera llega atribuirle el rótulo de “verdadero” a eso que está reenviando: delega en el otro que confíe o que no. En los grupos de Whatsapp se observa esto muchas veces: una persona comparte uno de estos mensajes, alguien pregunta qué certezas tiene, y quien envió el comentario contesta: “por las dudas”.
la mirada desde la informática
============01 TIT Análisis  1 COL (10863545)============
Dependencia tecnológica
============07Q FIR Análisis (10863542)============
César Agüero
CEO Depto. INFORMÁTICA FORENSE - Ministerio Público Fiscal
============02 TEX con Capitular (10863544)============
Hay una realidad: nuestra sociedad está inmersa en la tecnología y somos totalmente dependientes de ella. Podemos llegar a chequear el celular más de 160 veces al día. Incluso, muchos creen que, por ser su teléfono o su perfil de Facebook, estarán a salvo las imágenes que guarden o transmitan. Así también somos dependientes de lo que dicen las redes sociales, incluida la aplicación WhatsApp.
Semanas atrás participé como becario de un taller sobre delitos telemáticos en Colombia, organizado por el gobierno de Bogotá y la Organización de Estados Americanos. Si bien no era el tema principal, también se habló de esta especie de “psicosis” que se genera por la información no verificada.
Las personas debemos analizar las fuentes de las cuales surgen los mensajes. Los periodistas, por ejemplo, deben someter los datos a diversos filtros antes de publicar algo. Nosotros, en nuestra vida cotidiana, debemos habituarnos a esas medidas de seguridad antes de compartir un mensaje. Como usuarios, tenemos que tratar de apuntar al sentido común, no perder el control de lo que nos están planteando a través de las redes sociales. Es importante no dejarnos cautivar por lo que estamos viendo. Y, si somos padres, tenemos que explicarles a nuestros hijos qué es información, y enseñarles que deben estar atentos a todo lo que les llega, para no hacer circular esa información y alimentar esa especie de “psicosis”.
la mirada desde la filosofía
============01 TIT Análisis  1 COL (10863535)============
Cadena falsa, efecto real
============07Q FIR Análisis (10863532)============
Nicolás Zavadivker
Doctor en FIlosofía
============02 TEX con Capitular (10863534)============
Es tentador compartir una cadena de Whatsapp como la que circuló en estos días: no sólo logramos generar un interés (en forma de preocupación) en nuestros receptores; hasta nos sentimos justicieros al colaborar en combatir a los más escabrosos miembros de la sociedad. Creyendo producir un bien colectivo hacemos exactamente lo contrario: diseminamos miedo; y este, lejos de ser inocuo, es capaz de generar nuestras peores y más primitivas reacciones. Y aunque a algunos no necesariamente los lleve a la violencia, seguramente les hará retraerse del mundo exterior: no confiar en nadie, no ayudar a extraños, no caminar por ciertas zonas a ciertas horas, etc. Es decir, limitará su vida, y la volverá un asunto solitario o reducido a los círculos más cercanos, y los liberará de sus preocupaciones por el bienestar de los demás.
Claro que existen muchísimos peligros reales, e ignorarlos sería insensato. No hay dudas de que el mundo está repleto de males. La cuestión consiste, al menos, en no agregar males a los ya existentes. Los efectos de una falsa cadena poseen tanta realidad como los de una verdadera. Y su proliferación puede, incluso, socavar la confianza en los mensajes reales. Hay que cuidarse también del uso político del miedo: no fueron pocas las veces que este allanó el camino para la aceptación de las medidas más autoritarias o el inicio de una guerra, con resultados mucho peores que los males que procuraba conjurar.
la mirada desde las letras y el discurso
============01 TIT Análisis  1 COL (10863555)============
En el imaginario social
============07Q FIR Análisis (10863552)============
María Laura de Arriba
Doctora en letras - Docente de la UNT
============02 TEX con Capitular (10863554)============
