"Las dosis tremendas de verdad son narcóticas"

"Las dosis tremendas de verdad son narcóticas"

El escritor argentino radicado en Barcelona se convirtió en uno de los narradores virtuales de habla hispana más leídos. Es el autor de éxitos como Más respeto que soy tu madre (cuya versión teatral protagonizada por Antonio Gasalla fue vista por 350.000 espectadores en sólo un año) y creador de Orsai, una revista de autor sin publicidad ni intermediarios. Aquí habla sobre el fin de la revista y acerca del comienzo de una nueva etapa, completamente distinta y con una idea clave: grandes y chicos leyendo lo mismo.

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01 Diciembre 2013

Por Dolores Caviglia - Para LA GACETA - Buenos Aires

Hernán sabe de ficción. Durante la década de los 90, vivió gracias al dinero que le dejaban los concursos literarios que ganaba luego de averiguar el nombre de los jurados que lo iban a evaluar e investigar cuáles eran las preferencias de cada uno. Hernán sabía complacer. Sin embargo aún no había encontrado su propia voz. Años después, el 26 de septiembre de 2003, y ya en España, armó un blog porque se le había ocurrido fingir ser una ama de casa enojada por el precio de las pizzas. Y también, que a sus amigos en Argentina les iba a resultar gracioso leerlo. Lo publicó y se los envió. Pero las risas no fueron sólo argentinas; lo habían leído personas de todo el continente. Así comenzó Mujer Gorda, que tuvo 200 episodios, varios premios, se convirtió en el libro Más respeto que soy tu madre y fue llevado al teatro por el capocómico Antonio Gasalla y vista, sólo en su primer año en cartel, por 350.000 espectadores (hoy va por su quinto año). Más de diez años después de aquel primer post, Hernán Casciari, pese a su acento ya algo españolizado, es uno de los escritores argentinos más reconocidos del momento. Luego de renunciar a todos los contratos editoriales y a las columnas en los diarios La Nación y El País porque estaba cansado de que cambiaran cosas sin consultarle, de que recortaran sus textos para abaratar costos, de no poder comprobar en verdad cuántos libros vendía y cuáles eran sus ganancias, armó su propia revista y editorial, Orsai, junto a su amigo desde hace 40 años, Chiri Basilis, en donde cada colaborador pudo escribir hasta que se le antojó. Un papel que no vendió nada, sin publicidad ni intermediarios, que tuvo ilustraciones de calidad y fotos que contaron historias; una publicación hecha por personas apasionadas. Hoy, luego de 16 números, esa revista termina y comienza Bonsai.

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- ¿De qué trata este nuevo proyecto?

- Mirá, lo que nosotros queremos es seguir trabajando entre nosotros, pero ya no haciendo crónicas ni una revista tan inmensa en cuanto a lo que te lleva hacer cada número. Hoy, yo tengo más ganas de escribir que de editar. Por eso para el año que viene nos armamos este proyecto: Bonsai, una comedia en papel que aparece cada dos meses, pero que avanza todas las semanas en internet. Una revista para chicos y para grandes con un niño adentro. Tengo ganas de ir para otro lado y a Chiri le pasa lo mismo. Nos pareció muy bien apostar en su momento a la crónica, pero ahora no queremos ser tan serios. Yo tengo muchas ganas de escribir, pero no quiero tener que utilizar los botones de la solemnidad para hacerlo. Además, estoy convencido de que el lugar es la ficción; o ni siquiera, es la mentira. Quiero que todo sea mentira. Creo que las dosis tremendas de verdad son narcóticas. Ser adicto a la realidad es narcótico. La realidad debería ser un ingrediente para preparar una ficción y no para sufrir en estado puro. Suframos por lo menos con el filtro de la metáfora. Mintamos.

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- ¿Qué te dejaron estos años de Orsai?

