Foucault consideraba que la tarea del intelectual era reinterrogar las evidencias. No insistir en legitimar lo que ya se sabe sino intentar saber cómo y hasta dónde es posible pensar distinto, sacudir los hábitos adquiridos, no ofrecer soluciones sino identificar y caracterizar problemas. Esto es coherente con su creación del "Grupo de Información sobre las Prisiones", que no perseguía reformar el sistema carcelario sino reunir documentos que tuvieran un fuerte efecto trastornador. Este accionar condensa su postura intelectual. Por un lado posibilitar que aquellos que son el objeto de los discursos de los expertos tomen la palabra. Por otro, trabajar y difundir información sobre las prisiones. La fuerza de su pensamiento no reside en la construcción de una teoría definitiva a la que adherir sino en un método, la búsqueda, en el estudio del saber humano, de algo que sería como su inconsciente (son sus palabras); un inconsciente que tiene sus propias reglas. Criticado por izquierdas y derechas señaló: "si nunca dije qué debe hacerse no es porque crea que no hay nada que hacer, por el contrario, hay miles de cosas por hacer, por inventar, forjar por aquellos que han reconocido las relaciones de poder en las que están implicados y han decidido resistirlas". Es ese el "legado" de Foucault, el que motivó sus estudios, el que declara en uno de sus textos más hermosos, "La voluntad de saber": "donde hay poder, hay resistencia? y es la codificación estratégica de esos puntos de resistencia lo que torna posible una revolución". A 25 años de su muerte sus textos tienen plena vigencia y continúan promoviendo polémicas, y, claro, resistencias? como él quería.