“Con el fiscal Herrera se acaba el Estado de Derecho”

“Con el fiscal Herrera se acaba el Estado de Derecho”

En su primera entrevista desde que salió de la cárcel, Jorge Alejandro Rigourd que el fiscal N°10, que afronta múltiples cuestionamientos, cobró una coima de $ 90.000 al agente de Cofin Jorge Cosentino.

EMPRESARIO IMPUTADO. Rigourd en la entrevista con LA GACETA. LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO EMPRESARIO IMPUTADO. Rigourd en la entrevista con LA GACETA. LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO
24 Mayo 2015
Dice Jorge Alejandro Rigourd que del calabozo salió otro Jorge Alejandro Rigourd. Este hombre de negocios había ascendido multiplicando el dinero ajeno. Y cayó como caen los poderosos: haciendo mucho ruido. Las señales de que las cosas no andaban bien habían comenzado hacía tiempo. Rigourd “bicicleteaba” los pagos y sus problemas de liquidez tenían en vilo a la plaza local. Los rumores se aceleraron cuando la Justicia Federal lo juzgó en dos casos de maniobras con títulos públicos, y lo condenó junto al ex juez Felipe Federico Terán y otros imputados. Pero ese juicio de septiembre de 2014 fue nimio en comparación de lo que le aguardaba en noviembre: la acusación de haber estafado a 400 ahorristas. Y un día Guillermo Herrera, fiscal N°10, sorprendió con el anuncio de que investigaba a Rigourd por la comisión de la mayor estafa de la historia de Tucumán.

Hubo un allanamiento espectacular en la city y otro menos publicitado -pero igualmente impactante- en el country. Hubo damnificados con bronca. Hubo promesas de recuperar el dinero “arrebatado”. Hubo quien calificó a Rigourd de “lobo de Wall Street vernáculo” en honor a Jordan Belfort, el agente bursátil caído en desgracia y popularizado por el cineasta Martin Scorsese. Hubo especulaciones de todos los tamaños. En un momento, Herrera dijo que el dueño de Cofin SA estaba prófugo y que él tenía una orden de captura. Después, el imputado se presentó a declarar, y allí fue esposado y exhibido para que las cámaras registrasen el instante de la detención.

Una agónica resolución de la jueza Mirta Lenis de Vera salvó a Rigourd y a su socio, el contador Hugo Sánchez, de pasar la Navidad en el pabellón de máxima seguridad de Villa Urquiza. Pero esos días en la cárcel dejaron su huella en un businessman acostumbrado a codearse con fortunas de todas las especies. Cinco meses después de la experiencia del cautiverio y en la primera entrevista que concede desde entonces, Rigourd dice que él no pretende hacer una patriada, pero tampoco está dispuesto a aceptar que lo pasen por encima. Rigourd dice que la sociedad ha llegado hasta el extremo de resignar valores esenciales en pos de acumular dinero. Dice que una cosa es que los negocios no funcionen y fundirse, y otra, fundir el Estado de Derecho. Dice que la estadía en la celda le permitió mirarse y mirar de una manera distinta. Este otro Rigourd tiene a mano, en su celular, la cita célebre del periodista estadounidense Edward R. Murrow: “una nación de ovejas engendra un gobierno de lobos”.

Y ahora que su caso volvió a “la vidriera” gracias a una denuncia del Colegio de Abogados de la Capital en contra de Herrera y a que, a instancias de esa presentación, la Corte Suprema ordenó una auditoría cuyos resultados confirmarían las anomalías denunciadas, Rigourd está dispuesto a contar su versión sobre el presunto modus operandi del fiscal N°10. Entonces, suelta el siguiente relato-bomba: “el día del allanamiento, Herrera esposó a Jorge Cosentino, agente de Cofin, y le exigió que entregara una suma de dinero a una supuesta sobrina suya, María Posse Bruhl, que era clienta. Desesperado, Cosentino salió a buscar los fondos y terminó dando $ 90.000 a Herrera para no quedar preso. Todo esto puede ser probado con mensajes y cruces de llamados. Era lisa y llanamente una extorsión, y Cosentino estaba aterrado”.

-Empecemos de nuevo. ¿Cómo ocurrieron los hechos?

-El viernes 7 de noviembre era feriado bancario y, por ello, el jueves había viajado a Bahía Blanca. Ese día me llaman del country para avisarme que la Policía quería entrar a mi casa, pero en ese momento aún no tenían orden de allanamiento. A la media hora me dicen que un grupo de agentes con Herrera a la cabeza estaba ingresando en las oficinas de San Martín al 600. Mientras tanto, en mi domicilio no había nadie, y revolvieron todo: ¡parecía un asalto! ¡Nos desvalijaron! Se llevaron lentes, cámaras de fotos, joyas y hasta un automóvil, pese a que no estaban autorizados a retirarlo. Los policías tomaron como testigos a obreros y no permitieron que mis vecinos presenciasen el procedimiento.

-Y mientras tanto, ¿qué ocurría en la calle San Martín?

-Se manejaron con total atropello y prepotencia. Desde el momento cero, con los cortes de calle y la convocatoria a la prensa, el operativo fue pensado para causar un efecto. El fiscal mintió de entrada cuando dijo que yo estaba fugado; que tenía pedido de captura internacional y que había formado empresas fantasma. Llevo 24 años trabajando en Tucumán y nunca cometí delitos. Pero volvamos al allanamiento: además de lo de Cosentino, agarraron a las empleadas, las desnudaron y las intimidaron. Querían infundirles miedo y lo lograron; querían abrir cajones, les daban las llaves, pero ellos preferían reventarlos: actuaron con saña y necesidad de causar daño. Al contador Sánchez lo tuvieron 16 horas esposado; lo “apretaron” y lo obligaron a abrir mi despacho en el quinto piso. Fue una tortura perpetrada con la amenaza de que si denunciaban lo sucedido, serían encarcelados.



