Te contamos qué se puede y qué no a la hora de los palitos

Te contamos qué se puede y qué no a la hora de los palitos

26 Julio 2012
Los palitos son usados desde hace milenios en China, Japón y Corea, y van de la mano de tradiciones culinarias particulares: la comida en esos países del Asia no se sirve en platos individuales. Los comensales se sientan alrededor de la mesa: en el centro se colocan las fuentes con las diferentes preparaciones (los ingredientes siempre cortados en trozos, de modo que no haga falta cuchillo), y cada comensal tiene un bol con un poco de arroz. Entonces, con los palitos, cada uno se sirve lo que desea, lo coloca en el bol, sobre el arroz, acerca el bol a la boca... y come.

Para que esto sea posible, los granos de arroz no deben quedar totalmente separados; eso implica que se utiliza uno de la variedad japónica y, además, se cocina al vapor. La técnica es la siguiente: por cada 100 g de arroz poné 100 ml de agua fría y llevalos juntos a fuego alto con la olla tapada. ¡Y no saqués la tapa hasta que esté listo! Cuando empiece a hervir, bajás el fuego a mínimo y lo dejás 15'. Apagás el fuego y lo dejás otros 5'. Recién entonces sacás la tapa. Si querés darle un saborcito especial, podés agregar al agua semillas de coriandro, además de la sal, claro, a tu gusto.

El sí y el no
El paso a paso para aprender a manejar los palitos te lo mostramos en los recuadros. Solo agregaremos un consejo: si se alinean las puntas será más fácil sujetar los alimentos. Para ello, basta con poner los palillos verticales y apoyarlos ligeramente en la mesa. Así también se puede corregir la posición en la mano.

Pero hay cosas que no se hacen: por ejemplo, nunca claves verticalmente los palillos en el bol; esta acción, entre los japoneses, se relaciona con un rito funerario

Por razones de higiene los palillos no se chupan; solo se usan para colocar, delicadamente, la comida en la boca.

Y conviene no usar los extremos delgados (los que se usan para comer) para pasar la comida del plato común a los cuencos de arroz, sino el extremo romo, que, claro, nunca va a la boca.


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