- Aprendí mucho de logística, de distribución, de programación. Fue como ir a la universidad, lo que pasa es que siento que llegué a un punto en el que aprendí lo suficiente como para cambiar de bando. Quiero comenzar a pensar cosas sin tener todo eso en la cabeza. Ahora que el kiosco está armadito, me siento aliviado y ya no me preocupa soltar las riendas y meterme en lo que más me apasiona de todo esto: comunicar. Además, pienso que el cambio tiene que ver con la rutina. A nosotros, en este punto, la revista nos sale de taquito. Estábamos a punto de automatizarnos, de caer en esa vorágine. Si seguíamos con Orsai, el próximo año iba a ser automático.

- La revista tenía costos altos, papel de calidad, historias contadas por gente de renombre y cero publicidad. ¿Pensás que hay espacio para otra publicación así?

- En las editoriales siempre hay lugar para otra revista femenina, ¿no? Orsai es una revista de autor, algo muy raro. No se la podríamos vender a nadie para que siga. Los pilares de Orsai, su base, salieron de una sobremesa, de una conversación entre Chiri y yo; desde este lugar la mirada es absolutamente personal. Cuando la armamos, tomamos la decisión de que sea una revista en la que no importe el lector sino nuestras propias lecturas. No es una revista equilibrada, digamos. Por ejemplo: a nosotros nos importa nada la ecología, por lo que no escribiríamos nunca sobre eso, aunque sabemos que hay un target que lo consume. Los lectores principales somos nosotros dos: es parte de un capricho. Desde ese punto, cualquier versión de Orsai hecha por otros funcionaría, en tanto y en cuanto ese capricho contente a los que la hagan. Pueden salir un montón de proyectos como este; de hecho, me parece que internet lo que hace es propiciar productos no masivos sino caprichosos.

- Ante este nuevo proyecto, ¿cómo se sienten en comparación a cuando encaraban Orsai?

- Es absolutamente distinto. Cuando empezamos con Orsai, no teníamos idea de nada y nos pasaba justamente lo contrario: teníamos guita y no teníamos idea; ahora tenemos idea pero no guita. Estamos más tranquilos, sabemos cómo hacerla funcionar, cuánto tenemos que vender para no quebrar, entendemos mucho más de aduana, somos gente exportadora. Sabemos muchas cosas que nos costaron bocha. Esa parte la tenemos controlada, pero estamos muy ansiosos porque por primera vez en tres años es muy probable que Chiri y yo tengamos el cerebro 100% en lo creativo.

- Se cumplieron 10 años de tu primer post. ¿Qué balance podrías hacer? ¿Qué cambios registraste durante este tiempo?

- Yo tengo la impresión de que a principios de siglo cambiamos todos porque nos tecnologizamos. Me parece que ese es un cambio colectivo. A eso, tenés que sumarle el cambio de siglo y lo de las Torres Gemelas que también generó un cambio colectivo. En lo personal, yo cambié de continente, me convertí en un inmigrante sin querer. Al mismo tiempo, crucé la barrera de los 30, por lo que ya costaba mucho más mantener una postura adolescente por razones numéricas. Entonces, creo que hubo tantos cambios que yo no sé cuáles, y es un problemón que tengo, fueron los que me limaron la personalidad. Sé que estoy mucho más ermitaño, me convertí en un tipo antisocial; yo era extravertido, muy social en los tiempos analógicos. Ahora estoy muy cómodo en mi casa. Además, no me gustan mucho los aviones y los aeropuertos me agobian. Igual, cuando estoy un año entero en casa, me emboto así que armo salidas. En realidad, no me obligo yo sino mi mujer, para sacarme un poco de encima. Pero no puedo detectar la razón de esos cambios. No sé si fue porque llegó internet, porque cumplí 30, porque se cayeron las torres; quizá sea una suma de todo eso. En el sentido literario, encontré mi voz. En los 90 escribí muchas novelas, que por suerte no publiqué porque eran horribles. Y ahora sé por qué eran así: porque no escribía con mi voz, sino que quería parecer inteligente. El momento en que encontré mi camino fue justamente ese primer post. Sobreviví una década entera mandando cuentos a concursos porque ganaba; investigaba a los jurados para ver qué querían leer y ganaba. Cuando me vine a España supe que ya no me iba a dedicar a eso.  

