Un poeta suicida revelado por un sacerdote poeta

Un poeta suicida revelado por un sacerdote poeta

En su último libro, Mujica aborda la vida y la obra de Georg Trakl, uno de los mayores referentes del expresionismo literario, "un poeta que escribía con sangre en lugar de tinta".

GEORG TRAKL. El poeta austríaco se quitó la vida a los 27 años, cuando comenzaba la I Guerra Mundial. GEORG TRAKL. El poeta austríaco se quitó la vida a los 27 años, cuando comenzaba la I Guerra Mundial.
15 Agosto 2010
Por Augusto Munaro
Para LA GACETA - Buenos Aires

El 3 de noviembre de 1914, poco después de escribir su último poema, Grodek, el poeta austriaco Georg Trakl se suicidaba con una sobredosis de cocaína. Tenía tan solo 27 años, pero llevaba una década desarrollando una intensa actividad poética que lo llevó a convertirse en uno de los referentes con mayor relevancia del expresionismo literario, junto con Georg Heym y Gottfried Benn. Un mes antes de su muerte, había sido internado en un manicomio de Cracovia, luego de sufrir una traumática crisis nerviosa, producida tras el estallido de la Gran Guerra. Fue el desenlace de una existencia desgarrada por un sentimiento indecible de culpabilidad, que lo llevó al alcohol y a una adicción a diversas drogas. Su vida ha sido un estigma premonitorio de los tiempos que vendrían después de su muerte. Por eso tiene una enorme vigencia.
Su obra poética se compone apenas de tres libros: Gedichte (1913), Sebastián in Traum (1915) y Die Dichtungen (1919), donde se observa el influjo de Friedrich Nietzsche, Maurice Maeterlinck, Arthur Rimbaud y, en especial, la de Friedrich Hölderlin. Una poesía breve, hermética y densa, donde pudo reflejar la decadencia en Occidente con una musicalidad enceguecida por la angustia. De este modo, sus versos de estilo violento y abrupto alcanzan una pulsión que bosqueja extrañas imágenes, erigidas entre la nostalgia y el derrumbe demencial sin consuelo. Posibilitó un particular lenguaje metafórico que lo llevó a concebir sus visiones abismales.
A 96 años de su prematura muerte, el poeta y sacerdote argentino Hugo Mujica acaba de publicar La pasión según Georg Trakl. Poesía y expiación (Editorial Trotta), un ensayo que arroja luz sobre los núcleos fundamentales de la voz trakliana. Recorriendo un camino profundo, reflexivo, que no deja nunca de ser un llamado a los límites de lo decible, Mujica desnuda el carácter atormentado de los versos más personales de Trakl, para indagar sobre la inclemente belleza con que este escuchó las imágenes del mundo. La poesía lírica comprendida como purificación del alma. Un libro que "ni explica ni sabe: cuenta". Narra lo que le ocurrió a Mujica tras décadas de intensa convivencia junto a la desolada voz del genio de Salzburgo.

- ¿Qué nos ofrece la lectura de Trakl a casi un siglo de su muerte? ¿Cómo nos introduce al corazón de la poesía?
- A través de su lacerante belleza (creo que así lo expreso en el prólogo). Belleza que abre, taja honduras y, por tanto, ese tajo, eso abierto, es tan actual ahora como hace un siglo. Belleza tan necesaria antes como lo será siempre. Belleza, esa última rebelión en medio de un tiempo en el cual -lo dice él- el alma no encuentra un lugar en el mundo.

- ¿Cómo vincula su obra poética con la del autor de Sebastián en sueños?
- No vinculo mi poética, ni temática ni formalmente, con la de Trakl. Es una obra que admiro en sí, no para mí. Como se admira el arte de verdad, sin reducirlo a lo propio, sino dejándose expandir en lo otro, en lo que otra obra crea para dar a habitar. Lo que me atrae, en presente, de su obra es el tono, la cadencia. También, y fuertemente, su contenido, su carnadura, y esta relación contenido-vida, sobre todo, es lo que desarrollo a través de mi libro sobre ella.  

- En uno de sus capítulos, usted afirma que Trakl ha sido un vidente.
- Trakl, poco a poco, se fue convirtiendo en el desoído poeta del ocaso de Occidente -así, por otra parte, lo califica Heidegger-; se convierte en nuestro vidente: el que nos vio. En el testigo histórico del hundimiento del imperio astro-húngaro, pero no sólo de su facticidad histórica ni de su reducción ideológica o psicológica, sino de aquello más hondo de lo que la historia es imagen, testigo de ese combate entre el sentido o el absurdo final. Para Georg Trakl lo que se hunde en Europa no es un imperio sino el alma de una civilización. Es su eclipse, el del alma, y el comienzo, la grieta, de su agónica pérdida.

