Un refugio para cinéfilos e insomnes
A mediados de los años 90, la aparición del VHS marcó la irrupción del videoclub, que en gran parte trasciende el negocio de alquiler de películas. En la última década, internet y piratería mediante, los videoclubes se insinúan en Tucumán como una especie que sobrevive gracias a las maestras, a los adultos insomnes y a la creciente tribu de jóvenes amantes del buen cine.
ASESORAMIENTO PERSONALIZADO. Amantes del cine, los dueños y empleados de los videoclubes que sobreviven saben qué recomendarle a cada socio. LA GACETA / INES QUINTEROS ORIO
- "María, ¿me indicás en dónde tengo que apretar?", pregunta la clienta (una abuela que ronda los 70) estirando el control remoto del DVD. María contiene la risa y le indica el botón rojo de power. En parte, gracias a abuelas insomnes y negadas a las nuevas tecnologías ("María, la película no tiene sonido", reclama otra abuela, y no hay más que sacar el mute) todavía sobreviven en Tucumán unos pocos videoclubes.
Tironeados de un lado por la piratería (legitimada por todos aquellos que, sin ruborizarse, compran DVDs truchos) y del otro por el avance imparable de internet, los videoclubes son sobrevivientes de una época en la que ver cine -aún en casa, en el living- era una ceremonia colectiva; la actividad que hace una década se prometía imparable y masiva hoy se retrae, convertida casi en objeto de culto para cinéfilos exquisitos, para abuelas y abuelos insomnes y para docentes que han encontrado en el cine una atractiva herramienta pedagógica. Los números hablan de ese languidecer: entre mediados de los 90 y el año 2000 (la edad dorada del VHS) en Tucumán se contaban alrededor de 200 locales de alquiler de películas. Dos décadas después, los videoclubes apenas suman 15, y hasta hace un par de años eran aproximadamente 50: en dos años se han perdido casi 150 fuentes de empleo genuino.
"Lo que nos hace resistir es la onda de la gente del barrio, que tiene el mismo capital cultural que nosotros", explica María, con su tonada riojana, mientras recibe el DVD ("¿te gustó "La canción de París?" "Estuvo muy buena, y la música también") que le acaba de devolver un cliente joven. El nombre del local le hace honor al rubro. Homenaje a un tiempo en el que no había mejor ritual que alquilar unas "pelis" comiendo pochoclo, "Popcorn" (perdonémosles el desliz hollywoodense) es uno de los 15 videoclubes que en Tucumán se resisten a bajar las persianas.
¿Cómo sobrevivir, en una ciudad en la que los DVD truchos alfombran el centro sin pudor, a los ojos de las autoridades municipales, provinciales y de la Policía Federal? (la venta de ese material es delito federal). Las estrategias son diversas: un buen sitio web y envío a domicilio (Enjoy); un trabajo fino sobre "nichos" como las joyas del cine independiente y otros títulos de consumo no masivo, así como la ampliación del alquiler de películas por cuatro días, más un excelente catálogo de cine mudo (VideoVisión); el combo "película más snack" y un quiosco que ayuda a llegar a fin de mes (Popcorn); un local remodelado con un catálogo variado en el que se incluye cine argentino del bueno, recitales clásicos, todas las series televisivas (con Lost, House y Glee a la cabeza) y la voluntad de encarar el combo "película+gastronomía" (Amadeus, en el barrio Sur).
En VideoVisión, una apuesta fuerte está en la incorporación de la tecnología Blu Ray en 3 D. Todavía una perla exquisita (un televisor para ver en ese soporte cuesta $ 15.000), se estima que faltan un par de años para que esa tecnología empiece a masificarse. Pero los dueños de los videoclubes tucumanos no saben si estarán vivos para disfrutar de aquello que James Cameron señala como "la nueva revolución del cine". ("El 3D es al cine lo que en su momento fue el color", ha dicho por ahí el director de la taquillera Avatar).
Pero la clave de la supervivencia de los videoclubes parece estar en la atención personalizada y en los conocimientos que tenga el personal del material que está en alquiler. En todos los locales que visitó LA GACETA para esta crónica, el perfil del socio 2011 es coincidente. Dice la locuaz María: "La gente te pide "una buena película". Y vienen muchos estudiantes que buscan material para estudiar. Por ejemplo, han venido a buscar "Kamchatka" (de Marcelo Piñeyro) para hacer un trabajo. A veces te ponen entre la espada y la pared. Ahora que están las horas de tutoría, las maestras te preguntan: "¿qué película les puedo dar?". Ayer, una maestra me pedía un DVD "fácil y con dibujitos", que hablara de la contaminación. Y no hay. Le dije: les vas a tener que dar ?La verdad incómoda? (de Al Gore). Cuando me dijo que se iban a aburrir, le contesté: que se la banquen, tienen 14 años".