-Los auditores criticaron la apertura de 276 cajas de seguridad...

-Esas cajas eran cedidas por comodato. Herrera no estaba autorizado a allanarlas, pero actuó de prepo y coercitivamente. Aunque disponían de llave para abrirlas por las buenas, decidió violentarlas. Y el procedimiento no fue controlado por nadie. Hicieron desmanes y saquearon lo que encontraron hacia adentro. Y hacia afuera, Herrera hizo una convocatoria de denunciantes: otro exceso que confundió muchísimo a la gente. La Justicia penal está para investigar delitos no para funcionar como una agencia de cobranzas, como expresó el Colegio de Abogados.

-¿Qué impresión le causó verse fotografiado con esposas?

-Está claro que fue un “apriete” en la línea de los allanamientos violentos y del maltrato que recibimos por parte de la Fiscalía N°10.

-Después de tanto despliegue, ¿le sorprendió que lo liberaran?

-Con buen criterio, la jueza (Lenis de Vera) advirtió que había una maniobra para disponer de mis bienes y no se prestó a ese juego. Dentro del patrimonio está la propiedad de la ex Papelera (avenida Mate de Luna al 1.900), que es muy valiosa. Mi lectura es que intentaron quebrarme moral, anímica y económicamente.

-¿Usted pagó una coima para evitar la prisión preventiva?

-No, no hubo ningún arreglo de ese tipo. En forma directa nadie me hizo esta propuesta, pero, indirectamente, hubo algún comentario en aquel sentido. Pero yo prefiero dar la cara y las explicaciones. Me puse en manos de los abogados y ellos hicieron, en forma legal, lo que correspondía.

-Hay quienes creen que el espectáculo de su detención obedeció a que entre sus acreedores había políticos de primera línea...

-Jamás participé en política. Sí tengo relación con políticos de diferentes partidos, pero ello responde a que llevo 30 años en la calle y en que, por mi actividad, es necesario disponer de buena información. Pero no manejo fondos de la política. Y si hay algún cliente de ese sector, se trata, en todo caso, de ahorros personales.

-Se comenta que entre sus denunciantes hay gente que invirtió dinero no declarado y que no podía presentarse en el concurso.

-El 50% de la economía está “en negro”. Todos hablan de la compañía financiera, pero nosotros no prestábamos dinero sino que, con las sumas que tomábamos, desarrollábamos proyectos propios o ayudábamos a desarrollar proyectos de terceros en los sectores agroindustrial e inmobiliario. Evidentemente veníamos con atrasos en los pagos, pero eso tiene que ver con que estamos en Tucumán y en Argentina: no es que Cofin andaba mal y el resto, bien. Pero la empresa seguía funcionando: aquí hubo un grupo que operó en sede penal para tratar de sacarnos del negocio y beneficiarse.

-¿Cuál es el pasivo de Cofin?

-Entre $ 150 y $ 180 millones.

-¿Y el activo?

-Hay participaciones en sociedades y en carteras. El proyecto más importante es el de la propiedad de la ex Papelera, que estaba casi cerrado, y que iba a tener hoteles, oficinas, viviendas y un centro comercial. Estamos viendo de replantearlo y de reformularlo: en la compra del inmueble intervino una empresa constructora que debe aportar su parte. Pero mi detención produjo un perjuicio irreparable para este emprendimiento que nos habría permitido recuperarnos como empresa y cumplir con los clientes.

-¿Podrá pagar sus deudas?

-Más allá de la coyuntura difícil de la provincia y del país, los activos están. Pese a que no era nuestra decisión comercial, las circunstancias nos forzaron a presentarnos en concurso preventivo y entendemos que habrá una solución.

-Regresemos a la causa penal. ¿Qué rescata de los 40 días que estuvo detenido?

-Viví todo tipo de anomalías. Por ejemplo, un sábado se presentaron de la Fiscalía X para notificarme que ese lunes debía presentarme a declarar... ¡por la imputación de una asociación ilícita! Es decir, Herrera siente que puede hacer lo que quiera, que es impune, que tiene poder y que nadie lo controla. ¿Quién se lo da? No lo sé. Pero con su comportamiento se acaba el Estado de Derecho. Si Herrera tiene un objetivo, lo consigue a cualquier precio, no importa lo que avasalle en el camino. Pude haber tomado malas decisiones en los negocios, pero eso no habilita a nadie a actuar como actuó el fiscal N°10.

-Usted tenía una vida social muy intensa. ¿Cómo es su pasar ahora?

-Me prohibieron la salida de la provincia y tuve que ajustarme. Hay gente que no dimensiona lo que sucedió y que hubo una violación de derechos humanos. No pude volver a mi trabajo con la normalidad de antes de la detención: no dispongo de la oficina ni de la documentación ni de los sistemas. Estoy tratando de ordenar la parte legal, pero, después de casi un semestre, sólo puedo decir que aguanto y que resisto. Hay clientes que están molestos y tienen razón, pero a mí me sacaron la continuidad que necesitaba para no llegar al concurso.

-¿Es usted, como dicen por ahí, “el lobo de Wall Street tucumano”?

-No, pero sí creo que lo que me pasó a mí debe servir para entender que toda inversión tiene sus riesgos y quizá sí ha sucedido que inversores pequeños entraron en un negocio que no era para su perfil. Hay que ser conscientes de que las apuestas económicas a veces funcionan y a veces fallan. Estoy en el rubro desde hace 24 años, hicimos asesoramientos muy exitosos y pagué impuestos millonarios; tuve complicaciones, pero no pergeñé la gran estafa del fiscal Herrera.

Comentarios