Vigilia con sabor argentino en El Vaticano

Vigilia con sabor argentino en El Vaticano

Por José Názaro, enviado especial de LA GACETA a Roma.

MATEADA. Matías y María Emilce iniciaron la ronda de amargos, a la que se sumaron los argentinos en Roma. MATEADA. Matías y María Emilce iniciaron la ronda de "amargos", a la que se sumaron los argentinos en Roma.
CIUDAD DEL VATICANO.- El mate amargo, de fuerte sabor, calienta el espíritu de los argentinos que recorren la mismísima plaza San Pedro, a algunos metros de los muros que cobijan hoy a Francisco, el Papa "que fueron a buscar al fin del mundo". Matías González y María Emilce Campano habían iniciado la mateada, sin siquiera sospechar que en derredor de la ronda se congregarían los argentinos que serán testigos el martes de la asunción del Sumo Pontífice, en el Vaticano. En su mayoría, llegaron de pura casualidad. Tal es el caso de González y de Campano, que viajaron a Roma para participar de una maratón y se dieron con que un compatriota suyo había sido designado para guiar un rebaño de 1.200 millones de católicos.

De todos modos, más allá de la fe, el ser argentino en Italia se ha convertido en una bendición: "¡igual que el Papa!", exclaman los romanos cuando conocen a un oriundo de nuestras tierras. Ocurre que Francisco se ganó a los latinos. El sacerdote mexicano Juan de Dios Olvera -que viajó a saludar la asunción- define al Papa como "más cálido que sus antecesores".

Resulta probable que tenga razón; al menos si se toman en cuenta las ventas de los puestos que ofrecen algún souvenir del Sumo Pontífice. Los comerciantes que trabajan en la plaza admiten que las imágenes de Francisco son compradas como pan caliente. "Es muy querido; llegó al corazón cuando habló desde el balcón. Yo estuve en la plaza; lo escuché, y me encantó", dijo Simone, un vendedor.

De acuerdo a las ventas, la sonrisa del Papa se prefiere, incluso, ante la de Karol Wojtyla (Juan Pablo II), uno de sus antecesores inmediatos, y acaso uno de los papas más queridos por los católicos de todos los países. Precisamente, este cariño por Wojtyla puede observarse en la puerta de la tumba donde descansa ese "Papa viajero". Frente a las puertas del edificio, una verdadera multitud ora en silencio por el beato.

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