"Una madre me preguntó afligida qué debería hacer con el chisme con respecto a que su hija de 16 años estaba embarazada. Me preguntaba si tal vez debería cambiarla de colegio. Le sugerí que no lo hiciera, porque el tiempo demostraría que el rumor era falso. Sonaba como un buen consejo. Pero la mamá me hizo saber que si su hija permanecía en el colegio, alguien podría hacer correr la versión de que se había practicado un aborto".
La anécdota, relatada por el psiquiatra Lionel Palacios, muestra cómo el chisme -una vez que echa a rodar- es imparable y causa un enorme daño en la reputación de las personas.
- Una vez que empiezan los chismes, ¿es posible superarlos?
- Los rumores, verdaderos o falsos, son devastadores por muchas razones. Una de ellas es que no se pueden recuperar.
La historia nos cuenta que en la Edad Media un joven confesó a un monje: ?He pecado levantando calumnias contra alguien. ¿Qué debo hacer?? El monje le dijo pusiera una pluma en cada puerta del pueblo. El joven lo hizo y volvió a preguntar si debía hacer algo más. El monje le dijo: ?Regresa y recoge esas plumas?. ?¡Eso es imposible! -respondió el joven-. ¡El viento se las llevó por todo el pueblo! Entonces el monje concluyó: "Lo mismo pasa con las calumnias. Es imposible recuperarlas".
- ¿Qué sentimientos llevan a hacer correr un chisme?
- Los rumores son vehículos que convierten la vida en una competencia demoledora. El chisme y la calumnia son las vías en que viajan. ¿De dónde proviene el combustible? La manera maliciosa de hablar viene de una única fuente de maldad y es la promoción del Yo. Se alimentan, en primer lugar, de nuestra propia curiosidad. Esto es algo que poseemos naturalmente. Las personas extremadamente curiosas son más propensas al chisme.
En segundo lugar, del tiempo libre. El gran apóstol Pablo sabiamente expresaba: "... y también aprenden a ser ociosas andando de casa en casa". Esto se refiere a conversaciones maliciosas. Actualizando, podríamos decir que esto se reemplazó por el uso del teléfono celular y el chat, que resultan muy peligrosos en manos ociosas.
En tercer lugar, el deseo de ser el centro de atención es un estímulo para la calumnia o el chisme: "¿Oyeron? Yo no debería decir esto, pero..." Anima al Ego a ver que cuando hablamos todos escuchan atentamente lo que decimos.
En cuarto lugar, la inclinación a sentirnos más que otros. Hablar mal de otros es una forma deshonesta de alabarnos a nosotros mismos.
En quinto lugar, con frecuencia las palabras maliciosas son reducidas por la amargura. Acá debe jugar un papel muy importante el perdón, ya que retenerlo abre la puerta a un espíritu vengativo donde el chisme y la calumnia constituyen un arma de venganza.
El psiquiatra y pastor evangélico mencionó que ya el rey Salomón opinaba que el chismoso no es digno de confianza porque no puede guardar un secreto.
"Aconsejaba evitar a los chismosos porque echan leña al fuego y, en consecuencia, crean divisiones y contiendas compartiendo información inolvidable. La Biblia expresa claramente que el chismoso separa a los mejores amigos", advirtió.