- ¿Fue la culpa el principal tema de su propuesta lírica?
- No, en absoluto, la culpa no fue su "propuesta" lírica sino la coloratura de su vida, y, desde esa vivencia escribió, pero no para tematizarla o explicitarla. Como todo lo esencial, se dice desde eso mismo y no sobre eso, en este caso su culpa. Un verdadero creador casi no nombra lo que es su tema. Es en torno a ese silencio que escribe, pero escribe por esa imposibilidad de llegarlo a decir.

- Usted traza un paralelismo entre Trakl y Kaspar Hauser, aquel hombre sin origen ni destino, que murió misteriosamente...
- Yo no trazo un paralelismo; es el mismo Trakl quien lo hace: Siempre seré al final un pobre Kaspar Hauser. Es Trakl mismo quien se ve a sí mismo como un Kaspar Hauser, sobre quien, además, escribe un poema. El extraño y fascinante personaje que en 1828 apareció, casi salvaje, sin que se sepa de dónde, en una plaza de Nüremberg. El hombre sin identidad, el extranjero total, que morirá apuñalado sin que nunca se llegue a saber por quién ni por qué; que murió tan anónimamente como apareció.  "Aquí yace Kaspar Hauser, enigma del tiempo. Su nacimiento fue desconocido, su muerte un misterio", se lee en la lápida de su tumba.
Este hombre es, para Trakl, un ejemplar de lo que el llama un "no nacido", alguien que no fue contaminado por la "civilización", por la historia: casi naturaleza pura, pureza.

- Poemas como Salmo y Humanidad, confirman las muchas alusiones al cristianismo en la obra del austríaco. ¿Hay mística en Trakl?
- No, en Trakl no hay "mística" en el sentido que solemos entender la palabra. Hay, sí, una mística de los desesperados por la esperanza: los que esperan todo, tan todo que es nada, nada de lo concebible, nada de lo irreductible a sí. Tan nada, en Trakl, que hasta la vida, el haber nacido, opaca la transparencia. Creo, y es lo que digo en el libro más ampliamente, que por eso se suicidó: para borrar. Y, por otro lado, está lo que él añora: la vida simple, el pan y el vino, y allí sí, entra el cristianismo, pero no el del Padre -padre y patrón- sino el de los pobres cristos, los humillados? los del dios sin mayúscula, esa gente de la que Trakl se autoexcluyó, pero anheló.

- ¿Por qué cree que Trakl llegó a escribir "un poema es una expiación imperfecta"? ¿Acaso consideraba a la poesía como un modo de purificación?
- Creo que en la frase que cita de Trakl está implícita esa esperanza; de lo contrario no lo diría en el contexto de aplicarla a su vida, como lo hace. Trakl arrastró la sombra del  incesto con su hermana, esa fue su culpa, su constante conciencia de culpa, y escribir fue su vida. Se infiere entonces que para Trakl un poema, la poesía, y su vida son una misma cosa. Es la vida la que le pareció una expiación imperfecta, la vida que al final se quitó. Creo que es importante en Trakl, no separar su vida de su hacer. "Tu cuerpo y su gran razón: ésa no dice yo, pero hace yo", estas son palabras de Nietzsche. Para Trakl, vivir fue expresar, poetizar. Sin dicotomía, sin doblez; expresó lo que vivió y vivió expresándose. Prefiero una gota de sangre a un vaso de tinta, dice un verso de Yorgos Seferis que diferencia los poetas que escriben con tinta de los que escriben con sangre, los que viven lo que dicen y los que dicen para compensar la cobardía de no vivirlo. Trakl fue de los que lo hizo con sangre, de los que también yo, como Seferis, son los únicos que respeto. Y no hace falta haber tenido ni una vida heroica ni extraordinaria, basta osar vivirla y, si se es poeta, escucharla, dejarla decirse.

© LA GACETA

Augusto Munaro - Periodista cultural. Colaborador de los diarios El Día (La Plata), Los Andes (Mendoza), El Litoral (Santa Fe) y de Canal (a) (Buenos Aires).


PERFIL

Hugo Mujica es sacerdote católico, ensayista y poeta. En los años 60 fue hippie en los Estados Unidos y tomó contacto con escritores de la "generación beat", como Allen Ginsberg. A fines de esa década ingresó en un monasterio trapense en Kentucky, donde hizo votos de silencio durante siete años. Luego volvió a la Argentina y se ordenó sacerdote. Entre sus principales libros de ensayos se encuentran La palabra inicial, Flecha en la niebla y Poéticas del vacío. Sus poemas han sido reunidos por la editorial Seix Barral en Poesía completa. 1983 - 2004. Su obra ha sido editada en la Argentina, España, Italia, Francia, México, Estados Unidos y Eslovenia.

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