Ranchillos fue un infierno encantador para las más de 27.000 almas que el domingo despidieron el carnaval con el show de Carlos "La Mona" Jiménez. El cantante cordobés se vistió de diablo y puso a bailar a una multitud poseída por el ritmo del cuarteto.
No era un recital de los Redonditos de Ricota, ni de los Rolling Stones, pero lo parecía. A las 19.50 "La Mona" saltó al escenario del club San Antonio de Ranchillos con toda la actitud de un rock star saco y musculosa negros y un pantalón con vivos plateados que envidiaría Adrián Dárgelos, el cantante de Babasónicos. Jiménez derrochaba glamour y se movía de un lado a otro coqueteando con las cámaras que trataban de seguir sus desenfrenados movimientos. Abajo, comenzaba la fiesta.
"Paloma loca" fue el primer tema que movilizó a la marea humana que cubría el frente y los costados del escenario. Desde arriba, sólo se veía una multitud de cuerpos pegoteados y pintados que se agitaba: los chicos bailaban con el torso desnudo; las chicas, sofocadas y excitadas, no tardaron en abandonar el pudor y las remeras para mostrarse en corpiño. El calor los desnudaba y el sudor les desteñía los colores del carnaval.
La multitud estalló cuando se escucharon los acordes del clásico "Quién se ha tomado todo el vino", canción a la cual el cuartetero cambió el estribillo por: "no se qué pasa este domingo en Ranchillos". Algunos muchachos se abrazaban en lo alto a las columnas como en un estadio de fútbol, mientras otros, más temerarios, se colgaban como mandriles del techo del club. "Bajá que te vas a cagar de un golpe", le recriminó entonces Jiménez a uno de ellos. Por su parte, las mujeres luchaban por estar lo más cerca posible del ídolo, mientras lo devoraban con ojos ansiosos. Hiperactivo, el cuartetero no paraba de bailar y de atajar las remeras, banderas y prendas femeninas que llovían sobre el escenario. Besaba y devolvía al público lo que lograba capturar, hasta que se entretuvo unos minutos con una bombacha diminuta que llegó a sus manos y que exhibió como un trofeo de guerra.
Sonó el bongó y el cordobés comenzó a moverse de forma frenética, bailaba serpenteando las caderas, como poseído. Después de la danza, "La Mona" hizo una pausa para cambiar de seda; mientras un asistente le secaba con una toalla el cuerpo mojado de transpiración, otro le acercaba una musculosa plateada. Todo a un ritmo vertiginoso. La locutora de una radio FM tucumana aprovechó el momento y se subió al escenario para entregarle una plaqueta recordatoria; el cantante no dudó en estamparle un beso en la boca. El show continúo con temas como "Luis", "Por portación de rostro", canción que el cuartetero le dedicó al rockero "Pity" Alvarez, "Soy un muchacho de barrio" y "Lluvia". Cuando llegó el turno de "El marginal", el público recitó fascinado la letra de principio a fin.
"La Mona" salió a comerse la cancha y transpiró la camiseta. Bañado en sudor, entre tema y tema, corría hasta el fondo del escenario para apurar de un trago una copa de champagne. Mientras avanzaba con el repertorio, el cuartetero iba respondiendo a las demostraciones de afecto de su público: se comunicaba con las manos usando ese lenguaje singular que sólo él y sus fanáticos conocen y que utilizó para nombrar varios barrios tucumanos (11 de Marzo, Villa 9 de Julio, Villa Alem, Villa Urquiza, entre otros), acercó el micrófono a las fans para que se desgargantaran cantando, besó a las kamikazes que lograron sortear la seguridad y subieron al escenario, se fundió en un abrazo con un niño que se le prendió como garrapata. La gente parecía hechizada por su magnetismo.
Todavía faltaba un último cambio de vestuario. Esta vez fue un traje rojo estampado de pequeños murciélagos negros y unos zapatos de charol haciendo juego. El ídolo cordobés se calzó la pilcha de diablo y ya no hubo quien le saque el demonio del cuerpo. "Yo tengo casi 60 años y ustedes 14, vamos están reventados", arengó al público. Contó la historia de como "El Mono" y "La Mona" se pusieron de acuerdo para que Kapanga grabará el tema "Me mata" y, apenas sonó la canción, el escenario se volvió una caótica fiesta: coristas y músicos bailaban abrazados de un lado para otro.
Para el final quedaron los temas "La fuga", que saldrá próximamente en su disco 80, llamado "Luna", cuyo estribillo el cuartetero cantó comiéndose una de las cámaras que filmaban el show, escena que recordó al festejo enardecido del último gol de Diego Maradona con la camiseta de la selección, y "Amor de compra y venta", historia quizás autobiográfica que cuenta el romance que tuvo con "La Turca" Delia, una prostituta cordobesa que lo sedujo cuando tenía 16 años.
"La Mona" se despidió tras una hora y media de show recitando unas estrofas del tema "Libertad" y emprendió la salida con la promesa de no olvidarse del público tucumano. Atrás dejaba a una multitud acalorada a la cual ningún exorcismo podrá borrar la sensación de haber vivido un recital inolvidable.