Adultos al margen del sistema

Adultos al margen del sistema

Quienes llegan a los 50 años sin trabajo no tienen posibilidad de reinsertarse laboralmente. Cumplir los 65, aunque se conserven habilidades físicas e intelectuales, es sinónimo de jubilación y ser un adulto mayor implica un bajo ingreso y mala asistencia médica.

25 Mayo 2008
"Cuando sos viejo: no te reciben en las obras sociales, no te dan préstamos en los bancos, no conseguís trabajo, no te podés mover y te mandan a hacer miles de trámites y colas interminables; cobrás una escasa jubilación y necesitás más dinero que antes, por ejemplo, para medicamentos", enumera Mercedes Benítez, de 82 años.
Pasar los 65 años e, inclusive, antes, parece ser el comienzo de muchas limitaciones que indefectiblemente marginan a los adultos.
Beatriz Funes, de 65 años, jubilada de la industria opina que "los viejos parecemos el descarte de todo. Empezando por cómo nos tratan en la obra social. Los jóvenes y los choferes de ómnibus son un claro ejemplo. No te dan el asiento, tienen escalones altos que no te permiten subir, frenan bruscamente, te atropellan en las calles al caminar y no piden disculpas... No sé qué le pasa a la gente la verdad", dice.
Para Josefina, una jubilada docente de 84 años, también es una incógnita el por qué se desplaza del sistema a los adultos. "El mayor siempre ha sido una persona respetada y escuchada. Hoy la sociedad cambió y los jóvenes son más independientes y no prestan tanta atención a lo que decimos los más grandes", afirma.

Falta de respeto
"La mayoría de los chicos piensan que somos obsoletos. No te llevan el menor apunte. A veces inclusive, te cruzás con un grupo de chicos y te empujan; ni siquiera se disculpan", expone Cristina, de 77 años, jubilada autónoma. Lola, de 76 años, asiente y agrega: "Nadie te considera y no importa si sos una persona grande o no. Ya no hay respeto... subiendo al colectivo, te podés quedar con medio cuerpo afuera y el chofer igual arranca", sostiene.
Pero no para todos es igual, también están quienes sienten que llegar a esa etapa de la vida no ha cambiado la relación que tenían con los demás, sus años de experiencia y conocimiento son tomados en cuenta. Es el caso de Ernesto Caram, un médico jubilado. "Muchos me consultan profesional y personalmente", asegura. Aunque confiesa que, contra su voluntad, tuvo que jubilarse a los 50 años.
Como Ernesto, muchos sienten que podrían haber continuado trabajando pero que una norma terminó con sus carreras y tuvieron que abocarse a otros temas.
"Trabajaba con gusto, tenía dos cargos importantes con los que cumplía con placer. Si hubiese podido elegir, no me habría jubilado a los 48 años", cuenta Josefina.
También a Raúl Aguilares, de 69 años, le pasó algo similar y por eso considera "a partir de los 60 ya te llaman viejo y a los 70 sos un inútil. Pero no para la sociedad, sino para el sistema", afirma.

Un potencial que se está comenzando a redescubrir
Punto de vista. Por Eduardo Antonio Guardia - Psicólogo laboral

Reflexionar sobre la adultez en el trabajo nos introduce en el fascinante mundo de la vida. El trabajo como escenario del propio despliegue de la personalidad, de las potencialidades, deseos, ambiciones y valores, del "ir siendo", del devenir adultos, seres humanos en plenitud, es una bellísima temática de la psicología del trabajo. Y uno de sus mayores desafíos. Millones de seres humanos agostan sus posibilidades de desarrollo, volviendo sus vidas grises y en sometimiento al tiempo y a las reglas de otros, derrochando y atrofiando sus potencialidades.
Aprender de los adultos, contrariamente a lo que se piensa, se ha vuelto el gran desafío de las empresas. En la plenitud de sus vidas laborales son verdaderos tesoros de experiencias y saberes, que contribuyen a asimilar transformaciones, si siguen siendo "jóvenes de espíritu".
Hay formas alternativas de dar lugar a los jóvenes y al mismo tiempo no desperdiciar los potenciales todavía ricos de los adultos. El mismo adulto debe prepararse para ese momento, cuidando su propia frescura y manteniendo abierto su abanico de opciones. En ambos casos (administrador y administrado), se requiere imaginar y crear estas alternativas y opciones, sin necesariamente tener que pagar los elevados costos humanos, como sucede con algunos procesos donde las instituciones se esclerosan, sin adaptarse a los desafíos de los nuevos tiempos.

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