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"La vida y la muerte me están desgastando" relata las peripecias de un terrateniente chino ejecutado durante la Revolución, y reencarnado sucesivamente en distintos animales.

11 Octubre 2012
En "La vida y la muerte me están desgastando", Mo Yan cuenta la historia de Ximen Nao, un terrateniente que, ejecutado por el régimen comunista, pasa dos años en el infierno antes de ser devuelto a la Tierra por el señor del inframundo, Yama.

Regresa a su aldea reencarnado en un burro. A partir de aquí (estamos en 1950) asistirá al triunfo del comunismo en China, a la Revolución Cultural, a la muerte de Mao y, finalmente, tras reencarnarse sucesivamente durante todo ese tiempo en cerdo, buey, perro y mono, recuperará su forma humana como el niño de cabeza grande Lan Qiansui.

Su actitud es la de un resistente que en su condición animal asiste al desarrollo de la vida en la pequeña aldea remota sacudida por las convulsiones y transformaciones de un maoísmo interpretado por unos rústicos; el periplo de Ximen reencarnado se convierte en un microcosmos de la vida china en la segunda mitad del siglo además de una fábula de la resistencia ante el igualitarismo autoritario.

Libro Primero: La penurias de ser un burro

I
Tortura y proclamación de inocencia
en el Infierno del señor Yama
Mediante una serie de argucias,
me reencarno en un burro de pezuñas albinas

Mi historia comienza el 1 de enero de 1950. En los dos años anteriores a esa fecha, tuve que padecer en las entrañas del Infi erno la tortura más cruel que un hombre pueda imaginar. Cada vez que me llevaban ante el tribunal, yo proclamaba mi inocencia con rotundidad y vehemencia, empleando un tono de voz triste y desesperado que penetraba hasta en el último recodo de la Sala de Audiencias del Señor Yama y rebotaba una y otra vez repetida por el eco. De mis labios no salió ni una sola palabra de arrepentimiento, a pesar de haber sido cruelmente torturado, y así conseguí que todos me vieran como un hombre de hierro.

Sé que me gané el respeto tácito de muchos de los habitantes del inframundo del señor Yama, pero también soy consciente de que el señor Yama comenzaba a estar harto de mí. Por tanto, para obligarme a admitir mi derrota, me sometió a la forma de tortura más siniestra que el Infierno podía ofrecer: me sumergieron en un barreño de aceite hirviendo, en el que caí y me retorcí y crepité como si fuera un pollo frito durante aproximadamente una hora. No hay palabras que hagan justicia a la agonía por la que tuve que pasar hasta que uno de los sirvientes me atravesó con un tridente, me levantó en volandas y ascendió conmigo por las escaleras del palacio. Luego se nos unió otro sirviente, que se situó a un lado y gritaba como un vampiro mientras el aceite hirviendo resbalaba por mi cuerpo y caía sobre los escalones de la Sala de Audiencias, donde crepitaba y desprendía bocanadas de humo amarillo. Con cuidado, me depositaron sobre una losa de piedra colocada a los pies del trono y, a continuación, hicieron una respetuosa reverencia.

-Gran Señor -anunció-, el condenado ya está frito.

Podés leer el Libro Primero completo en el PDF adjunto. 

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