Una de las características de las redes sociales es que permiten un acceso libre, al alcance de prácticamente todo el mundo. Se puede encontrar opiniones bien informadas e interesantes, pero también posiciones personales de gente que busca sembrar el terror o que está paranoica. Hay de todo. Y la cuestión del rumor, puntualmente, tiene mucho que ver con el imaginario social. Por ejemplo, si se habla de secuestradores que circulan en una Trafic, se puede estar reflejando el miedo a que eso le suceda a un hijo, a un hermano o a cualquier pariente. A veces, esos terrores sociales se corporizan de esa manera, en la forma de un rumor que se da por verdadero y se va construyendo a partir de la difusión. Es un fenómeno que ha existido siempre, y basta recordar aquella anécdota famosa de Orson Welles en radio. Pero ahora esto se produce con una masividad y una simultaneidad propias de las redes sociales.
Existe una segmentación, ya que uno elige a quién va a seguir en Twitter, por ejemplo, pero los mensajes circulan en tiempo real y la noticia no pasa de un día para el otro, sino que se dispara en el acto con alcances que, en ocasiones, no tienen nada que ver con la realidad. Son los imaginarios sociales que hacen sus propias construcciones. Al día de hoy, a pesar de las autopsias y de los informes oficiales, persiste el rumor de que Alfredo Yabrán no se suicidó; que le operaron la cara y sigue vivo. De alguna manera, tiene que ver con los terrores de una sociedad.
la mirada desde la psicología social
============01 TIT Análisis  1 COL (10863505)============
El rumor es síntoma
============07Q FIR Análisis (10863502)============
Emilio Mustafá
Psicólogo
============02 TEX con Capitular (10863504)============
El rumor es un “ruido” en la comunicación. Genera desinformación o mala información, y se ha potenciado con las redes sociales.
Hay que pensar en la estructura social de este último período, en el que poco se cree en las instituciones o existe una falta de referentes sobre qué palabra es válida. En esa incertidumbre en la cual se vive, en ese proceso de descomposición social, pareciera que cualquier tipo de mala noticia es “esperable”. Eso habla de la fragilidad de los vínculos, de un momento en el que parece difícil creer en valores. El rumor es un síntoma social que se dispara rápidamente como fenómeno.
Por ejemplo, estos mensajes referidos a la ola de secuestros de niños surgen en un momento en el que la persona se pregunta: ¿por qué no sería posible, si estamos en un contexto en el que parece que todo puede pasar? Entonces no se busca comprobar lo que se dice, sino que se lo toma por cierto. Lo primero que genera un comentario como el del secuestro de menores es pánico, un mecanismo defensivo inmediato. Y, ante la incertidumbre, se decide reaccionar: me preparo para que a mí no me pase. Así, hasta que luego se aclara todo y baja la situación de confusión. En todo esto también influye el bombardeo informativo en los medios tradicionales y en las redes sociales. 
la mirada de una ciudadana
============01 TIT Análisis  1 COL (10863495)============
Con nombre y apellido
============07Q FIR Análisis (10863492)============
Ana Bulacio Paz
Usuaria de Facebook - difundió un mensaje solidario
============02 TEX con Capitular (10863494)============
En abril pasado fui a donar sangre al Hospital Italiano (Buenos Aires) y me conmovió la situación de un chico de Tucumán que sufría cáncer y necesitaba un trasplante de médula ósea. Se requerían 100 dadores de sangre, plaquetas o médula. Así que decidí publicar una carta en Facebook, con mi nombre y apellido, y la compartieron todas mis amistades. Se ve que le llegó a alguien de LA GACETA, porque me llamaron, me hicieron una entrevista y ahí se empezó a propagar todavía más. Luego salió por canales de televisión, por otros diarios de distintos lugares del país, por las radios. Hasta el día de hoy me emociona, porque muchísima gente se acercó a donar, como decía mi mensaje de Facebook, y también muchos ayudaron con dinero, comida o lo que podían aportar. Creo que fue muy importante haber firmado ese mensaje, para que tuviera credibilidad, porque circulan muchas mentiras por las redes sociales. Me pareció un recaudo necesario. Incluso tomé los datos personales del chico en el hospital; avisé que yo me iba a encargar de difundir el pedido pero que necesitaba también eso para que fuera verídico. Incluso, el mensaje volvió a circular meses después, cuando el chico lamentablemente ya había fallecido, pero en esa ocasión ya no tenía mi firma. Por eso estoy segura de que las redes sociales, bien utilizadas y con seriedad, son muy importantes. En mi caso, sirvieron para ayudar.

