Con el placer inmenso de las sensaciones

Con el placer inmenso de las sensaciones

21 Noviembre 2010
por CARLOS PODAZZA
Guitarrista y Compositor


Mis experiencias con la música tienen apenas 46 años, y un poco más si le sumamos toda una infancia a la par de mi viejo, don Eduardo, bandoneonista y maestro. Por diversas circunstancias mi familia fue protagonista de unas cuantas mudanzas, y "ella", siempre conmigo: desde un LP, un instrumento, el Winco, la Siete Mares hasta el radiograbador.

Imposible vivir sin la música, aunque, a decir verdad, nunca pensé que llegara a ser más importante que mi bachillerato comercial o mis estudios de Psicología. Tal vez una de las causas tenga que ver con el placer inmenso de las sensaciones. Es un universo único y atemporal con allegros, adagios y andantes que son la vida misma.

Y cuando mis manos deciden sobre la guitarra, me siento dueño de la melodía y los acordes en una extraña mixtura y complicidad de intuición y conocimiento. En mi actividad docente con niños, adolescentes y adultos, las sensaciones se repiten. Aquí me encuentro con su increíble poder terapéutico, que lleva a un niño con problemas psicomotrices a tocar la Zamba del Grillo instrumental, o a una señora de 80 años, a cuyos dedos la artrosis convirtió en raíces, con un tranquilo La menor, Mi mayor, Re menor mientras canta feliz la Luna Tucumana. En la música, la emoción no traiciona porque ella misma está vestida de emociones.

Cuánta angustia

En un concierto para docentes jubilados, en el que interpreté una obra de mi autoría escrita en un momento muy especial de mi vida, luego de los aplausos finales se me acercó un "viejito" con sus ojitos brillosos y mientras me saludaba con sus manos temblorosas me dijo: "maestro, cuánta angustia en su melodía". Entonces me di cuenta de que ella es tan intensa como la palabra. ¡Como para no estar enamorado! La vida sin música sería lo mismo que un exilio forzoso o, como decía Nietzsche, "sin música la vida sería un error".

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