El regreso de César Pelli

El regreso de César Pelli

Después de 12 años, el reconocido arquitecto volvió a su provincia, invitado por LA GACETA, para compartir sus experiencias con los tucumanos. Marcas, presencias y recuerdos locales siguen acompañando al arquitecto que ha dejado su huella en los más diversos puntos del planeta.

17 Junio 2012

POR DANIEL DESSEIN

PARA LA GACETA - TUCUMAN

César Pelli nació en Tucumán en 1926, se recibió de arquitecto en la UNT y viajó con una beca, en 1952, a Estados Unidos, donde se convertiría en uno de los mayores arquitectos del mundo y en el más reconocido diseñador de rascacielos. Muchos de los edificios más altos y emblemáticos de varias ciudades del planeta llevan su sello. Como las Petronas, de Kuala Lumpur, que con sus 452 metros son las torres gemelas más altas del mundo. Rechaza encerrar su obra dentro de un estilo. Cree que las cualidades estéticas de un edificio deben derivar de las características específicas de cada proyecto, como la locación, su propósito y la tecnología empleada en la construcción. Afirma que cada edificio debe contribuir a renovar la ciudad en la que se emplaza. "Los edificios son el escenario en el cual discurre el drama de la vida", decía, en una entrevista publicada en este suplemento el año pasado.

César Pelli llega al aeropuerto de Ezeiza desde Nueva York. Es el domingo 10 de junio. No visita la capital porteña desde octubre, cuando disertó en la Bienal de Arquitectura de Buenos Aires. Aparece en la puerta de arribos, distinguiéndose, como muchos de sus rascacielos, por su imponente altura. Camina con firmeza, contradiciendo los años que registra su documento pero no su cuerpo. Me saluda con cordialidad y lanza la primera de las carcajadas que suelen acompañar a la mayoría de sus frases. Lo que más me sorprende, mientras conversamos, es una sucesión gestos que revelan una profunda modestia en un hombre con una trayectoria tan monumental como algunos de sus edificios. En una sola de sus 500 obras, en las Petronas, entrarían apretados todos los habitantes de Tucumán.

En tres días vuelve a su provincia natal, después de doce años e invitado por LA GACETA, a dar una charla que ha titulado Mi trabajo. "En 2000 recorrí los Valles Calchaquíes con mi esposa y uno de mis hijos. Fui a Belén, Londres, Fuerte Quemado y Cachi. Después pasamos por Tucumán por dos días, antes de regresar a Buenos Aires, y solamente alcancé a visitar a tres amigos que ya murieron", recuerda.

Le cuento que su visita ha generado un enorme entusiasmo en la Facultad de Arquitectura de la UNT, institución derivada de la Escuela de Arquitectura de la que egresó hace más de seis décadas, integrando una de sus primeras promociones. "Los profesores venían de Buenos Aires. Eduardo Sacriste, Jorge Vivanco, Horacio Caminos, Alberto Le Pera. El rector de la universidad era Horacio Descole. Era una época fantástica. Eramos nada más que 60 estudiantes en toda la facultad y eso nos permitía tener un contacto muy estrecho con nuestros profesores. Salíamos, conversábamos, comíamos juntos y terminamos siendo amigos", rememora con cierta melancolía. 

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En Tucumán dejó una serie de viviendas sociales, que provienen de la época en que dirigía un organismo público, y unas pocas casas construidas para amigos de las que hoy no queda casi nada. "Fue antes de irme, era muy jovencito y no tenía idea de lo que estaba haciendo", bromea. "También hice una casa para mis entonces futuros suegros en Campo Quijano, al norte de Salta. En el terreno había unos cimientos de una vieja escuela y la levanté sobre ellos. Esa casa existe pero tuvo muchos agregados que hacen que la versión original sea irreconocible". 

