Skay y Los Fakires: irresistibles ensoñaciones

Skay y Los Fakires: irresistibles ensoñaciones

Qué fácil sería para Skay amarrarse al poste de las fórmulas redondas y vivir de ellas para siempre. Felizmente, Skay es valiente y se deja seducir por otras sirenas. Cantos que enriquecen su música revistiéndola de múltiples hallazgos sonoros. Pero Skay es inteligente y sabe dosificar esas influencias. Gambetea el barroquismo, no empalaga. Y por sobre todas las cosas, jamás se le escapa la pulsión rockera.

El quinto disco de Skay toca varios puertos, sobre todo de Oriente. Anduvo por Turquía antes de internarse en el estudio y se nota que mantuvo los oídos y la piel cien por ciento permeables. "La luna hueca" derrama bellísimas melodías y en los momentos precisos acelera a caballo de la guitarra, marca registrada de la casa. Son 10 canciones para escuchar una y otra vez; los arreglos están ahí, generosos para ser descubiertos y disfrutados. Cuerdas y percusiones, algún piano. Y en el amarradero beatle, pura tradición harrisoniana, se balancea la magnética "La fiesta del karma".

Los Fakires -los músicos de siempre, con nuevo nombre- apuntalan la voz ajustada de Skay. Hay mucha inspiración en estas letras.

No hay atajo ante la duda/ el misterio se hace aquí;/ se hace carne en cada uno/ el misterio es existir.

Skay salta de una fábula sobre ogros a mariposas excitadas; pinta futuros distópicos y clava las espuelas en caballos de fuego. Una maravilla.

¿Es un disco breve? Sí, no mucho más de media hora. "Cicatrices" es una exquisitez, al igual que la conmovedora "La última primavera". ¿Quieren riffs? Ahí están "Ya lo sabés" y "Falenas en celo". Pero hay algo más, profundo y rupturista: "La nube, el globo y el río", delicada y melancólica, un crescendo de cuerdas y vientos que acongojan. No muchos artistas pueden parir un tema como ese.

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