Volvieron de México y no los dejaron ir al trabajo

Volvieron de México y no los dejaron ir al trabajo

Tucumanos que estuvieron en el país azteca cuentan que tuvieron que quedarse en sus casas, los revisaron médicos y nadie los visitó. Muchos miran con recelo a las personas vinculadas a las zonas de riesgo de contagio de la gripe A.

CONTROLES. En algunos aeropuertos los pasajeros que arriban desde zonas de riesgo deben pasar la prueba de un scanner que indica si tienen fiebre. REUTERS CONTROLES. En algunos aeropuertos los pasajeros que arriban desde zonas de riesgo deben pasar la prueba de un scanner que indica si tienen fiebre. REUTERS
10 Mayo 2009

No llegó desde México en los últimos días ni tampoco tiene síntomas de estar enferma de influenza A. Pero por el sólo hecho de ser oriunda de ese país es el blanco de bromas. “Hola, llamaba para decirte que no fui a verte porque quizás puedas contagiarme la gripe porcina”, le dicen algunos amigos a Lucía Soto, que se instaló hace dos años en Tucumán. Ella no se queda callada y responde a sus allegados: “oye, que suerte que no viniste; mejor no lo hagas, pues es probable que me traigas el dengue”.
Todas las miradas están en ellos: los mexicanos o las personas que viajaron a la región más afectada por la gripe A. Mientras algunos se enojan y advierten que el miedo roza los límites de la discriminación otros creen que está bien tomar todos los recaudos con aquellos que puedan haber contraído influenza.
“Creo que se está exagerando mucho la situación. No me siento discriminada, pero como mexicana me duele lo que está pasando: es injusto que se hayan ensañado con los mexicanos y con los que viajaron allá. En el fondo, el temor y la ignorancia es lo que genera la discriminación”, sostiene Soto, de 52 años. Y confiesa que quiere irse de Argentina a fin de año. “Estoy ansiosa por partir. No regresaría más”, dice la mujer, que actualmente tiene su familia dividida. Ella vive con dos hijos acá, mientras que por cuestiones laborales su esposo y otro de sus hijos viven en México. Lucía cierra el diálogo con una reflexión: “la desinformación es tremenda. La gente ya no sabe ni a qué le tiene miedo”.
Soledad muestra desde el primer minuto de la conversación su miedo a ser discriminada. “Mi apellido no lo doy; tampoco fotos. Ya pasé demasiado. Ni quiero saber cómo me verán mis compañeros cuando vuelva a trabajar. Ya me anticiparon que no me van a dar una calurosa bienvenida con besos”, cuenta la joven de 27 años, que acaba de regresar de vacaciones de México. Sus amigos no la visitaron; sólo llamaron por teléfono.
Ni bien llegó a Tucumán, después de haber pasado los controles en el aeropuerto de Chile y luego, en Ezeiza, decidió hacerse un examen preventivo. “No tengo síntomas y los médicos del Siprosa me dijeron que me quedara tranquila”, detalla. Sin embargo, en la empresa financiera donde trabaja le pidieron que no vuelva a su oficina por una semana. “Me parece que si pasé tantos controles y no tengo síntomas está mal que me hagan quedar en casa. Pero no me voy a enojar; lo tomo como un descanso más”, comenta. Y añade: “en México vi mucha psicosis. En el avión de regreso, si alguien estornudaba todos se tapaban la boca. Debemos actuar con responsabilidad ante la epidemia para que no siga expandiéndose, pero no hay que entrar en pánico”.
Similar situación vivió el  subsecretario de Planificación Urbana de la Municipalidad capitalina, Luis Lobo Chaklián, que regresó hace una semana de México, donde había participado de un seminario sobre medio ambiente. “Apenas volví me reporté a las autoridades y me dijeron que me tomara una semana en mi casa. También vinieron los médicos a ver si tenía síntomas”, detalla. Según relata, todos sus amigos y conocidos lo hablaron por teléfono para ver cómo estaba. El funcionario decidió adoptar medidas preventivas. “No abracé a mis hijos ni alcé a mis nietos”, especifica. “Es mejor prevenir. No me sentí excluido en ningún momento. Creo que es una medida acertada controlar a todos los que llegan de zonas de riesgo y sugerir que tengan poco contacto por unos días”, concluye.
Las anécdotas de los tucumanos que regresaron de México muestran reacciones nacidas del temor por un eventual contagio. Ninguno se ha sentido discriminado, aunque sí tuvieron que modificar sus actividades habituales.
La delegación Tucumán del Instituto Nacional Controla la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi) no ha recibido hasta ahora denuncias de personas que se hayan sentido discriminadas por su condición de sospechosos de portar la enfermedad.
No obstante, Graciela Cárdenas, titular de la repartición, destaca que cuando hay miedo e ignorancia siempre se suscitan episodios de discriminación. “Tenemos una sociedad que generalmente excluye a los enfermos. Los médicos y la gente concentran su atención en los casos y  los muertos por la gripe porcina, cuando lo conveniente sería acentuar la prevención para que las personas se sientan seguras y no miren con temor o marginen a quienes tengan sospechas de padecer el mal”, sentencia. Y agrega que la discriminación es siempre un arma de doble filo: “puede afectar la declaración de casos y, por lo tanto, los controles que estos requieren para que no se expanda la enfermedad”.

Tema de conversación
Hasta ahora el miedo que genera  la enfermedad circula mucho más velozmente que el virus de la gripe A (H1 N1). El impacto psicológico es muy grande y ya ha generado trastornos de ansiedad entre la gente, que aunque vive pendiente de la información sobre la patología, aún no ha alterado su vida cotidiana por esta situación, destaca el psiquiatra Oscar Fiorio.
“La gripe A es el primer tema de conversación y ha desplazado el miedo por el dengue”, sostiene. Según el experto, “las personas tienen miedo de que lleguen casos a Tucumán, de que la enfermedad sea muy virulenta y les preocupa que no se pueda contener la expansión del mal”.

 

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