Paradojas de estos tiempos, numerosos jóvenes "digitales" que también consumen el cine que pueden bajar de internet -entre ellos, los alumnos de la Escuela de Cine de la UNT- también ayudan a sostener por ahora al ramillete de videoclubes que en Tucumán sobreviven, literalmente, por amor al arte. Educados en el exquisito arte de la mirada, los socios de los videoclubes saben que no es lo mismo un Picasso trucho que un Picasso original.
Tironeados de un lado por la piratería (legitimada por todos aquellos que, sin ruborizarse, compran DVDs truchos) y del otro por el avance imparable de internet, los videoclubes son sobrevivientes de una época en la que ver cine -aún en casa, en el living- era una ceremonia colectiva; la actividad que hace una década se prometía imparable y masiva hoy se retrae, convertida casi en objeto de culto para cinéfilos exquisitos, para abuelas y abuelos insomnes y para docentes que han encontrado en el cine una atractiva herramienta pedagógica. Los números hablan de ese languidecer: entre mediados de los 90 y el año 2000 (la edad dorada del VHS) en Tucumán se contaban alrededor de 200 locales de alquiler de películas. Dos décadas después, los videoclubes apenas suman 15, y hasta hace un par de años eran aproximadamente 50: en dos años se han perdido casi 150 fuentes de empleo genuino.
"Lo que nos hace resistir es la onda de la gente del barrio, que tiene el mismo capital cultural que nosotros", explica María, con su tonada riojana, mientras recibe el DVD ("¿te gustó "La canción de París?" "Estuvo muy buena, y la música también") que le acaba de devolver un cliente joven. El nombre del local le hace honor al rubro. Homenaje a un tiempo en el que no había mejor ritual que alquilar unas "pelis" comiendo pochoclo, "Popcorn" (perdonémosles el desliz hollywoodense) es uno de los 15 videoclubes que en Tucumán se resisten a bajar las persianas.
¿Cómo sobrevivir, en una ciudad en la que los DVD truchos alfombran el centro sin pudor, a los ojos de las autoridades municipales, provinciales y de la Policía Federal? (la venta de ese material es delito federal). Las estrategias son diversas: un buen sitio web y envío a domicilio (Enjoy); un trabajo fino sobre "nichos" como las joyas del cine independiente y otros títulos de consumo no masivo, así como la ampliación del alquiler de películas por cuatro días, más un excelente catálogo de cine mudo (VideoVisión); el combo "película más snack" y un quiosco que ayuda a llegar a fin de mes (Popcorn); un local remodelado con un catálogo variado en el que se incluye cine argentino del bueno, recitales clásicos, todas las series televisivas (con Lost, House y Glee a la cabeza) y la voluntad de encarar el combo "película+gastronomía" (Amadeus, en el barrio Sur).
En VideoVisión, una apuesta fuerte está en la incorporación de la tecnología Blu Ray en 3 D. Todavía una perla exquisita (un televisor para ver en ese soporte cuesta $ 15.000), se estima que faltan un par de años para que esa tecnología empiece a masificarse. Pero los dueños de los videoclubes tucumanos no saben si estarán vivos para disfrutar de aquello que James Cameron señala como "la nueva revolución del cine". ("El 3D es al cine lo que en su momento fue el color", ha dicho por ahí el director de la taquillera Avatar).
Pero la clave de la supervivencia de los videoclubes parece estar en la atención personalizada y en los conocimientos que tenga el personal del material que está en alquiler. En todos los locales que visitó LA GACETA para esta crónica, el perfil del socio 2011 es coincidente. Dice la locuaz María: "La gente te pide "una buena película". Y vienen muchos estudiantes que buscan material para estudiar. Por ejemplo, han venido a buscar "Kamchatka" (de Marcelo Piñeyro) para hacer un trabajo. A veces te ponen entre la espada y la pared. Ahora que están las horas de tutoría, las maestras te preguntan: "¿qué película les puedo dar?". Ayer, una maestra me pedía un DVD "fácil y con dibujitos", que hablara de la contaminación. Y no hay. Le dije: les vas a tener que dar ?La verdad incómoda? (de Al Gore). Cuando me dijo que se iban a aburrir, le contesté: que se la banquen, tienen 14 años".
Paradojas de estos tiempos, numerosos jóvenes "digitales" que también consumen el cine que pueden bajar de internet -entre ellos, los alumnos de la Escuela de Cine de la UNT- también ayudan a sostener por ahora al ramillete de videoclubes que en Tucumán sobreviven, literalmente, por amor al arte. Educados en el exquisito arte de la mirada, los socios de los videoclubes saben que no es lo mismo un Picasso trucho que un Picasso original.
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