El cierre del museo Yupanqui en Acheral

El cierre del museo Yupanqui en Acheral

05 Junio 2013
No sólo lo llevó por el mundo. Lo hizo poesía, canto, recuerdo, nostalgia, pensamiento. Latía en su corazón. Tucumán no sólo representó para él un pedazo de vida, sino un amor que nunca se olvida. "Soy un cantor de artes olvidadas que camina por el mundo para que nadie olvide lo que es inolvidable: la poesía y la música tradicional de Argentina", decía. Sin embargo, sólo un pasaje en el Barrio San Martín recuerda a Atahualpa Yupanqui en San Miguel de Tucumán. Por esa razón, pareció una reivindicación de su figura, la inauguración de un museo en 2009, en Acheral, una tierra querida por este juglar, hasta el punto que quedó inmortalizada en "Luna tucumana", himno de nuestro folclore.

Hace cinco meses, cerró sus puertas por razones presupuestarias. El museo nació de una muestra itinerante que tuvo una gran convocatoria de público y se concretó a través de un convenio suscripto por la Fundación Atahualpa Yupanqui, el Ente de Turismo de Tucumán y la comuna de Acheral. El jefe comunal dijo que no podían afrontar los costos. "Aunque las visitas eran sin cargo, debíamos abonar salarios a nueve personas que se ocupaban de la atención y el mantenimiento. Pese al cierre, las cosas de la muestra siguen aquí. Están en una habitación del local. Pero como abonamos un alquiler por la vivienda, la utilizamos para el área de cultura", señaló.

Roberto Chavero, hijo de Yupanqui y titular de la fundación, se mostró optimista con la reapertura. "Esto no es cuestión de plata sino de buena voluntad. Tucumán es una provincia que mi padre amaba. Y Acheral, un pueblo por el cual el 'Tata' tenía una especial predilección", aseveró. Mientras que el responsable del Ente indicó que se reabrirá el museo sólo con el material de Yupanqui que tiene la provincia, no con los de la fundación. "No es una cuestión de dinero sino de objetivos. El proyecto original prevé una inversión de $7 millones. Porque Acheral es la puerta de acceso a los Valles Calchaquíes".

Más de dos decenas de piezas le dedicó don Ata a esta tierra, cuya geografía recorrió a caballo. Tanto era su apego que tuvo un rancho en Raco y hablaba con orgullo de su tucumanidad. Pero no sólo con zambas le pagó a esta tierra, sino también con historias, poemas y citas que incluyó en su producción literaria. Sólo un pasaje en el Barrio San Martín recuerda a Yupanqui en San Miguel de Tucumán. Fue entonces más que positivo que en Acheral surgiera la idea de homenajear al autor de "La viajerita", "Nostalgias tucumanas", "Zamba del grillo" y "Adiós Tucumán".

Quizás el mayor reconocimiento que los tucumanos podríamos hacerle es que su obra fuera estudiada en las escuelas, en las carreras universitarias de Letras, o en los institutos de formación docente. Como ya se dijo, sería un acto de justicia si alguna avenida o paseo público llevara su nombre o se erigiera un monumento y se lo emplazara en un lugar concurrido.

Sería más que positivo si la anunciada inversión en el museo se hiciera realidad en julio, no solo por su proyección turística, sino en agradecimiento por lo que hizo Yupanqui por Tucumán. Reconocer a los artistas valiosos no suele ser justamente una virtud de nuestra clase dirigente. Esta puede ser una oportunidad para comenzar a hacerlo. "Con esperanza o con pena en los campos de Acheral, yo he visto la luna llena besando el cañaveral", cantaba don Ata.

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