Sé que no ha muerto

Sé que no ha muerto

María Belén Aguirre, escritora.

31 Julio 2012
Me escribe para contarme que Tizón ha muerto esta mañana. No le creo. Me escribe para pedirme que escriba una crónica que intuye de antemano valiosa. No le creo.

Un pánico me invade la mano derecha y enmudezco. Al cabo de un rato, le respondo: "Soy la más inepta de todas. No he charlado con él. No he bebido vino con él. No he empolvado mis zapatos en las callecitas de Yala con él. Un día compré El hombre que llegó a un pueblo, en una librería de usados, y supe que Jujuy tenía un nombre inmortal. Después vinieron los otros y los otros. Pero nada conservo ya de eso, como no sean el viento y la memoria. He regalado mis libros a mis amigos, el día en que pensé que me iba. Ahora ellos reproducen su nombre en las conversaciones con otros".

Insisto en decirle que tal vez Tizón no ha muerto, que verifique la información. Me responde que tenía 82 años y que fue esta mañana. Dudo. Tengo dos horas para pensar en Tizón. Dos horas para escribir a contrapelo del tiempo la crónica de un hombre sin tiempo.

Comienzo:
Una novela que durara la vida entera. Un diálogo en la plaza del pueblo, mientras el sol sale y se esconde. Una tierra desértica que fuera para el hombre -esa bestia que repta- su patria y su techo. Una sencilla forma de nombrar la complejidad del mundo. Un espíritu acostumbrado a las alturas, que no se apuna fácilmente. Un viajante que vuelve una y otra vez a la tierra del llanto prístino. Una literatura que fuera un ejercicio de justicia, un alegato verosímil de estos lares. Una voz por cuya garganta hablasen los que siempre han callado. Una frontera equidistante entre el hombre y el hombre. Eso es Tizón.

Ahora que se que ha muerto, sé que no ha muerto.

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