Por pasión, por herencia, por el deseo de cumplir un sueño o por desarrollar un negocio con perspectivas de crecimiento. Cualquiera haya sido la motivación que impulsó a los bodegueros a desarrollar vinos en la provincia, lo importante es que los frutos del terroir tucumano recorren el país (y Estados Unidos) transmitiendo las promesas del sol, del suelo y del aire que les dan vida a las viñas de altura.
El tramo provincial de la ruta 40 es una especie de columna vertebral de las bodegas tucumanas. Junto a ella se encuentran los tres establecimiento que actualmente producen vinos en la provincia: Bodega Posse, Las arcas de Tolombón y Chico Zossi. Las hectáreas de sus fincas están sembradas con viñedos de torrontés, de malbec y de cabernet sauvignon; en menor medida, con pinot noir, petit verdot, tannat, sauvignon blanc, merlot y cabernet franc.
Si bien históricamente en Tucumán se produjeron vinos, recién ahora es perceptible la apuesta por la calidad y la intención de llevarlos a todo el país y, en cuanto sea posible, al mundo.
¿Y de qué manera se los puede definir? "Las características son similares a los que se producen en todo el Valle Calchaquí; el suelo es muy bueno y el clima genera vinos con mucho cuerpo, color intenso y de muy buena calidad", describe Mario Patriarca, gerente de Bodega Posse. Además, poseen una graduación alcohólica de entre 14 y 15 grados, superior a los de Cuyo, expresa Baltazar Chico Zossi, propietario de Chico Zossi. "Los blancos son frutados y los tintos, intensos", agrega Alejandra Savietto, encargada de laboratorio de Las arcas de Tolombón.
Más allá del paisaje, el tramo tucumano de la ruta 40 sorprende de varias maneras: los edificios de las bodegas se levantan imponentes en medio del valle opaco del invierno; zonas de campo que antes era monte ralo hoy están cubiertas por los viñedos, y la tecnología aplicada a la producción, conjugada con un suelo y con un clima únicos, se convierten en la mejor promesa de sabores.