Navegando en aguas peligrosas

A punto de recibirse de árbitro nacional, Leila Argañaraz le hace frente a un deporte machista.

HÁBIL. Argañaraz es árbitro de fútbol, pero también lo juega. “Soy lateral derecho, me gusta pasar al ataque”, aseguró. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL HÁBIL. Argañaraz es árbitro de fútbol, pero también lo juega. “Soy lateral derecho, me gusta pasar al ataque”, aseguró. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL
14 Septiembre 2016
La paciencia es un don cuya entrada parece prohibida en una cancha de fútbol. Puede hasta ser mala palabra, aunque suene ilógico. El exitismo es una marea repleta de desechos tóxicos que contamina el espectáculo. Y tal como especialistas de la salud lo ratifican una y otra vez, un campo de fútbol suele ser el tachito de basura donde el hincha, ya sea un erudito, un nene de mamá o un vago, descarga tensiones contra propios y extraños. Si el panorama pinta oscuro, el árbitro es la primera víctima en la ecuación.

Si para un hombre es difícil mantenerse inmune a los mensajes que bajan de las tribunas, ¿qué queda para una mujer? Leila Argañaraz lo responde sin inmutarse: “lo que pase afuera no me preocupa. Trato de concentrarme en el partido, porque si me hiciera eco de todo lo que dicen de mí afuera, me volvería loca”. Tiene razón la jueza de mayor proyección de nuestra provincia, la que marca el camino en el arbitraje femenino de Tucumán.

Llegó de casualidad, por curiosidad. Estudiaba Ingeniería en Sistemas, pero asume que perdía el tiempo. Un día pasó por la Liga, vio mucha gente de traje y consultó quiénes eran. Le respondieron: futuros árbitros de fútbol. En ese momento decidió que iba a navegar por esas aguas peligrosas. “En mi casa somos siete hermanos, incluida yo. Soy la única realmente vinculada al fútbol. A mis padres le conté que me había metido en esto mucho tiempo después”, revela.

Si con un hombre no hay piedad, menos con una mujer. La gente va del amor al odio, y del odio enfermizo a la promesa de muerte. Una locura. Lo peor, no hay fuerza policial ni simpatizantes que intenten calmar a los desbocados cuando lanzan su catarata de insultos. No miden si hay mujeres, menores, ancianos. No les importa nada. Las mujeres de las tribunas también suelen ser impiadosas. Si creen que Leila falló, la desconocerán como propia. La denigrarán.

Leila intenta desafiar hasta la propia gravedad. “Voy a seguir con el arbitraje. Es lo que quiero, lo que me gusta”, asegura. A fin de año se recibirá de árbitro nacional y con ello podrá dirigir desde Federal A hacia adelante. Por lo pronto, el 18 de agosto pasado tuvo su debut como jueza principal en el Federal B. Ese día, Lastenia venció a San Antonio por 1 a 0. El partido estuvo caldeado y Leila no perdonó. Roja directa para quienes se pegaron. Uno por bando. Para eso está, para impartir justicia.

Pero la justicia no siempre es divina. Tres días después de completar uno de los mayores desafíos de su carrera profesional, en Villa Mitre-Almirante Brown de Lules, por la Liga, un piedrazo la hizo caer al suelo.

“Lo que más me dolió no fue la agresión, sino estar en la comisaría haciendo la denuncia y ver al chico que me había atacado irse como si nada. El mismo comisario me explicó que esta gente entra y sale en cuestión de minutos. Llama un fiscal y lo liberan. Sentí que se me reían en la cara”, explota de bronca la joven de 25 años, admiradora de Darío Herrera. “Es el mejor, el más correcto, el que más sabe”, opina.

Cuando critican a sus colegas, ella los defiende: “los hinchas deben entender que nosotros tenemos segundos para decidir. Ellos reclaman y yo pregunto: ¿conocen el reglamento para hablar tanto?”. El tono que utiliza es desafiante. Leila no calla, va al frente.

Entiende el juego. “En el fútbol, los jugadores te encaran como en el barrio. Quieren quedar como los más machos. Y yo a veces les contesto algo que no esperan. Los desoriento. Trato de hablarles de igual a igual. Intento se parte de su mundo, sin perderles el respeto y que ellos no lo pierdan conmigo”, explica. Es diplomática.

Leila reniega de lo machista que es el ambiente que la rodea. “No sólo se trata del fútbol, sino de la sociedad en general. Te doy un ejemplo. En un partido, de 20 mujeres que había en la cancha, 15 me insultaban sin parar. Una me decía prostituta ‘hdp’, teniendo a su hija de no más de tres años a su lado. ¿Qué ejemplo puede darle después a su nena? Eso es el fútbol en ocasiones. Un Descontrol”, se lamenta.

Papá Valentín fue a verla una vez, no regresó jamás. Es entendible. “En su momento no me dejaba dirigir. No quería que yo haga esto. Pero siempre fui muy rebelde, ja”, dice. Desde su debut en San Jorge-Ateneo Parroquial Alderetes, en cancha de Sportivo, al que recuerda como un partido tranquilo, porque ninguno de los dos jugaba por nada, Leila Argañaraz fue avanzando a brazada limpia. Ser árbitro nacional era su meta y está ahí. La próxima será obtener el título de internacional. Pero primero debe dirigir. Y bien. Y aguantar lo que venga.

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