La característica que hace traumático a algo es la mirada que se le echa a aquel que ha sufrido el accidente. En el caso de un accidente tan grave como es una violación, que implica una ruptura de la escena en la que vive en el mundo, lo más importante es hacer que esa criatura pueda reimaginar al mundo, que vuelva a creer en algo y que hasta pueda jugar de alguna manera con ese accidente.
Es la mirada del adulto lo que le va a dar mayor o menor traumatismo a lo sufrido. Los padres no tienen que negar la situación, pero tampoco vivirla como un estigma que ha marcado a esa criatura. Tienen que pensar que es un accidente y que ello no ha significado la destrucción de su vida.
También es muy importante que la persona afectada reciba una ayuda psicoterapéutica que le permita reelaborar la situación que ha vivido a través del juego, porque la vida de los chicos se desarrolla entre juego y juego. Como el accidente implicó una interrupción del juego de la infancia, hay que tratar de que este juego pueda continuar a pesar del hecho sufrido.
El tiempo que le llevará superar ese trauma va a depender de la criatura. Una herida cicatriza de acuerdo al tamaño que tiene y al cuerpo que la posee. Sí hay que tratar de que cicatrice de la mejor manera para que la marca sea lo más estética posible.
No es lo mismo sufrir una violación de muy niña que de preadolescente, cuando la víctima tiene más recursos para defenderse. Cuanto más chica sea la persona al vivir una situación traumática, mayor será el daño posterior porque tuvo menos posibilidades de defenderse. Pero si reciben este tratamiento, podrán tener una relación normal con el resto de las personas.