Dejé de querer ser escritor. Trabajé de otra cosa y en mis ratos libres armé un blog para mandar textos a Chiri y también a la gente de Argentina por una cuestión de comunicación. Esos textos, absolutamente ajenos a cualquier tipo de expectativa, fueron los que se comenzaron a leer. Empecé a ver comentarios de gente ajena, de otros países, y me dije: "Uh, mirá, estoy escribiendo en código cerrado cosas que importan sólo a nosotros y sin embargo un pibe de Costa Rica se caga de risa con esto". Eso es puntualmente descubrir tu voz, dejar de querer ser otro.

- Recién dijiste que te volviste introvertido; sin embargo, el registro que tiene el blog
mostraría todo lo contrario, ¿pensás que ahí es donde está ese extrovertido de antes?

- En general, cuando vivía solo en Argentina, solía ser muy buen anfitrión de fiestas: ponía la casa siempre, que de hecho era como un club, gente borracha durmiendo por todos lados. Ahora, en Barcelona, me encerré y creo que canalicé todo eso en ser un buen anfitrión de mi espacio, mi lugar, que es internet. No somos dos, en absoluto. Son dos tiempos distintos. Además, estoy más viejo de cuando hacía fiestas.

- ¿Cómo fue que tomaron la decisión de decir basta?

- La última vez que fui a la Argentina, estábamos tomando mate en la casa de Chiri y me insistió con el proyecto que ya veníamos pensando, Bonsai, y yo le dije: "Te gustaría hacer solamente esto?" y le encantó. Bonsai nos ocupa la cabeza tiempo completo. Estuvimos un mes entero hasta que anunciamos que se terminaba Orsai y hasta que lo hicimos fue un bajón. Después hablábamos con Chiri al respecto: yo estaba bajoneado por haber tomado la decisión, aunque embalado por lo nuevo. Era malísimo decir que terminábamos sin contar lo nuevo. Y Chiri me decía que también estaba con una baja energética. Pero cuando lo solté en el blog me liberé muchísimo; sentí como: "ya fue, ya se los dije". Cuando salió el post, en octubre, yo estaba de viaje y empecé a recibir no e-mails, sino los cometarios de los lectores que me encontré en los lugares en los que me presenté. No fue virtual, fue físico. Y bueno, me decían que estaban tristes, que sigamos. Yo flasheo cuando voy a lugares porque noto cómo conocen la revista. Encima, en países en los que no existe físicamente, es todavía más loco. Ese contacto me puso mucho las pilas, porque con Chiri no somos muy conscientes de lo que puede estar pasando con Orsai afuera. Para nosotros esto es un juego.

- Y sobre la guerra papel/formato web, ¿qué pensás?

- Soy bastante ateo en cuanto a ensalzar formatos, me da exactamente lo mismo. Yo sé que hay determinados contenidos que si tengo una tablet cerca los busco ahí. Es como el horno y el microondas, no es uno u otro. En el horno hago una comida y en el microondas recaliento otra. No se pueden escribir sonetos en un bloc de notas, ¿no? Hay ciertos momentos en que querés dar vuelta la página de un libro y hay otros en que querés navegar. No vas a hacer la cena de fin de año en un microondas, pero después la comida de las 7 de la tarde la recalentás en el microondas. A mí me da igual. Eso sí, no me gusta bardear, usar el formato por el formato. Quiero contar algo y si se puede reproducir en todos los formatos, buenísimo.

© LA GACETA

PERFIL 

Hernán Casciari nació en Mercedes, en 1971. Recibió el 1º Premio de Novela en la Bienal de Arte de Buenos Aires (1991) y el premio Juan Rulfo (París, 1998). Desde el año 2000 vive en Barcelona. Su primera bitácora virtual fue elegida como el mejor blog del año por Deutsche Welle. Fue columnista de los diarios El País y La Nación. En 2010 lanzó la revista Orsai(homónima de uno de sus blogs más exitosos), publicación cultural de culto, distribuida en buena parte de los países de habla hispana sin intermediarios, en la que colaboraron muchos de los más destacados escritores de América y Europa. Publicó los libros Más respeto que soy tu madreEspaña, decí alpisteEl pibe que arruinaba las fotosEl nuevo paraíso de los tontos yCharlas con mi hemisferio derecho....

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