Se envidia el resultado y no el esfuerzo

06 Febrero 2011
"Resulta de todo punto monstruosa la forma en que la gente va por ahí hoy en día criticándote a tus espaldas por cosas que son absoluta y completamente ciertas", decía el genial Oscar Wilde, recuerda el psicoanalista Osvaldo Aiziczon. La muy negada envidia -agrega- no goza de buena prensa y mucho menos de autocrítica. Ha inspirado con su importancia los dramáticos y trágicos climas del conflicto, descritos por gigantes de la literatura como Shakespeare. Pero en un abordaje más doméstico, debemos decir que muchos problemas de convivencia de nuestra sociedad actual se originan en estos ruidos emocionales que se perciben antes por fuera que por dentro.

"La cosa parece iniciarse con la comparación. Sea en el tener, saber o disponer, compararse supone el inicio de la envidia. El otro queda enriquecido a costa del empobrecimiento de la autoestima del envidioso quién, a esta altura, posee dos trabajos: por una parte conseguir lo que el otro tiene o su destrucción en caso de no lograrlo. Y por la otra, odiarse lo menos posible mientras dure este sentimiento de fracaso", señala.

Aiziczon dice que enseña más a envidiar el resultado que el esfuerzo. "El fantasma de un modelo tramposo, inventado por la pobreza o la ignorancia, aparece generando falsas admiraciones. Cada vez que a cualquier nivel alguien se presenta sustentando capacidad artística, intelectual o de cualquier otro orden, será importante averiguar si coinciden los ojos y oídos, que miran y escuchan, con los dedos y palmas que aplauden. Porque fingir admiración, cuando todavía puede hacerlo, protege al envidioso de su desvalorización progresiva. La televisión también lo muestra: no es lo mismo bailar por un sueño que soñar que se baila", indica el analista.

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