El espíritu autocrítico brilló por su ausencia

Análisis. Por Carlos Abrehu - Secretario General de Redacción.

30 Junio 2009
Al Gobierno le cuesta admitir que perdió. Cristina Fernández de Kirchner acomodó la lectura política de los hechos a su conveniencia. El vocablo derrota no forma parte de su diccionario. Ella dijo que la coalición oficialista y sus socios - a los que no identificó- superó en votos a sus adversarios, pero la estadística le obligó a aceptar que la hegemonía oficialista en Diputados y en Senadores se desplomó. La consecuencia más directa de este cambio pasa por la apertura de negociaciones en el Congreso. Los gobernadores del PJ se constituirán en interlocutores poderosos, a quienes Cristina deberá escuchar si quiere conservar el puesto. No le ayudará a mantener la gobernabilidad el desconocimiento de la gravitación electoral del ruralismo, que implicó el ingreso de once diputados y un senador al Congreso. Le disgusta reconocer que la Mesa de Enlace ubicó a encumbrados dirigentes dentro de ese grupo. El espíritu autocrítico fue el gran ausente en el discurso presidencial.

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