Me muestra las fotos que tomó desde el avión. Reflejan un colchón de nubes blancas atravesadas, a lo lejos, por torres de vidrio. Destaca de Buenos Aires la continuidad de sus construcciones, los cafés y los negocios en las bases de los edificios que les dan vida a la ciudad y la diferencian de muchas grandes capitales. Acaba de estar en Francia. "El modelo de Buenos Aires, sin duda, es París", afirma. 

Está muy interesado por lo que ocurre en la Argentina. Uno de los proyectos que tiene en marcha en el país es el Centro Municipal de Rosario. Por otro lado, planea iniciar tres torres de viviendas en Mar del Plata y la sede del Banco Macro en Buenos Aires. Pero teme que estas obras puedan frenarse por las restricciones a la compra de dólares que han impactado significativamente en el mercado inmobiliario. "Debe haber miles de decisiones similares, esfuerzos e inversiones que se están posponiendo. Trabajo que debería ser creado y que lamentablemente no se crea", resume. También me pregunta por Clorindo Testa, amigo de mi padre y uno de los grandes arquitectos argentinos. Recuerda, además, a Mario Roberto Alvarez, otro brillante colega, quien murió hace seis meses. 

Le cuento que estuve recientemente en Sevilla, ciudad en la que sobresale la Torre Cajasol, conocida por todos como "Torre Pelli". El edificio supera la altura de la Giralda, el campanario de la catedral, y eso ha generado una gran controversia. "Cuando algunos sevillanos hablan de modernismo se refieren al siglo XVI. Hay quienes no quieren ningún cambio y esta es una actitud que me resulta muy simpática aunque no la comparto. Hace una semana el arzobispo apoyó la construcción de la torre y eso cuenta mucho en Sevilla. Dijo que si hubieran frenado este tipo de emprendimientos en el pasado, probablemente hoy no tendríamos la Giralda." 

"Nadie construye en el mundo como los japoneses", me dice cuando le pregunto por las decenas de proyectos que tiene en los más diversos lugares del mundo. Me llama la atención esa referencia asociada a un país azotado por sismos. "Con los avances de la ingeniería y con las nuevas tecnologías y materiales hoy ha dejado de ser un problema. Cuando diseñamos edificios altos pensamos en la protección contra el viento. Esa protección es suficiente para resguardarlos de los sismos. Cuanto más altos son los edificios, menos los afectan los terremotos. Las Torres Petronas, por ejemplo, pueden oscilar unos 30 centímetros. Un ingeniero de estructura que trabaja conmigo suele decirme 'si viene un terremoto, hay que correr hacia el edificio más alto'." 

Dejó Tucumán hace seis décadas pero Tucumán nunca terminó de dejarlo. Un acento en el que pelea el inglés con la tonada de la infancia delata su origen. Los tucumanos siguieron teniendo una presencia relevante en su vida y en su profesión. Amigos como su colega Julio Middagh o comprovincianos que vivían relativamente cerca de su casa, como Tomás Eloy Martínez, quien se instaló en los 90 en New Jersey y con quien tuvo largas charlas. "Me regaló y disfruté mucho sus novelas sobre Perón y Evita. Fue una gran pérdida", rememora. 

Vive desde 1977 en New Haven, una ciudad de 120.000 habitantes en la que se localiza la Universidad de Yale. Pelli se instaló allí porque ese año lo nombraron decano de su Facultad de Arquitectura. "Cuando me nombraron decano, vivía en Los Angeles. Un mes después de mi llegada, me encargaron la expansión del Museo de Arte Moderno. No tenía equipo, ni siquiera un tablero de dibujo. Así que tuve que armar rápidamente un estudio", narra. Hoy trabajan allí más de cien personas. Unos 85 son arquitectos, diez de los cuales son argentinos y uno de ellos tucumano. "Aníbal Bellomío tiene la maravilla de que su esposa hace empanadas puramente tucumanas", me dice antes de cerrar nuestra charla con una carcajada que transmite la alegría, la vitalidad y la humildad del más destacado de los tucumanos vivos. 

© LA GACETA

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