La mirada desde el periodismo

Cómplices del rumor

Federico Van Mameren - LA GACETA

El rumor es una mala palabra. Es una voz sin dueño. Carga malas intenciones. El rumor tiene complejo de inferioridad. Sabe que nunca llegará a ser verdad. Si lo fuera no se escondería en el anonimato.
El rumor es un hambriento voraz. Se alimenta de hombres y mujeres mezquinos que se solazan con la maledicencia y la mentira. El rumor no tiene la decencia de la verdad. Por eso se comenta a los gritos. Conversa con cómplices e ignorantes que disfrutan del mal ajeno. En los últimos tiempos se ha iniciado un romance con Whatsapp que promete volverse un amor eterno. Se burla -y se aprovecha- de la confianza del amigo que le cuenta algo a otro y con sólo apretar “enviar” transmite el virus maligno.
La prensa tienen la obligación de escuchar todas las voces y a partir de allí comienza a trabajar. Por eso convierte al rumor en materia de estudio, es la primera fuente de cualquier noticia. Salvo los pasquines amarillos, la prensa no se deja seducir por el rumor que pasa a ser la harina para amasar el pan. Con sólo encontrar el autor o con citar la fuente, el rumor desaparece como el agua de las manos. No soporta dos preguntas y si lo hace pasa a ser noticia y, por lo tanto, adquiere criterio de verdad. En este siglo en el que todos somos periodistas detrás del celular, habría que hacer algunas preguntas antes de “reenviar” y evitaríamos crispar los nervios de los amigos y de toda la sociedad. 

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Cuestión de distancias

Álvaro José Aurane - LA GACETA

Vivimos en una sociedad de la indignación, define el filósofo surcoreano Byung-Chul Han en “En el enjambre” (2013). Allí, el ensayista subraya que la mediatización digital detruye las distancias físicas entre las personas; y también erosiona las distancias mentales. Entonces, que algo llegue al teléfono enviado por un contacto es suficiente prueba de verdad. Ver es creer. Lo que se recibe privadamente merece ser compartido, sin escalas (sin detenerse a pensar si tiene algún viso de verdad), públicamente. Alimentar paranoias por Whatsapp demora “un toque”. Esta falta de distancias -explica él- conduce a que lo público y lo privado se mezclen. Y fenece el respeto. “Respeto -explica Byung-Chul Han- significa mirar hacia atrás. Es un mirar de nuevo”. Es una mirada distanciada, un re-spectare. “Hoy, esa actitud deja paso a una mirada sin distancias, típica del espectáculo”: el mero spectare. Una sociedad sin respeto conduce a la sociedad del escándalo. Y en la histeria de la indignación no hay comunicación, ni diálogo, ni discurso. La sociedad de la indignación “no constituye ningún ‘nosotros’ estable que muestre una estructura del cuidado conjunto de la sociedad. La preocupación (...) en gran medida, es una preocupación por sí mismo”.
Entonces somos un enjambre digital de individuos aislados. Todos zumbando con un teléfono.

La mirada desde la semiótica

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Desconfianza

Diego Toscano - Docente e Investigador - Fac. de Filosofía y Letras (UNT)

