A confesión de partes, relevo de pruebas

Punto de vista. Carlos Duguech - analista internacional.

12 Noviembre 2010
Bush escritor, sin remordimientos, justificándolo todo. En lo interno, el ciudadano estadounidense vio de qué manera se desplomaba la estructura largamente construida y proclamada hacia el mundo sobre sus derechos y la libertad de expresión.

El reinado del miedo y de un redivivo macartismo -de otra estirpe y de igual ofensivo poder- sobrevoló en el cielo estadounidense. Y la prensa de USA, a modo de "claudicación patriótica" sintió que no era saludable oponerse tan abiertamente al esquema de mordaza que desde el poder, temeroso y temerario, diseñaban. Irak, ese objetivo de máxima, con el ex aliado Saddam Hussein a la cabeza, debía ser invadido militarmente. Al decir de los encumbrados jefes del Pentágono y de la Secretaría de Estado, en el Irak de Saddam Hussein anidaba parte del "Eje del mal". Desde allí se afirmaba la asociación con Al Qaeda y que en ese territorio se ocultaban armas de destrucción masiva.

Nunca antes en la era moderna se había montado una "realidad" necesaria para darle categoría de doctrina científica -y ética, si cabe- a la de la "guerra preventiva".Buscó socios para la empresa. Blair, solícito, apuró sus decisiones desde Londres y lo propio hacía Aznar desde Madrid, deseoso de protagonismo mundial. Y todo pese al clamor en Washington, Londres, Madrid y en cientos de ciudades contra la guerra. Hasta Juan Pablo II, singular papa de enorme influencia, solicitaba, rogaba, que se le diera un plazo mayor a los representantes de la OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica) Hans Blix y Mohamed El Baradei para que pudieran brindar un acabado informe sobre la existencia o no de armas nucleares en Irak.

Desde las islas Azores, el trío guerrero emplazó con un ultimátum de seguro incumplimiento por Saddam Hussein. La guerra de agresión, de invasión, contraria al derecho internacional y en violación a la Carta de las Naciones Unidas empezó a generar destrucción por doquier y a derramar sangre inocente de la población iraquí. Nada menos que por dos de los dueños de los asientos permanentes en el Consejo de Seguridad y del irritante poder de veto desde hace 65 años. Los tres del ultimátum (Bush, Blair y Aznar) son criminales de guerra. Y grandes mentirosos y estafadores de la humanidad. Que el libro de Bush contenga sólo una mentira no le salvará de seguir siendo un criminal de guerra, astuto, soberbio, fundamentalista como el que más. En suma, a confesión de parte, relevo de pruebas, por lo que ya se divulgó del contenido del libro.

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