Una alada soledad
Una bicicleta detiene el pensamiento sobre el pasto. Se ha parado a madurar el silencio de los árboles. La soledad en dos ruedas ejercita fantasías en las siestas de Ramos Mejía. Un escándalo de grillos está hipotecando el aire con el canto. Un acertijo de duendes danza una zamba entre los leños. Un rumor de trenes le arrima la agonía de un país con esperanzas. Escucha a una pájara Pinta conversar con su pesar: “Mi marido era muy alegre y un cazador me lo mató, con una escopetita verde, el día de San Borombón. Una bala le mató el canto -y era tan linda su canción-, la segunda le mató el vuelo. y la tercera el corazón... Al que mata los pajaritos le brotará en el corazón una bala de hielo negro y un remolino de dolor...” Ese eco de tristura le sacude el corazón. Por sus ojos de muchacha sueñan mares, también el amor. Ella tendrá raíces, por eso podrá volar, y defenderá la libertad como los pájaros que anidan en su canción.
En un verano apretado de jazmines nació María Elena Walsh. Los jilgueros se enterarían luego de que era 1 de febrero de 1930. La mandolina y el piano ferroviario de papá Enrique, el irlandés, le dieron la bienvenida. “Mi infancia fue feliz. Vivíamos en una casa muy grande y yo potreaba entre árboles frutales y flores. Me sentía protegida, amparada, rodeada de afecto. Mi padre, una figura grandota, fuerte, me enseñaba inglés. En el ?47 falleció. Esa imagen protectora desapareció y aparecieron los temores, los miedos, las angustias. Mi adolescencia significó el final de ese mundo: el cambio económico, el alejamiento de aquella casa, de los árboles y las flores. Todo cambió y se transformó en una época atroz. He vivido toda la mufa, toda la vejez a los 17. Fue la etapa más desesperada de mi vida”.

Imperdonable
En “Otoño imperdonable” pone sus dramas en poemas. Es un libro profundo para alguien que despunta al mundo. Inesperados elogios le atropellan los silencios. 1948. Un ídolo. Juan Ramón Jiménez llega a la Argentina. Conoce el Otoño. Se emociona. La invita a pasar unos meses en Maryland. Por ese entonces María Elena ya había encontrado el amor. “El Angel que va conmigo porque estoy enamorada, tiene una noche trémula en el pelo, pero un amanecer entre las alas”. Sus sueños nadan rumbo a Estados Unidos.
Maestro y discípula nada bien se llevan. Tal vez porque Juan Ramón es algo autoritario. A Ezra Pound y a Pedro Salinas, María Elena conoce. El barco trae el regreso. También el desamor. Ruptura con Angel. Asfixia peronista. Desconcierto. 1952. Una carta vuela a Caracas. Una amiga la recibe. Viaja. Con la tucumana Leda Valladares se encuentra y sobrevuela el gran charco para aterrizar en París. La música francesa está de fiesta. Leda y María improvisan un dúo. La suerte está echada. “Era la época en que surgieron grandes cantautores como Brassens. Había un montón de cabarets y muchos de ellos de intelectuales. Para mí el cabaret fue una buena universidad”. Exitos y un disco.

Una vidala
El dúo vuelve al terruño y recorre el otro país. Valles Calchaquíes, Salta, la Quebrada de Humahuaca. Una vidala enlaza al pájaro y lo arrulla en su corazón. Hay un mundo que le hidrata la sangre con canciones. Son los niños y los grandes los que van a recibirlas. “Los grandes quieren ser chicos para poder jugar todo el tiempo y no tener que enfrentar problemas y responsabilidades... Los chicos quieren ser grandes porque suponen que así no serían dominados por los grandes y lograrían hacer todo lo que quisiesen. O sea que todos soñamos con la libertad”.
1975. El cáncer se apodera de su pierna y su cadera. Una batalla sin cuartel que vencerá. “Gracias doy a la desgracia y a la mano con puñal porque me mató tan mal y seguí cantando”. 1979. Un artículo titulado “Desventuras en el País-Jardín de Infantes”: “todos tenemos el lápiz roto y una descomunal goma de borrar ya incrustada en el cerebro”. Al día siguiente se prohíbe su obra en todo el país. “Señora de ojos vendados, con la espada y la balanza a los justos humillados no les robes la esperanza. Dales la razón y llora porque ya es hora”.
Una soledad alada pedalea en los recuerdos. La libertad le perfuma el corazón. Ternura y vida. Eterna rebeldía de cigarra. Esperanza. “A la hora del naufragio y la de la oscuridad, alguien te rescatará para ir cantando...”

Esta nota fue publicada en LA GACETA el 14 de mayo de 1995

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