La credibilidad que se les otorga a los mensajes que circulan a través de las redes sociales es directamente proporcional a la poca confianza de la que gozan las instituciones del Estado, como la Policía. La mayoría de esos textos, imágenes o videos aluden a la seguridad, aunque no sean únicamente referidas a ella. Dada la percepción sobre la inseguridad que existe con respecto a delitos que van desde la trata de personas hasta el secuestro de niños es que la gente prefiere aceptarlos. Sin embargo, si son analizados con detenimiento, se observa que los mensajes contienen datos evidentemente falsos: por ejemplo, la foto del túnel inundado claramente no era de esta provincia; o los teléfonos que aparecen no corresponden a Tucumán; o se habla de la Policía Nacional, cuando en Argentina esa institución no existe.
De todas formas, en las redes circula con cierta facilidad información que es retransmitida de forma irreflexiva; se comparte “por las dudas”. La gente ni siquiera llega atribuirle el rótulo de “verdadero” a eso que está reenviando: delega en el otro que confíe o que no. En los grupos de Whatsapp se observa esto muchas veces: una persona comparte uno de estos mensajes, alguien pregunta qué certezas tiene, y quien envió el comentario contesta: “por las dudas”.

La mirada desde la informática

Dependencia tecnológica

César Agüero - CEO Depto. Informática Forense - Ministerio Público Fiscal

Hay una realidad: nuestra sociedad está inmersa en la tecnología y somos totalmente dependientes de ella. Podemos llegar a chequear el celular más de 160 veces al día. Incluso, muchos creen que, por ser su teléfono o su perfil de Facebook, estarán a salvo las imágenes que guarden o transmitan. Así también somos dependientes de lo que dicen las redes sociales, incluida la aplicación WhatsApp.
Semanas atrás participé como becario de un taller sobre delitos telemáticos en Colombia, organizado por el gobierno de Bogotá y la Organización de Estados Americanos. Si bien no era el tema principal, también se habló de esta especie de “psicosis” que se genera por la información no verificada.
Las personas debemos analizar las fuentes de las cuales surgen los mensajes. Los periodistas, por ejemplo, deben someter los datos a diversos filtros antes de publicar algo. Nosotros, en nuestra vida cotidiana, debemos habituarnos a esas medidas de seguridad antes de compartir un mensaje. Como usuarios, tenemos que tratar de apuntar al sentido común, no perder el control de lo que nos están planteando a través de las redes sociales. Es importante no dejarnos cautivar por lo que estamos viendo. Y, si somos padres, tenemos que explicarles a nuestros hijos qué es información, y enseñarles que deben estar atentos a todo lo que les llega, para no hacer circular esa información y alimentar esa especie de “psicosis”.

La mirada desde la filosofía

Cadena falsa, efecto real

Nicolás Zavadivker - Doctor en Filosofía

Es tentador compartir una cadena de Whatsapp como la que circuló en estos días: no sólo logramos generar un interés (en forma de preocupación) en nuestros receptores; hasta nos sentimos justicieros al colaborar en combatir a los más escabrosos miembros de la sociedad. Creyendo producir un bien colectivo hacemos exactamente lo contrario: diseminamos miedo; y este, lejos de ser inocuo, es capaz de generar nuestras peores y más primitivas reacciones. Y aunque a algunos no necesariamente los lleve a la violencia, seguramente les hará retraerse del mundo exterior: no confiar en nadie, no ayudar a extraños, no caminar por ciertas zonas a ciertas horas, etc. Es decir, limitará su vida, y la volverá un asunto solitario o reducido a los círculos más cercanos, y los liberará de sus preocupaciones por el bienestar de los demás.
Claro que existen muchísimos peligros reales, e ignorarlos sería insensato. No hay dudas de que el mundo está repleto de males. La cuestión consiste, al menos, en no agregar males a los ya existentes. Los efectos de una falsa cadena poseen tanta realidad como los de una verdadera. Y su proliferación puede, incluso, socavar la confianza en los mensajes reales. Hay que cuidarse también del uso político del miedo: no fueron pocas las veces que este allanó el camino para la aceptación de las medidas más autoritarias o el inicio de una guerra, con resultados mucho peores que los males que procuraba conjurar.

