
Ingredientes parar armar un buen candidato
El adelantamiento de las elecciones legislativas nacionales obligará a los partidos políticos a confeccionar las listas con postulantes elegidos a dedo. No resulta fácil escoger la persona idónea; más bien es una tarea que requiere una buena dosis de astucia y de capacidad de análisis.

Un viejo axioma en el mercado laboral aconseja no olvidar, al momento de elegir un candidato, que "una mala selección es muy onerosa para cualquier organización". Esa consigna de quienes trabajan en el área de Recursos Humanos bien puede aplicarse al campo de la política, porque "equivocarse" en la selección del candidato puede resultar un fracaso electoral.
El adelanto de las elecciones legislativas obligará, en todo el país, a que los partidos elijan "a dedo" los postulantes. La urgencia por definir las listas ya puso en marcha esa maquinaria, pese a que la modificación del calendario aún está pendiente de aprobación en el Senado de la Nación.
De todos modos, al ser casi un hecho que los comicios se realizarán el 28 de junio, todas las fuerzas políticas deben resolver quiénes los representarán en la compulsa. Este tipo de decisiones tiende a ajustarse a las percepciones y creencias del electorado.
La experiencia les dice a los dirigentes lo que pueden o no hacer o decir en tiempos de proselitismo. Para ello emplean vastos recursos -las encuestas, por ejemplo- con el fin de averiguar qué piensa o qué prefiere el ciudadano que se les diga o prometa. El escritor y periodista cubano residente en España Carlos Montaner resalta las diferencias entre un electorado y otro. Advierte que Hugo Chávez, por ejemplo, nunca hubiera sido elegido para presidir el Cantón de Basilea, porque no habría sintonizado con los electores suizos. Antes de la segunda conferencia de prensa probablemente lo hubiesen internado en un psiquiátrico -exagera-. En Venezuela, en cambio -añade-, su discurso se adaptaba al oído de sus compatriotas. Pero, sin duda, si Chávez fuera un político suizo se comportaría -asegura- de una manera menos delirante.
Las demoras en definir las listas e incluso las alianzas demuestran que no es nada fácil escoger a la persona idónea para casi ningún cargo. Es, más bien, una tarea que requiere una buena dosis de astucia y de capacidad de análisis, aunque eso tampoco garantiza que no pueda caerse en el error.
Un buen dirigente debe ser una persona segura de sí misma, pero esa virtud, que tiene que ver con una positiva carga de autoestima, en modo alguno debe tomarse por arrogancia. Por el contrario, una persona saludablemente segura es la que no teme rodearse de personas intelectualmente mejor dotadas que ella.
LA GACETA consultó a dirigentes tucumanos sobre qué parámetros tendrán en cuenta a la hora de elegir a sus candidatos. La trayectoria y una probada defensa del federalismo fueron las características más sobresalientes.