La mirada desde las letras y el discurso

En el imaginario social

María Laura de Arriba - Doctora en letras - Docente de la UNT

Una de las características de las redes sociales es que permiten un acceso libre, al alcance de prácticamente todo el mundo. Se puede encontrar opiniones bien informadas e interesantes, pero también posiciones personales de gente que busca sembrar el terror o que está paranoica. Hay de todo. Y la cuestión del rumor, puntualmente, tiene mucho que ver con el imaginario social. Por ejemplo, si se habla de secuestradores que circulan en una Trafic, se puede estar reflejando el miedo a que eso le suceda a un hijo, a un hermano o a cualquier pariente. A veces, esos terrores sociales se corporizan de esa manera, en la forma de un rumor que se da por verdadero y se va construyendo a partir de la difusión. Es un fenómeno que ha existido siempre, y basta recordar aquella anécdota famosa de Orson Welles en radio. Pero ahora esto se produce con una masividad y una simultaneidad propias de las redes sociales.
Existe una segmentación, ya que uno elige a quién va a seguir en Twitter, por ejemplo, pero los mensajes circulan en tiempo real y la noticia no pasa de un día para el otro, sino que se dispara en el acto con alcances que, en ocasiones, no tienen nada que ver con la realidad. Son los imaginarios sociales que hacen sus propias construcciones. Al día de hoy, a pesar de las autopsias y de los informes oficiales, persiste el rumor de que Alfredo Yabrán no se suicidó; que le operaron la cara y sigue vivo. De alguna manera, tiene que ver con los terrores de una sociedad.

La mirada desde la psicología social

El rumor es síntoma

Emilio Mustafá - Psicólogo

El rumor es un “ruido” en la comunicación. Genera desinformación o mala información, y se ha potenciado con las redes sociales.
Hay que pensar en la estructura social de este último período, en el que poco se cree en las instituciones o existe una falta de referentes sobre qué palabra es válida. En esa incertidumbre en la cual se vive, en ese proceso de descomposición social, pareciera que cualquier tipo de mala noticia es “esperable”. Eso habla de la fragilidad de los vínculos, de un momento en el que parece difícil creer en valores. El rumor es un síntoma social que se dispara rápidamente como fenómeno.
Por ejemplo, estos mensajes referidos a la ola de secuestros de niños surgen en un momento en el que la persona se pregunta: ¿por qué no sería posible, si estamos en un contexto en el que parece que todo puede pasar? Entonces no se busca comprobar lo que se dice, sino que se lo toma por cierto. Lo primero que genera un comentario como el del secuestro de menores es pánico, un mecanismo defensivo inmediato. Y, ante la incertidumbre, se decide reaccionar: me preparo para que a mí no me pase. Así, hasta que luego se aclara todo y baja la situación de confusión. En todo esto también influye el bombardeo informativo en los medios tradicionales y en las redes sociales. 

La mirada de una ciudadana

Con nombre y apellido

Ana Bulacio Paz - Usuaria de Facebook - Difundió un mensaje solidario

En abril pasado fui a donar sangre al Hospital Italiano (Buenos Aires) y me conmovió la situación de un chico de Tucumán que sufría cáncer y necesitaba un trasplante de médula ósea. Se requerían 100 dadores de sangre, plaquetas o médula. Así que decidí publicar una carta en Facebook, con mi nombre y apellido, y la compartieron todas mis amistades. Se ve que le llegó a alguien de LA GACETA, porque me llamaron, me hicieron una entrevista y ahí se empezó a propagar todavía más. Luego salió por canales de televisión, por otros diarios de distintos lugares del país, por las radios. Hasta el día de hoy me emociona, porque muchísima gente se acercó a donar, como decía mi mensaje de Facebook, y también muchos ayudaron con dinero, comida o lo que podían aportar. Creo que fue muy importante haber firmado ese mensaje, para que tuviera credibilidad, porque circulan muchas mentiras por las redes sociales. Me pareció un recaudo necesario. Incluso tomé los datos personales del chico en el hospital; avisé que yo me iba a encargar de difundir el pedido pero que necesitaba también eso para que fuera verídico. Incluso, el mensaje volvió a circular meses después, cuando el chico lamentablemente ya había fallecido, pero en esa ocasión ya no tenía mi firma. Por eso estoy segura de que las redes sociales, bien utilizadas y con seriedad, son muy importantes. En mi caso, sirvieron para ayudar.

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